20. El vampiro de la Luna

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Me quedé estupefacta ante sus palabras. ¿En serio no estaba soñando? Me pellizqué para averiguarlo. Rossette me sonreía y, con un tímido gesto, me mostraba la cama para que me sentase y empezase el relato que tanto había esperado. No podía creer que el dolor efectivamente había llegado a mi rostro, evidencia de que no estaba soñando.

—¿En serio? ¿En serio vas a contarme? —Mis pensamientos salieron a flote.

Rossette sonrió, seguramente al ver mi cara perpleja y emocionada.

—Te lo mereces —soltó para sí misma—. Además, no creo que te conformes con un no como respuesta.

Mostré una amplia sonrisa, encorvándome igualmente de hombros. Hasta ese momento, creo que Rossette era una de las únicas personas aquí que estaba cercana a entenderme. Afirmaba el hecho de que ella había pasado por el mismo camino que yo; que seguramente cuando había llegado a esta mansión también se había preguntado sobre el que era Alexander. Probablemente todos aquí se cuestionaban aquello, pero eran muy sumisos como para preguntarlo.

—Veamos... ¿por dónde puedo empezar?

Miré atenta a mi nueva amiga, esa que posaba sus ojos en la habitación de Matthew y recordaba los puntos importantes. Yo para ese momento ya me mordía las uñas, le miraba desesperada a cualquier movimiento. Estaba ansiosa. Al fin sabría lo que todos me escondían.

—Creo que lo primero que debes saber es que él es el único hijo legítimo de William y Natalia Maximus. 

—Espera, ¿cómo que único hijo? —Corté el relato—. ¿No se supone que todos aquí son sus hijos?

—Tranquila, relájate. —Rossette sonrió—. Es cierto que los demás son vampiros, pero no por eso son resultado de su feliz y amoroso matrimonio. Todos aquí, exceptuando Alexander, eran humanos en sus vidas pasadas. ¿Podrías creer que hasta su padre, William Maximus, era un común humano en sus años de gloria?

Guardé silencio, intentando procesar la información aunque en realidad no entendiese absolutamente nada de lo que estaba tratando de explicarme.

—Mira. —Rossette entendió la confusión que me envolvía al verme—. Todos los vampiros que están aquí eran humanos comunes y corrientes que fueron salvados por el padre de Alexander o transformados por otros.
—¿Pero cómo es que Alexander... es decir, como es que él es su hijo legítimo?
—¡Comes ansias, Nicole! —Pegó un gritillo de emoción—. Alexander es el resultado del matrimonio que William conllevó con un ser humano, Natalia Lakers. Creo que cayeron enamorados con tan solo verse en uno de los muchos viajes a donde nuestro Señor Maximus daba para despojarse de su tristeza.
—¿Entonces ellos... ?
—¿Eres tonta? —Me interrumpió—. Claro, se acostaron y tuvieron a su hijo, el único de todos.

Accedí lentamente, aunque aún no entendiese muy bien como era que William pudiera tener un hijo. Es decir, ¿qué no se suponía que los vampiros estaban muertos o algo por el estilo? Según los libros que me había leído mi tía Agatha en mi infancia, estos seres no podían comer o salir al sol ¿Es que todo había sido una simple mentira? Respiré con cierta timidez, esperando entonces que Rossette me lo aclarará.

—Creo que entiendo tus dudas. —Explicó al verme de nuevo—. Tal vez piensas que es imposible y eso mismo, mi queridísima, es el gran misterio que aún William y Natalia no han podido aclararse. Según yo tengo entendido, es casi inviable que Alexander haya nacido, pero así son las cosas. El hecho de que él sea tan importante, no es sólo por que éste es el único sangre pura de este lugar, sino también que en su gestación, hubo una mala formación de genes. Un fenómeno que entre los vampiros llaman le-kra.

—¿Le-kra?

—El le-kra es básicamente una transmutación de la sangre humana que un vampiro ha tomado durante toda su vida. Esta se inyecta en el ADN del feto en el embarazo y da por consecuencia la creación de un vampiro que no necesita sangre pero, que al mismo tiempo, es más poderoso e inmortal que sus padres.

Colores oscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora