43. En el mundo real

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Un dolor punzante atravesó completamente mi cuerpo. El suplicio en mi pecho comenzó nuevamente a llegar a mí. Aquel sonido repetitivo que indicaba que aún estaba viva, irritaba mis oídos. Parpadeé un par de veces, pero la pesadez en mis ojos me obligó nuevamente a quedar a oscuras. La luz era muy brillante y aquello me dolía.

¿En dónde estaba? ¿Qué había pasado?

Pasé saliva acomodándome en la cama, pero el roce de los cables con la sabana me alertó de mi situación incómoda. Ya recordaba... estaba en el hospital que yo más odiaba.

Abrí mis ojos lentamente al saber que me esperaba. La cabellera rojiza de mi mejor amigo estaba asomándose por la cama y parecía estupefacto de lo que veía. ¿Estaba tan mal? Hice una mueca al verle, quejándome por su intimidante mirada.

—Quítate, Blake...

Mi mejor amigo sonrió de medio lado, pero justo cuando pensé que haría caso y guardaría silencio, escuché de él un grito alegrado.

—¡Papá, esta despierta! —Chilló tan fuerte que me hizo marear.

Traté de sentarme en la cama al verle moverse de un lado a otro, pero cuando intenté reincorporarme, aquello poco que tenía en mi estómago llegó a mi boca. Vomité en el suelo con desagrado y cierta pena.

—¿Estás bien? —Blake se acercó y acarició mi lomo para que terminase de echar fuera lo que no necesitaba.

Le miré con ojos de molestia. ¿Qué es que no me estaba viendo? ¡Claro que no estaba bien! Mi amigo sonrió al verme sarcástica y malhumorada. Me llevé la manga de la camisa a mi rostro, limpiando con ella los restos de comida que malograban mi boca.

—Ten, bebe esto. —Me indicó el pelirrojo al tiempo en que me pasaba un pequeño vasito de plástico que contenía una especie de jugo de manzana.

No me resistí y bebí un poco de lo que contenía aquel recipiente. Lo saboreé y entonces miré a mi amigo. Tenía una sonrisa de satisfacción en ella.

—¿Qué me paso? —Solté a la vez que me llevaba una mano a mi cabeza.
—Entraste en un paro cardiaco, Nicole. Efectos secundarios de la maquina.

Accedí levemente antes de llevar nuevamente aquel vasito a mi rostro.  Tomando, una vez más, aquel liquido delicioso...

—Y... ¿qué viste? —Preguntó mi amigo curioso, mientras yo me atragantaba al escucharle.

Comencé a toser sin control, por lo que Blake se acercó a mí para darme unos leves golpecitos a mi espalda. El jugo se había desparramado en toda mi sabana ¡Y vaya que había hecho una gran mancha!

—¿Tan malo fue? —Le escuché preguntar.

Aguanté mis ganas de seguir tosiendo y bajé la mirada cabizbaja. Aunque Blake no lo había hecho a posta, yo había recordado cada muerte y grito. Cada último suspiro de las miles de personas que habían visto el final al mirarme. Respiré profundamente, tratando de controlar mis latidos acelerados que intentaban darme un segundo infarto y mi respiración alocada que no me dejaba pensar.

—¿Nicole, que viste? —Preguntó nuevamente, ahora preocupado.
—Cientos, Blake... maté a cientos en solo una noche.

Me había llevado las manos a mi rostro para evitar que mis lágrimas se escaparan de mis ojos, pero con repetirlo todo se me vino abajo. Grité con dolor y pena. Lo que había hecho había sido horrible. Había matado a muchas personas en los dos años que no había estado consciente. Tal vez habían sido cerca de dos mil las victimas que mi subconsciente había matado a libre albedrio. Cuando ella había sido libre y sin condiciones, esa Nicole había hecho bastantes cosas horribles.

Colores oscurosWhere stories live. Discover now