Mariposa

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Gabriel nunca había experimentado tan de cerca la empatía, este sentimiento era algo distante y confuso para él, a pesar de engañar muy bien a todos, sin mala intención, con derroche de amabilidad y un desbordante talento en habilidades sociales. Él siempre había sido incapaz de comprender de forma sincera los sentimientos de las personas, por lo que tenía muy bien ensayado ciertas respuestas social y moralmente perfecta para algunas de estas ocasiones, estas respuestas contemplaban desde el rechazó gentil a una de las muchas declaraciones de amor que recibía, disculpas a alguien que se sintiera ofendido por sus logros o superiores habilidades en cualquier área, agradecimiento humilde por las constantes felicitaciones por sus méritos estudiantiles y gestos de admiración, pero sobre todo, la más recurrente, ensayada y perfeccionada respuestas de todas, la culmine de la perfección de Gabi, la respuesta ganadora de un Oscar por su excelencia, despiadadamente sutil, pero simplemente perfecta, era aquella que impedía mostrar su corazón y abrir sus sentimientos verdaderos.
- Gabi,¿cómo estás?-
- Bien, pero ¿cómo estás tú?, Cuéntame -dicho siempre esto con una sonrisa rebosante de carisma y sutileza.
Respuesta vaga, impersonal, distante, era la especialidad de Gabriel, pero lo suficientemente precisa como para desviar el interés hacia otro punto, una respuesta simple, pero muy poderosa, que siempre cumplía con su propósito..."alejar a todos, haciéndoles creer que los quería cerca". Gabriel hacia este engaño de maravilla, todos lo creían amigos, todos se sentían queridos por él, pero también todos ignoraban lo mismo, Gabi era un mentiroso, nadie lo conocía en realidad, y también absolutamente nadie podía sospecharlo, no del perfecto Gabi, tan hermoso, amable y gentil. Él cargaba con una dura verdad; Gabriel estaba vacío...
Es por esto que una serie de novicios e incomprendidos sentimientos se le vinieron encima de golpe, y lo sepultaron a muerte bajo una montaña de emociones nunca exploradas, esta podía ser la primera vez que él sentía empatía sincera en su vida, y sobre todo era la primera vez que actuaba de forma muy alejada de su zona de confort, en una acción totalmente espontánea, natural y genuina. Ante tan indefensa y delicada criatura, Gabriel no pudo más que bajar la guardia, escuchar su instinto y abandonarse ante las ganas de proteger a tan delicado ser. Es así como Gabriel concluyó un súbito accidente, con la pequeña cabeza de Margarita entre sus brazos, presionándola fuertemente contra su pecho, en un dulce y cálido abrazo.
Sus brazos se hallaban inmóviles, persistentes en la fuerza que mantenían a Margarita hundida en su pecho, su corazón bombeando salvaje por incomprensibles razones y un leve rubor en su rostro, oculto tras las sombras de la noche, eran la única evidencia de su desconcierto. Gabriel dejaba impactar su respiración en los plateados cabellos furioso de aquella Ada, mientras en completo aturdimiento, trataba de analizar fríamente lo que había hecho y seguía haciendo. Tarea interrumpida más de lo que él hubiese querido, por la persistente realidad, que danzaba al compás de la orquesta de su ritmo cardíaco; él tenía entre sus brazos, por primera vez en la vida, a una bella chica, refugiados entre cálidas sombras nocturnas, en completa soledad, beneficiados poéticamente con un ambiente perfecto para el romance. El conocimiento de esta realidad lo estaba volviendo loco, ya que esta situación escapaba por completo de su control y esto era algo que hace demasiado tiempo no le sucedía. Sentirse así tan indefenso, frente a alguien mucho más indefenso que él mismo, era un sentimiento realmente angustiante para él, Gabriel había trabajado duramente por mucho tiempo para que justamente esto no le volviera a pasar jamás. La pequeña Ada en sus brazos era realmente una persona de cuidado, alguien peligrosa para él, pensó fugazmente Gabriel.
La oscuridad jugaba traviesa con la escasa luz de un faro a la distancia, mariposas nocturnas buscaban ingenuas la muerte en una promesa de nirvana tras una mortífera luz seductora, los grados de temperatura caían en picada junto a los segundos inquietos de romántica acción por parte de ambos, mientras el eco de tímidos corazones decoraban con burbujas de sonido, una atmósfera perfecta.
Margarita podría haber muerto justo en ese momento y su vida entera habría valido la pena, ella ya no tenía más función en este mundo, todo para lo que había latido su corazón, estaba siendo recompensado con la más hermosa de las muertes, es por esta razón que ella no opuso resistencia a la asfixia, inhaló felizmente cada respiro, envuelto en delicioso perfume, hasta que ya no hubo más oxígeno, cerró los ojos para entregar su vida a la muerte, agradecida infinitamente con dios por dejarla morir entre los brazos de su amado Gabriel, quien le robaba el oxígeno latido tras latido, con la fuerza de su agarre.
Gabriel no cabía en sí debido a su desconcierto, ya que ninguna de sus estudiadas respuestas, lo habían preparado para algo así, debía improvisar y eso era realmente malo.
- Relájate, sólo actúa con normalidad- dijo para sí mismo, tratando de controlar la frecuencia de su respiración, sin percatarse de que por su preocupación oprimía desconsideradamente y con desmesurada fuerza la cabeza de Margarita, quien pese a la agonía de la asfixia , se encontraba muy feliz.
Margarita sintió de pronto su cuerpo muy pesado, su conciencia comenzó a alejase de ella y la realidad poco a poco se tornó confusa y borrosa, mientras se hundía despacio en un sueño profundo. Gabriel vio interrumpido sus titubeos con el peso de Margarita cayendo sin restricción sobre él, nuevamente un hecho inesperado lo llenaba de dudas, ¿cómo una chica tan pequeña podía descolocarlo tan fácilmente?. Gabriel detuvo la caiga de Margarita, acompañando su cuerpo, víctima de la gravedad, en dirección al suelo, amortiguando la colisión con su propio cuerpo.
Margarita estaba en el suelo, desvanecida entre sus brazos, frágil y delicada como un suspiro de amor, yacía hermosa y eterna como el eco de la lluvia al caer, Gabriel no pudo más que observarla, de pronto pasó por su mente una idea, él reconoció de inmediato lo inoportuno de esta, pero fue realmente imposible detener la voracidad de su alcance y evitar que su concentración se perdiera en aquel desliz de su psiquis. La luz de la luna bañaba el pequeño cuerpo de Margarita, su despiadado cabello envolvía los brazos de Gabriel, como una higuera buscando en donde ramificar su vida, sus cabellos resplandecían en destellos de estrellas y su rostro pálido de pasiva expresión, hicieron sonreír a Gabriel.
- Eres como una flor con los pétalos caídos- musitó verbalizando la idea que lo acosaba, suavemente como un susurro, mientras en sus ojos se reflejaba la luz de luna que bañaba a Margarita.
Margarita abrió lentamente sus dorados ojos para impactar directo con los de Gabriel, sus pupilas recorrieron su expresión y un rubor intenso cubrió su rostro avergonzado.
- Eres como una Margarita - dijo Gabriel con ojos llenos de brillante asombro, mientras una mariposa nocturna encontraba descanso en el cabello de la Ada.
Margarita en un movimiento brusco, acosada por la vergüenza, cubrió su rostro con ambas manos, y en un susurro delicado, que apenas pudo escapar del temblor de su voz, pronunció lo que siempre había pensado, lo que desde el primer día había ardido en su pecho.
-Tu eres como el sol-dijo mientas la mariposa nocturna emprendía nuevamente su vuelo, guardando para siempre el maravillosos secreto, de cómo durante un travieso juego del destino, "el sol había observado a la flor".

La InocenciaWhere stories live. Discover now