Gato

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Marco despegó con velocidad su mano del cristal de la ventana, casi con la misma impresionante velocidad, acercó su rostro sorprendido a esta, sus ojos aunque quisieran no podían abrirse más, trataba de sobre exigir sus pupilas a dilatarse cuanto fuera humanamente posible, para lograr enfocar aquel rostro a la distancia, no tenía claro lo que hacía tan difícil ver por completo y en detalle su rostro, podía ser la suciedad de la ventana, la luz poco favorecedora en dirección a este, un nuevo motivo de timidez con el necesario uso de gafas, o simplemente el temblor que recorría todo su cuerpo con una tensión nerviosa preocupante. Marco dirigió rápidamente los ojos de nuevo a Sofía, sintió como su frente se oprimió entre cejas curvadas por la preocupación, y no se demoró demasiado en comprender la señal que su cuerpo le enviaba, debía correr a su máxima capacidad y llegar a donde Sofía antes que aquel desconocido. La confianza que había ganado segundos antes le duro en el cuerpo menos que un suspiro, latido a latido esta se desvanecía disuelta en temor, en ese preciso momento se sentía tan amenazado y en desventaja que sus ojos estaban a punto de soltar lágrimas de tristeza, su rostro una expresión inconsolable y su corazón la más patética de las súplicas.
Marco corrió tan rápido como pudo, él nunca había sido hábil en los deportes ni destrezas físicas, todo lo contrario, era el tipo de persona torpe que por lo general tropieza con sus propios pasos y aún con más frecuencia olvidaba la natural sincronización izquierda - derecha al caminar. Marco no pudo evitar pensar en ese momento lo bueno que hubiera sido haber hecho caso a sus profesores y tomar más en serio las clases de deportes, se lamentó de no tener mejor condición física y lo asustó mucho la idea de que por esta causa y descuido personal, el desconocido lograra llegar antes que él con Sofía, se prometió a sí mismo en ese instante crear hábitos saludables de deporte para ocasiones de vida o muerte en la que se necesite correr, como en esta.
Marco podía sentir arder en su pecho un sentimiento nunca antes experimentado, era una mezcla extraña entre tristeza, angustia, ansiedad, enojo, miedo y preocupación, todo esto revoloteaba en su interior sin permitirle, por el caos provocado, que lograra descifrarlo, Marco también tenía la impresión de que este sentimiento no se iría de su lado con facilidad y que este lo visitaría con más frecuencia de la que él quisiera a lo largo de su vida. Marco logró llegar hasta la entrada del jardín en donde se encontraba Sofía, envuelto en jadeos, ahogado en palpitaciones, se apoyó con dificultad en la pared mohosa a su costado izquierdo, al ver a Sofía a la distancia, su cabellos al viento, la luz en su rostro y al desconocido, en el mismo agitado estado que él, supo que nombre darle a lo que oprimía su corazón y lo llenaba de confusos sentimientos, supo en ese instante que sentía celos. Se apresuró en alcanzar a Sofía, debía enviar un mensaje fuerte y claro, sus neuronas nunca antes se habían sentido tan menospreciadas, años de estas destinadas a prácticas intelectuales, en beneficio de explotar los pocos talentos que poseía, años de uso en sofisticados pensamientos filosóficos y elaboración de tácticas para la comprensión del comportamiento humano para nada, el trabajo arduo de estas se evaporó en el suelo con cada gota de sudor, al ayudar a Marco caer en el más básico, primitivo y animal de los comportamientos, intentar "marcar territorio" y dar aviso de su existencia. Algo muy dentro de él se avergonzó de su tonto, cuestionable y poco delicado modo de hace frente a sus inseguridades, pero rápidamente otra parte muy dentro de él, buscó justificaciones que parecían, dada las circunstancias, bastante razonables.
El desconocido confirmó el temor que crecía dentro de Marco, al fin pudo ver su rostro y lamento profundamente haberlos hecho, su rostro se clavó en su cerebro tan fuerte, que hasta sintió el dolor de las estacas penetrando en su lóbulo temporal. Podía verlo claramente, tanto que leía sus pensamientos, sus intenciones estaban dibujadas de forma tan clara en sus ojos, que estos parecían burlones debido a la falta de respeto con su descaro. Nunca una persona odio tanto a un desconocido, la humanidad nunca conoció un desprecio tal por un par de ojos verdes, Marco estaba haciendo historia con este nuevo nivel de aversión. Aquel desconocido se encontraba a corta distancia de donde Sofía se encontraba, de hecho a la misma que él, ella estaba en el centro de aquel jardín, irónico al ser también ella el centro de sus miradas, pensamientos y anhelos. Ambos estaban agitados por la corta distancia, impacientes, nerviosos en la puerta al jardín, consciente de ellos, frente el uno del otro y en una cuenta regresiva explosiva a punto de comenzar.
-Sofía... - dijo Marco en un triste susurro, su garganta apretada no permitió que el llamado tuviera más fuerza,
- Sofía...- retumbo en su cabeza esta vez, sin lograr emitir sonido.
Las piernas de Marco temblaban por el esfuerzo, sus ojos no podían apartarse de ella, su corazón latía fuertemente llamándola, su brazo se extendió solo, al igual que su mano en un inútil intento de disminuir la distancia, la brisa en su rostro trajo consigo el dulce perfume de Sofía, este golpeo su rostro de forma violenta, como un llamado a la acción. Marco aceleró el paso y en un repentino, descontrolado y sincero intento de captar la atención de Sofía, gritó muy fuerte lo que más agitaba su cabeza desde hace tiempo, sin sentido hasta ahora, en una especie de explosión de ideas.
- Gato! , hojas ! , gotas! ... - gritó con los ojos cerrados, para luego sentirse más avergonzado que nunca en toda su existencia.
Sofía dirigió su vista hacia aquel derrame de ideas incoherentes, y vio a un Marco tan ruborizado como el ocaso, esto fue remedio milagroso a todo el nerviosismo y paranoia que hasta ahora se había acumulado en ella. Sofía camino rápidamente hacia Marco confundida por lo que él intentaba decir entre tartamudeos y antes de que ella pudiera interrumpirlo con alguna pregunta, Marco la atacó con una torpe y dulce explicación.
- Eres como un gato, tus ojos siempre me ven como si yo fuera un pequeño ratón, se ven tan rojos que me asustan, aunque creó que lo único rojo que hay en esos momentos es mi rostro, eres como el viento que mueve las hojas, suave, libre, a veces furioso y no puedo evitar moverme a tu ritmo, creo que eres una cruel villana, que solo busca torturarme, pero aun así fluyes como la brisa en mi cabeza y esto hace que sienta miedo, porque creo que desaparecerás, ya que no eres real...y las gotas...las gotas duelen porque marcan segundos, segundos en los que no te veo - dijo Marco de la forma más veloz que se lo permitió su cuerpo, tan rápido que cada palabra pareció luz en su boca, sin despegar los ojos del piso y con las mejillas incendiadas de vergüenza.
Segundos eternos, los que caracterizaban el relativo tiempo de ambos, pasaron sin dejar huella, segundos en los que Marco se dio el valor de mirar a los ojos a Sofía, los cuales esperaba rojo carmesí, cual rubíes vibrantes. Sus miradas se encontraron y en un inesperado gesto, Sofía dejo caer su frente en el pecho agitado de Marco, mientras respondía - Sí - , apenas separando los labios, demasiado ocupados en una dulce y traviesa sonrisa...

La InocenciaWhere stories live. Discover now