Obsesión

711 63 7
                                    

Marco pudo haber muerto ese día, en ese preciso instante y toda su existencia habría valido la pena, cada pequeña cosa y acontecimiento en su vida, por diminuto he insignificante que fuese, cada error, acierto, respiro, idea, pensamiento, alegría, cada bendito paso y pestañeo fue agradecido, amado y elevado en un altar cubierto de rosas por llevarlo a ese preciso instante de gloria, Marco nunca en su triste vida había estado tan agradecido de habitar su cuerpo, la escena que tenía en frente era sin duda lo más maravilloso que habían tendido el placer de percibir sus sentidos, para él en su inocencia infinita era difícil imaginar algo mejor en este mundo, lo invadía un sentimiento tan grande y desbordante que sólo podía clasificarse de una manera, felicidad, y sí su boca no hubiera estado tan ocupada tratando de cerrarse para no derramar saliva, sin duda abría dibujado una gran sonrisa.
Sofía sentía temblar sus rodillas, su sangre corría a toda velocidad a través de su cuerpo lo que amenazaba con ruboriza su rostro, esto la ponía nerviosa, por nada del mundo quería que Marco se diera cuenta de su vulnerabilidad, no quería perder el control, no así, no ahora que había llegado tan lejos, no debía dejarse llevar por sus emociones, había decidido que no sería así, pero esta tarea auto impuesta se estaba volviendo muy difícil de cumplir.
La tentación danzaba al compás de sus agitadas respiraciones, nutrida a través de sedantes aromas, mezcla de deseos palpitantes, hormonas y sudor. Absolutamente nada en esa pequeña habitación cooperaba a mantener los propósitos de Sofía, al contrario, todo parecía conspirar en su contra, cada centímetro de aquella declaraban un motín, deseaban verla sucumbir, rendirse, desvanecer en el color de la tarde todo lo poco he insignificante que le quedaba a Sofía de auto control y compromiso con su causa.
Por su cabeza pasaban toda clase de imágenes, ideas, miedos y ocurrencias, estas giraban sin control en su cabeza, sin un orden, sin ningún respeto por la cordura de Sofía. Estos por una parte reflejaban la necesidad secreta y angustiante que crecía dentro de ella, de ser atacada ferozmente por Marco en un salvaje arenque de pasión y desenfreno, contradictoriamente estas imágenes también la confundían, ella disfrutaba profundamente la sensación de poder al atacar a Marco con toda su feminidad y encantos, adoraba sentir el dominio que ejercía sobre él, y la asustaba el rápido crecimiento de su ambición, a ese paso pronto llegaría la necesidad insaciable de más...
Sofía no quería despegar sus labios de la frente de Marco, por razones tan respetables y válidas que pesaban toneladas en su cuerpo, haciendo que no pudiera moverse y sumergiéndola en contradicciones, bendijo en su mente una y mil veces la serie de circunstancias que los llevaron a esa habitación, y al mismo tiempo las odiaba con todas las fuerzas de su alma, al momento de ser atacada por una tempestad de dudas que llegaban con un vistazo realista a su situación. Había ido ahí sin un plan, sin la menor idea de lo que hacía, pensó, tuvo la ingenua ocurrencia por un segundo de ser capaz de sobre llevar bien este reto, aun considerando la inexperiencia que arrastraba , Marco sólo era un niño tonto, él no podía asustarla, estaba tan segura de esto que jamás sintió que debía esforzarse demasiado en su propósito, hasta este momento sólo había bastado con su belleza, en conteo general, todo el trabajo lo hacía la imaginación y hormonas de Marco, pero de un momento a otro, esto para ella pareció no bastar, necesitaba hacer algo más, algo más osado e ingenioso, pero prematuramente se estaba quedando sin ideas. Se sintió una tonta, la tonta más grande del mundo, sentía que su cabeza se desprendería del cuerpo y saldría disparada a causa de la aceleración de neuronas que giraban a toda máquina produciendo toda esta clase de pensamientos innecesarios. No tenía ni el más mínimo indicio de lo que seguía luego de separar sus labios de Marco, además crecía de forma desmesurada en ella el temor a morir de la vergüenza al volver a mirar los ojos de Marco, temía que su cuerpo delatara todo lo que combatía en su cabeza en ese instante y sobre todo, más