8. Viaje a un nuevo hogar

50.1K 2.8K 128
                                    

Tan solo al entrar en aquella vieja y oxidada mansión, pude sentir como La Señorita Agatha se me venía encima. Joven para el tono de su voz, pero increíblemente más voluptuosa de lo que yo imaginaba. Su abrazo afectuoso me tomó tan fuerte que mis pulmones estuvieron a punto de explotar. Mi rostro, sin embargo, no le quitó la mirada a aquel hombre en escala de grises que, entre labios , soltó aquello que me hizo enfurecer: hola, cachorrito.

Mi reacción fue rápida y sin pensarla realmente. Tan solo un rostro ofendido y la lengua a fuera. Eso fue todo lo que se me había ocurrido. Sabiendo en mis interiores que seguramente parecía más a una chiquilla chiflada que no podía con que defenderse.

Así que, intentando ignorarlo, volteé hacia atrás. Ana no me miraba, tan solo yacía cabizbaja.

—No te preocupes —grité—­. En seguida regreso.

Pude sentir como la directora me tomaba del brazo y, con una amplia sonrisa, tan solo me obligaba a caminar hacia el frente. Impidiendo escuchar a mi mejor amiga, dirigió el camino conmigo hasta su oficina. El lugar en donde mi destino bien conocido me esperaba.


.
El ruido del motor comenzó a escucharse sobre nosotros. Incapaz de moverme, tan solo estaba ahí, hecha roca sobre la limusina junto a  Alexander.

Las cosas realmente habían pasado demasiado rápido.

No había podido ni mirar hacia atrás para despedirme de aquel lugar tan doloroso que me había visto crecer. Era tan extraño. Pensaba una y otra vez que simplemente no iba a deportar al pueblo, ya que re memorizaba todo lo que había pasado en él. Pero, ¿y Ana? ¿Qué iba a pasar con nuestra amistad? Es decir, siquiera pude despedirme de ella. Era como si estuviera tan en shock como yo.

Ni se movió y ni me pude mover. La señorita Agatha tan sólo firmó los papeles, me despidió con un fuerte abrazo y me empujó dentro del auto. Alexander se subió y henos aquí, ya con diez minutos de camino.

Mis piernas me temblaban. Estaba tan desesperada y confundida que podría darme un paro cardíaco. No podía realmente saber a dónde íbamos. Alexander no había hablado desde que Agatha había mencionado que mi patria potestad había pasado a manos suyas. ¿Debería hablarle acerca de ello?

—¿A dónde vamos, Alex? —decidí rápido.
—Cállate y espera.

Respiré profundamente. Esas eran dos de casi todas las cosas que me eran imposibles de hacer en esos instantes. ¿Cómo creía que iba a ser capaz de callar y aguardar por tiempo si no sabía siquiera que lugar desconocido iba a formar parte de mi nueva vida?

—¡Esto está yendo muy rápido!
—Solo mira hacia afuera o algo.
—¿Para qué? No puedo ver nada de colores. Todo es exactamente igual.

Sentí el asiento moverse. Volteé a verlo. Alexander se había acercado a mi.

—Tienes razón, se me había olvidado —Susurró—, abre la boca.

Abrí muy grande los ojos.

—¿Qué piensas hacer? —Tartamudeé. Ese adonis se estaba arrimando más—. ¡¿Qué intentas hacer!?

Alex me miró. ¿Por qué sentía que esa mirada estaba riéndose de mi? Sentí mis mejillas enloquecer, quise hacerme uno con el asiento de piel. ¿Qué rayos quería hacer?

—Abre grande —Volvió a repetir, antes de morderse un poco el dedo índice y hacer que un brote de sangre saliese con furia—. No lo escupas.

Estuve a punto de pelear; sin embargo, Sentí su dedo entrar a mi boca. Abrí los ojos como platos. ¿Que mierda...? A pesar de creer que sentiría asco, por alguna razón el sabor de su sangre me hizo recordar el hermoso sabor del líquido en mi sueño... ese en donde quería devorar el dulce de sabor metálico y picante.

Colores oscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora