Ojos Amarillos

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Elevó la mirada, levantó levemente la cabeza y miró al cielo para evitar que una lágrima dolorosa se deslizara por su mejilla, se tragó la tristeza, como en muchas ocasiones lo había hecho antes, dada la practica tenía pericia en esto, ahogó en un profundo suspiro sus ganas de dejarse caer y volverse miserable en presencia de todos y caminó lentamente con la mirada perdida en el piso en busca de un buen lugar donde poder sentirse cuan desdichada y miserable quisiera.
Dirigió sus torpes y pequeños pasos a una banca solitaria bajo un árbol, la cual atesoraba dulces secretos en silencio , en especial de Marco y Sofía, así mismo como lo había hecho en innumerables ocasiones con tantos otros amores, furtivos, secretos, prohibidos, felices, temibles u olvidados. Tras dejar caer su pequeño cuerpo en aquella tibia banca levantó la mirada para encontrase de frente con el cegador brillo del sol, extendió su brazo y trató de cubrir esa luz con la palma de la mano, entre que abría y cerraba sus delgados dedos, junto a un suave y delicado movimiento , abrió lentamente los ojos, cada rayo de luz que se colaba entre ellos hacía imposible mantener la mirada fija ignorando el resplandor , por más terco que fuera su intento y por más ganas que tuviera su esfuerzo, jamás lograría ver el sol sin que este la dañara. Llevó su mano hasta la cabeza y se dio a si misma un pequeño golpe con el puño cerrado, para luego hundir la cabeza velozmente entre sus brazos, que se hallaban apoyados en las rodillas.
- Eres una tonta flor enamorada del sol - dijo en un penoso susurro que se cortaba palabra a palabra en una garganta comprimida por la tristeza.
En la oscuridad de su regazo recordó con claridad el sentimiento que la invadió sin piedad al ver a Gabriel dejar aquel obsequio en el asiento de Sofía, ella sabía con exactitud el significado de este y era ese conocimiento lo que más la hería. Ella conocía de memoria el sabor amargo que la tristeza dejaba en las lágrimas, el eco que estas producían al caer por el rostro y los surcos profundos que se trazan cual mapa en las mejillas, al ser recorridas por la depresión de la perdida, los años de ver esto repetirse en su madre, Brenda, más veces de las que podía contar, la habían convertido en toda una experta en cuanto a lágrimas de corazón roto se trataba, pero estos años de investigación de campo, no le habían dado la cura a este mal, pese a que era esto lo que su corazón más anhelaba en el mundo desde pequeña . Recordaba con claridad cada noche en la que se durmió rezando para que dios nuevamente curara el corazón roto de su madre y le calmara el llanto o para que esta dejara de una vez por todas de prestarle su amor y cuerpo a cada estúpido hombre que se le cruzaba en el camino tras una noche de diversión, no podía contar las veces que había tenido la obligación de llamar "padre" a un desconocido, por orden de Brenda , a causa de esto, esta rutina era algo que a ella casi no le afectaba y hasta hacia secretas apuestas con personas imaginarias, del tiempo en el que el nuevo " padre" se quedaría antes de tener que consolar el llanto de Brenda nuevamente. El amor que le tenía a su madre era muy grande, a pesar de sus equivocaciones, irresponsabilidades y comportamientos egoístas e inapropiados , dado un razonamiento muy simple que tuvo una vez durante su infancia, un día en el que Brenda llego a casa muy ebria y golpeada, todo evidenciaba una riña con otras mujeres, tras quitarle la ropa mojada y meterla con cuidado a la cama, revisó la cartera de su madre en busca de dinero, con la esperanza de que no lo hubiera gastado todo y descubrió dentro de esta un maltratado ramo de margaritas junto a una pequeña nota que decía " feliz cumpleaños ", esto fue suficiente para hacer sentir su corazón rebosante de felicidad y dibujar en su infantil rostro la más dulce de las sonrisas. Esa noche mientras con delicadeza le quitaba el maquillaje a su madre ya dormida, pensó en lo hermosa y joven que esta era y en lo fácil que habría sido su vida de no haber tenido una hija, tras este pensamiento fugaz su corazón se llenó de golpe y para siempre, de un eterno e inmenso agradecimiento por pese a todo, haberle obsequiado la vida, un ramo de margaritas y un nombre del cual nunca se sentiría orgullosa, al igual que aquellas lamentables flores...Margarita.
El sol la iluminó con todo su esplendor, tratando de abrigar su apagado cuerpo, sus desordenados cabellos se elevaron delicadamente al son de una suave brisa y con esto al fin liberó su rostro de la oscuridad del escondite entre sus brazos. Con la vista concentrada en las hormigas que recorrían el árbol, pensó en Sofía, a quien no conocía directamente, pero que en innumerables ocasiones había envidiado secretamente a la distancia. Margarita no podía ser más diferente de Sofía, este hecho la atormentaba, angustiaba, entristecía y apuñalaba salvajemente todas sus escasas esperanzas, dada la crueldad de la desventaja en una comparación. Margarita a pesar de su edad, la misma que Sofía, lucia como una niña pequeña, carente de curvas y estatura, el único rastro de sensualidad que en ella existía , era la vaga idea que esta tenía sobre el significado de la palabra, prominentes ojos amarillos, boca pequeña como un pétalo de rosa, piel delicada como la nieve y una cabellera abundante siempre alborotada de un tono rubio casi blanco, tan largo, salvaje y enfurecido que daba, a quien la viera, una sensación melancólica de invierno, su único atractivo era la rareza de su aspecto , al poseer una apariencia casi mágica, como la de una pequeña Ada del bosque . Margarita era una persona muy callada, tímida y optimista , dueña de una dulce voz suave y delicada, solo comparable al canto de una pequeña ave, ella no se destacaba en nada, su existencia era tan discreta como una hoja cayendo en otoño, pero esto solo por lo injusto del escenario en que competía, ya que si se evaluara la bondad, calidez y dulzura, Margarita sin duda ocuparía los primeros puestos, ya que era la clase de persona que siempre veía cosas buenas en la gente, tenía una inocencia tan grande habitando en su alma que maravillaba lo fácil que era impresionarla, Margarita vivía en un constante estado de asombro que le permitía de forma muy natural admirar a la gente pese a sus errores, apreciar los pequeños detalles en su camino, sonreír cada que la vida se lo permitiera y vivir ilusionada por un mañana mucho mejor . La apariencia de margarita no le hacía juicio a la verdad de su interior, ella era una mujer muy fuerte y con una inteligencia emocional sorprendente, las dificultades en su vida habían forjado en ella un carácter de acero, no visible en su actitud o comportamiento, pero si en la forma tan valiente en al que enfrentaba la vida, las circunstancias, los problemas y un corazón roto...
Margarita suspiró resignada, acostumbrada a buscarle siempre lo bueno a la vida, pensó que Sofía parecía una excelente opción, pese al dolor de su corazón, no podía negar que nadie más en este mundo parecía merecer a Gabriel, ella era a quien más admiraba entre las mujeres que conocía y sobre todo, Sofía reunía todas las características que ella hubiese deseado tener para ofrecerle al que había sido su primer y único amor en la vida, conforme a esto le pareció justo declarar sus escasas esperanzas en derrota y sentirse infinitamente feliz por la dicha de amar , aún sea en secreto, deseando con todo el corazón la más grande felicidad a su profundamente amado Gabriel.
Toco su rostro con ambas manos, se despidió por última vez de su tristeza, se levantó enérgica y golpeó suavemente su pecho en dirección al corazón con la mano empuñada,
- Sana pronto y se feliz!! - dijo para sí, con una sonrisa opacada por las lágrimas que nublaban sus ojos.

La InocenciaWhere stories live. Discover now