que nada, lo que más espacio ocupaba en la tormenta de temores y pensamientos en Sofía, era la adicción que crecía en sus labios, la palpitante necesidad que urgía en su boca, esa cálida sensación tan suave, delicada y húmeda de sudor, que obligaba a Sofía a rendirse de una vez y mostrar bandera blanca a sus impulsos y satisfacer de una vez por todas la persistente duda que traía consigo la embriagante y estimulante sensación , esta hacía inevitable encender una llama de curiosidad en ella , esta curiosidad, esta inquietante duda crecía con cada segundo junto a la piel de Marco, debía satisfacerla a como diera lugar, ya que ardía en sus labios y quemaba poco a poco en su garganta. ¿Qué sabor tenia Marco? debía degustar su piel, su lengua debía conocer el sabor de la causa de tantas sensaciones. Este pensamiento, esta duda ya había invadido por completo la cabeza de Sofía, dejando atrás todos los temores, dudas e inseguridades anteriores, recorrió como enfermedad cada espacio de su mente, entorpeciendo otras funciones, nublando de a poco su juicio y adormeciendo lentamente su moral, esta interrogante se había vuelto una obsesión.
Marco embobado, sensible a cada estímulo yacía en el más feliz y perfecto estado que cualquier humano sobre la tierra habría envidiado, se encontraba lleno de una calidez sin comparación, un suave cosquilleo subía por su cuerpo, pero mientras esto se repetía segundo a segundo, este se acumulaba en sus manos, haciendo que sus dedos se movieran con pequeños espasmos, la parte más básica de su cerebro estaba enviando señales primitivas a Marco, Señales que como era obvio le resultaban difíciles de entender al principio, pero que después se volvieron muy obvias, estas señales ardían, quemaba en sus manos, esta necesidad tan básica y cuestionable, avergonzaba a la moral que vivía en él, y era capaz de desmayar de la impresión a cualquiera que pudiera leer su mente en ese momento, estaba consciente de que lo que estaba pensando, las ideas que recorrían su cabeza en ese instante eran poco decentes, pero tan tentadoras que eran muy difícil de ignorar. Debía hacer algo al respecto, no caería en la más tormentosa demencia a causa de esto, no quería una vez más dormir sintiéndose un fracaso, ¿tal vez ella lo desea también?, ¿tal vez es lo sé qué espera de mí en este momento?, ¿por qué nunca nadie me dijo que se hacía en casos como este?, estas y muchas más interrogantes rebotaban en la mente de marco, disolviendo poco a poco el perfecto estado en el que se encontraba pocos segundos atrás. Marco estaba seguro de tener que hacer algo, algo de lo que no se arrepintiera después, ya que sí seguía comportándose de esa forma tan cobarde que hasta ahora lo había caracterizado, temía que Sofía se aburriera o pensara equivocadamente que él no tenía interés en ella, Marco no debía dejar que esto pasara, para él Sofía era lo más hermoso que habían visto sus ojos y la promesa dulce de compañía y amor que tanto había suplicado al cielo por mucho tiempo, a pesar de estar consciente de que era desesperado apostar todo a una chica que apenas conocía, él decidió ignorar lo ingenuo de su pensamiento y de la forma más valiente que pudo, apostar a ello, ya que sí lo lograba o no, el camino recorrido hasta ahí le bastaba para ser feliz, ya que este habría sido lo mejor y más excitante que le ha pasado en la vida hasta ahora. Debía ser valiente, debía atreverse, debía hacerlo, con todas las fuerzas de los años vividos, trato de reunir todo el coraje que había escondido en cada parte de su cuerpo, endureció sus puños, cerro sus labios, Apretó sus ojos, ya estaba listo para lo que fuera, se encontraba listo para el ataque, tan decidido como jamás en su vida lo estuvo antes, cuando de pronto siente algo que lo paraliza y derrama por el suelo todos sus esfuerzos, algo tan repentino he inesperado que su cerebro tardo bastante en procesar, pero una vez hecho, mando sangre a toda velocidad a través del cuerpo de Marco, elevando su temperatura, y sobre todo ruborizando hasta sus más profundas y escondidas capas de piel. Lo que Marco había sentido era la húmeda y tibia lengua de Sofía...

\Siguiente capitulo\
Lengua, masculinidad, duda...

La InocenciaWhere stories live. Discover now