Verde y Dorado

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Un tibio sofoco se concentró en su rostro, esto impidió que la concentración permaneciera en su mente, distrayendo su juicio , volviendo casi imposible la tarea de unir ideas, pensar con claridad y sobre todo actuar de la forma perfecta y pulcra a la que todos, incluyéndolo, estaban acostumbrados. Sus labios se separaron en un intento fallido por pronunciar algo ingenioso que lo librara de semejante inconveniente y desfavorecedora situación, una sonrisa tonta y avergonzada amenazaba con escapar de sus labios, junto a muecas diminutas e involuntarias en busca de una expresión que no delatara su estado de desconcierto.

Todo intento infructuoso pereció en proscenio de su inocencia no admitida, nada en su vida lo había preparado para algo así, Gabriel debía aceptar la derrota con humildad, bajar los brazos y rendirse frente a Margarita y todo su magnífico ejercito de espontáneas situaciones, frente a las cuales él se encontraba indefenso. Dado que al lado de ella, Gabriel corría con desventaja, todo a su alrededor, todo lo que giraba en torno a la pequeña Ada estaba fuera de su control y muy alejado del perfecto orden, en el cual él reinaba como soberano. Gabriel estaba destinado, desde ese momento y para siempre a sentirse justo a así como en ese preciso instante, cada que ambas existencias estuvieran intimas en proximidad; frágil, desconcertado, confundido y sumamente avergonzado.

Bajo un criterio objetivo no existía nada en Margarita que representara una amenaza o despertara motivo de Inseguridad en Gabriel, ya que en una comparación de cualquier tipo y en cualquier área, Gabriel siempre tendría ventaja. Es por esta razón, y principalmente el conocimiento de esta, lo que más torturaba la razón de Gabriel, ya que pese a tener certeza de la respuesta, era imposible para él mantener la perfecta, elaborada y compleja estructura que siempre presentaba "Gabi", le era absolutamente imposible no sentirse desvalido e indefenso bajo lo incierto y desconcertante de aquellos grandes ojos dorados. Una vez más Gabriel pensó, y esta vez muy seriamente, que aquella pequeña niña, era realmente peligrosa.
Gabriel era muy inteligente, lo que lo ayudo a rápidamente entender su desventajosa tesitura, en aceptación de ésta finalmente se rindió, cerró sus labios dando muerte al torpe intento de librarse dignamente de la situación, dejó caer su cabeza lentamente, aparto la vista del rostro de Margarita y se dejó llevar por la naturaleza de su reacción. Fue así como sintió una llamarada arder en sus mejillas incendiando su rostro, reflectando la luna en él un brillo tal, como la de un rubí. El calor de la vergüenza abrazo su cuerpo y lo recorrió de pies a cabeza, sintió vapor librarse por sus oídos, durante un soplo acongojado por el pesar de la resignación. finalmente Dejó escapar su frustración en un suspiro. Mientras pensaba en lo tonto que se sentía, volvió a mirar a la dulce chica entre sus brazos y cerrilmente sonrió, negándose tercamente a abandonanar del todo la esperanza de dirigir la situación a un terreno más conocido, en donde el tuviera el control.
-¿Como el sol? - al fin salió de sus labios, junto a la impecable amabilidad y desapego que lo caracteriza y que siempre lo hace lucir tan sofisticado.
Margarita al oír el dulce tono de la voz de Gabriel, sintió morir la última neurona que le quedaba con sano juicio, llevo las manos a su boca, castigándola por abandonar su cordura y exclamar la verdad de su corazón, sin tan siquiera pensar en las consecuencias de dicha declaración. Margarita movió velozmente la cabeza de arriba a abajo en señal de un "Si", para luego solo arrepentirse avergonzada y mover la cabeza sin control en señal de un "No". Su cabeza daba vueltas por el caos en su mente, ya que ni en sus mejores y más fantasiosos sueños se había visto en una situación como la actual; en los brazos de su amado Gabriel, acompañados de la plateada luz de la luna, en completa e íntima soledad y sobre todo, el bello ángel a quien tanto admiraba, dirigiéndole la palabra acompañada de una hermosa y cálida sonrisa.

Esto definitivamente no podía ser real, no lo parecía para la perspicaz mente de Margarita, quien acostumbrada a soñar despierta y fantasear al borde de lo insano, dudaba profundamente de lo que sus ojos veían. Margarita sin pensarlo ni siquiera por un fragmento de segundo, como cada célula de su cuerpo estaba acostumbrada, comenzó a golpear sus mejillas enérgicamente, intentando torpe y absurdamente, entrar en conciencia, aterrizar su volátil imaginación en la tierra y dejar de alucinar tan hermosas cosas.
Gabriel no había recuperado del todo su personaje de calma y pulcritud, cuando este se va al suelo de golpe, sin ningún respeto por su persistente esfuerzo y esmero. El control apenas obtenido lo abandonó de la forma más ingrata, dejándolo nuevamente a merced de lo imprevisto y desconocido. Gabriel sintió sus neuronas estallar una a una al ver como aquella extraña y dulce chica, comenzaba a golpear sus mejillas, mientras se ordenaba a sí misma, -¡¡despierta Margarita, despierta!! -.
En la confusión más dulce, Gabriel a dádiva de su falta de pericia y torpeza, sujetó con suavidad las manos de Margarita, que lucían como las alas de una pequeña ave en un torpe intento por volar, las acerco a su cuerpo y las refugió de la impetuosa energía que habían desatado sin lógica movimientos sin sentido para él. Se miraron sin expresión alguna por fragmentos incalculables de tiempo, sin emitir sonidos, ni realizar movimiento alguno, el magnetismo de la fricción de sus miradas, buscaba algo que desconocían en ese momento, este impacto amenazaba con fusionar lo verde y dorado de sus miradas en busca de nuevos colores para este mundo, tonalidades utópicas danzantes desenfadadas, libres y rebeldes como las notas de música en la tormenta.

El tiempo se volvió extraño, pareció no tener sentido, el ambiente congelado en curiosa espera, los observaba a la expectativa de algo maravilloso, las estrellas, las nubes, el oxígeno, la noche entera se encontraban impacientes por ver el resultado de tan intrigante colisión, entre aquellos amables ojos verdes y míticos ojos dorados.
Margarita caracterizada por la suavidad de su dulce carácter fue la primera en ofrecer una respuesta a la intranquila espera del cosmos. Margarita sonrió enormemente, haciendo que sus ojos desaparecieran entre la alegría de su expresión, libró su dedo índice del suave agarre de las manos de Gabriel, lo extendió lentamente, y en un pequeño movimiento sigiloso, tocó el pecho del que había sido el sol para ella, la pequeña flor, con extrema sutileza y suavidad.
-Eres real y aun no estoy loca- musitó Margarita sorprendida, tan feliz como para no lavarse el dedo nunca más en la vida.

Gabriel advirtió como su coraza se derrumban partícula a partícula, dejando atrás su cuerpo, del cual había hecho morada, de pronto se sintió más ligero, un sentimiento de libertad se apodero de su corazón, subió por su pecho y explotó en sus labios, con una melodiosa carcajada.
- Realmente eres peligrosa - dijo sin dejar de reír y observar el risueño rostro de Margarita, quien lo observaba con los ojos resplandecientes de felicidad, más dorados e inmensos que nunca...

La InocenciaWhere stories live. Discover now