7. Adoptada

50.5K 2.8K 168
                                    

Traté de aguantar la risa que mostraba una burla total en mi rostro. ¿En serio creía que me iba a tragar aquello? Es decir, ¿mi dueño? Por favor, eso era demasiado. La era de la esclavitud ya había acabado desde hacía mucho, mucho tiempo. ¿Creía, de verdad, que me iba someter a todo eso?

No creerás que...

Callé de repente. Su semblante serio y arrogante, me miraba. Le miré asustada por el silencio que de repente se había formado entre nosotros. No era que lo aceptará, simplemente recordé lo que había pasado anoche y, tocándome el cuello, pude divisar hacía donde se dirigía.

Él no era humano, era definitivamente un vampiro. Según los cuentos que me habían leído, estas criaturas creían de su propiedad a quienes mordían. ¿A eso se refería, no? Solté una risa inquieta, más aún porque no lo podía consentir. Es decir, no era un animal o algún tipo de mascota para que él pudiera venir y apropiarse de mí.

Y creo que hasta pareció leerme la mente, ya que, al terminar de sonreír, pude observar como metía sus manos en su pantalón y, con una media sonrisa de victoria, me pasaba un papel que tenía una foto mía en el.

Arqueé una ceja intrigada y, sin pensármelo dos veces, le arrebaté aquel documento que tenía entre sus manos.

¿Para qué? Sólo por molestarlo. Yo no sabía leer eso, pero quería hacerle saber que estaba furiosa. Vi los jerográficos frente a mi tratando de adivinar que era lo que decía, mientras observaba atentamente como su cabello negro contrastaba perfectamente con su vestimenta informal, consistida en una camisa muy clara y sin fajarse y unos pantalones de igual color que su característico cabello. Entrecerré los ojos aún más cuando me di cuenta que este no le daba la importancia necesaria. Tan solo estaba ahí, mirando la Luna por la ventana.

—¿Terminaste? —soltó de repente, sin quitar su mirada del cielo estrellado.

Moví un poco mi cabeza para salir de mi trance y volver mis ojos hacía el papel, pero antes de que lo hiciera, el documento ya no estaba en mis manos.  Me lo había arrebatado tan rápido que ni tiempo me había dado para darme cuenta.

—¡Oye!
—Tuviste tu tiempo para leer... pero lo has utilizado para otra cosa —comentó divertido, dejando claro que me había pillado observándole de arriba a abajo.

Mis mejillas se acaloraron y, bajando la vista muy apenada, tan solo mordí mis labios. ¿Qué debería de hacer ahora? La vergüenza me hizo deshacerme por completo. ¿Y qué quería que le dijera: perdona, mi buen caballero, pero esta damisela no le han enseñado a leer? Le miré con molestia antes de que él soltara una carcajada que, si hubiese sido de día, lo hubiesen escuchado todas las enfermeras en el pasillo.

—Ahí dice que te he adoptado, analfabeta.

Antes de sentirme ofendida por tal comentario, no pude evitar abrir los ojos con sorpresa. ¿Yo? ¿Adoptada? ¡Pero qué...! ¿De qué estaba hablando? ¿Cómo era siquiera factible que, sin mi consentimiento, él hubiese podido terminar los documentos? Además, nadie me lo había informado y no había habido ni una sola cita para conocernos. ¿Qué rayos le pasaba por la cabeza a la Tía Agatha?

Lo miré molesta, lo admito. ¿Alguien tan arrogante como él sería mi tutor de ahora en adelante? Simplemente no lo comprendía. ¿Por qué lo habían permitido? ¡Tan sólo me faltaba un par de meses más para ser mayor de edad! ¿Por qué me había dejado a cargo de una familia de la cual no requería? ¿Qué no le había llegado la noticia? Podía ver ahora. ¿Por qué no podía vivir como lo había hecho desde pequeña? Sola.

Respiré amargamente, intentando controlarme, ya que, aunque gritará, patalease y llorase, ya no podía hacer nada. Ese papel era legal y, por no tener aún dieciocho años, tenía que aceptarlo.

Colores oscurosWhere stories live. Discover now