27. Primer día de vida

37.1K 2.3K 151
                                    

El negro, ese color neutro y que al mismo tiempo nunca había tenido un tono definido para mí, estaba saludándome una vez más con ansias. ¿Era mi imaginación o es que me había extrañado más de lo que pensaba? Parecía abrazarme cada que intentaba ver más allá. Mis ojos estaban en la oscuridad. Era ilógico que aquel pigmento apagado viniese a mí como si yo le fuese a recibir con los brazos abiertos.

¿No entendía que ahora solo me traía desesperación y demencia? La falsa paz con la que antes relacionaba a ese color, no podría volver nunca más. Era increíble que en el pasado hubiese pensado que estar en ese cuarto oscuro y eterno fuese tan tranquilo.

Estar en un lugar sin piso, sin aire, flotando en la nada, tomada de piernas, sin poder moverme y con aquel color envolviéndome, estaba volviéndome loca.

¿Esto era lo que había después de la muerte?

Creo que eso era la pregunta del milenio y, hasta ahora, podía contestarla. Las suposiciones que había tenido en mis momentos depresivos no estaban ni cerca de lo que realmente estaba pasando.

¿No se suponía que tendría que ver una luz blanca cerca del túnel negro? ¿No iba a ver todos mis recuerdos como fotografías en mi mente? ¿Por qué eso aún no sucedía? Podía entender que mi corazón no hiciera latir mi cuerpo ya inmóvil, pero lo que no infería era mi partida del mundo humano. La luz no aparecía nunca y la oscuridad se hacía siempre cada vez más negra.

¿Qué estaba pasando?

No recuerdo bien cuanto tiempo pasó. Tal vez habían sido horas, tal vez días. No lo sabía. Tan solo percibía la sed, esa que antes de morir, había crecido hasta el mundo de hacerme doler la garganta.

Dolor y sed. ¿Por qué aún los sentía?

¿Significaba que aun estaba viva? Entonces, ¿por qué no podía moverme? ¿Por qué no sentía mi corazón moverse? ¿En dónde rayos me había metido Alexander? ¿Sería que si había muerto, pero estaba recordando mi infancia? Ahora que recordaba, el color negro había estado presente toda mi vida. ¿Sería que las fotografías que deberían de pasar frente a mis ojos, eran justo el color que predominaba frente a mí? Es decir, mi último mes de vida habían sido los únicos momentos en que pude ver a la gente a colores. ¿Cuándo sería entonces, que podría ver de nuevo a Ana a tonos grisáceos o a mi hermoso asesino mordiéndome en su cama?

Esperé y esperé por aquel momento, pero las imágenes nunca llegaron. No entendí que era lo que estaba sucediendo o realmente en donde estaba. Lo único que comprendía era que la sed que había tenido entonces estaba quemándome por dentro.

Tuve un escalofrío que me hizo retorcerme del dolor en aquel cuarto silencioso y negro. Traté de moverme, agitarme y gritar, pero lo único que pude sentir fue un calvario en mi pecho. Por alguna razón, mis entrañas se despertaban. Mi corazón volvió a ponerse en marcha.

Mis latidos comenzaron a golpearme una y otra vez. ¿Qué me estaba pasando y por qué me dolía moverme? Hiperventilé ahora sí con la boca abierta. Cerré los ojos con fuerza, sintiendo entonces como mi cuerpo se recostaba en algo mojado e incómodo.

Tragué saliva con fuerza y, sin poder remediarlo, intenté abrir mis ojos de nuevo. El panorama, que para mi sorpresa cambio, estaba a colores grisáceos. Negros por la oscuridad y medio brillantes por la luna sobre mí.

¿En dónde estaba?

Miré sin entender por qué estaba acostada sobre la tierra mojado del bosque. El césped parecía incomodo ante mi presencia porque empezó a picar sobre mis glúteos. Parpadeé unas cuantas veces más, mirando a mi alrededor extrañada, confusa.

Las copas de los pinos gigantescos se hallaban cubiertas por una fina capa de rocío. Olía a tierra mojada. Las gotas de agua que corrieron por mi cabello acertaron mi teoría. Había llovido y yo había estado afuera, junto con la tormenta.

Colores oscurosWhere stories live. Discover now