Uno, dos, tres...

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Sosegados pasos en dirección a la puerta de la habitación, inundaban las pupilas de Marco, quien aun flotando en una laguna de nubes, en lo más alto del firmamento, se negaba a bajar y que el maravilloso momento de ambos acabara. La noche había caído completa y silenciosamente, cubriendo en totalidad aquella solitaria casa con un manto de estrellas atestiguarte de besos y caricias, la penumbra en complicidad con el corazón de Marco, obligaba al reloj a detener su tiempo, para que Sofía nunca se fuera de su lado.
El alma de Sofía se hallaba torturada por muchos sentimientos, tanto por las cosas ahí dichas, como las que nunca alzaron vuelo y murieron en los labios. Sofía tocó con suavidad e indecisión la perilla de la puerta, sostuvo su fuerza en esta, tratando de reunir los trozos perdidos de su buen juicio, para resistir y oponerse valientemente a sus deseos de expandir raíces en aquella cama, convertir sus cuerpos en roca para la posteridad, al fundirse en un abrazo infinito. Marco incorporo su aun febril cuerpo de la cama, deseoso como siempre de oler su aroma, rozar su piel y que la hermosa sensación en su alma, de estar junto a ella, nunca desapareciera. Marco dirigió sus pasos hasta Sofía, cerró la angustiante distancia entre ellos, esta ya no era bienvenida en su nueva relación, fuera cual fuera esta, fulminó los centímetros entre ambos, provocando que su respiración impactara lacerante en su cabellera, fusionándose así el calor de su cuerpo con un leve temblor que recorrió la espalda de Sofía. Marco dejo caer su frente, en aquella furiosa y flameante cabellera, en un dulce movimiento depositó un tierno beso ahí, que coronó su cabeza, como reina y soberana de su inocente amor. Rozó su espalda, apenas apoyando sus dedos, intentando absurdamente contener el temblor de sus manos, separó su cabello, repartiéndolo entres sus hombros, despejando con dulzura su cuello, las vértebras de su columna delataban la delgadez y delicadeza de su cuerpo e invitaban a la mente de Marco a imaginar el final glorioso de estas. Marco hundió su nariz el aquel rincón inexplorado de su cuello , este olía como al cielo, mezcla del néctar más dulce y la poesía más sublime , deslizo zigzagueante su nariz por la suave y pecaminosa piel de Sofía, quien no se resistía al temblor que provocaba el roce. Acarició su piel, en un recorrido ojalá eterno, que desataba sensaciones indescriptibles amenazadoras y culpables de hacerles perder el poco control que les quedaba a sus deseosos cuerpos. En la intimidad del refugio en su cuello, depósito otro amoroso y gentil beso, que no hizo más que despertar sensaciones secretas en Sofía, merecedoras de estar prohibidas.
Un cosquilleo cálido recorrió el cuerpo de la joven carmesí, cosquilleo que burbujeo en su vientre, liberando mariposas que alzaron vuelo junto a la exaltación profunda que escapó de sus labios.
- Dos - dijo Marcos, con los labios aun adheridos a la tibia piel.
-¿cuantos besos cabrán en tu piel?, quiero algún día saberlo- musitó ruborizado.
En una apasionada caricia, sus dedos se aventuraron a despojar de sus ropas, unos de los hombros de la pelirroja.
-Tres - susurró besando su hombro desnudo.
-cada beso será un trozo de mí que quiero darte, " yo" es todo lo que tengo... y ahora te pertenece... - musitó delicadamente, con un incendiado rubor en las mejillas, que lo enmudeció avergonzado.
El corazón de Sofía brincó de sentimiento, su alma se volcó sumisa a merced de tan tentadora sugerencia, en sus oídos estas palabras no fueron más que la serenata de querubines. En sus labios se acumuló un deseo ferviente de responder a tan tímida, dulce e irresistible declaración. Debía responder, esta vez su corazón la empujaba a hacerlo, se encontraba lista para aquello. Su espíritu se volvió valiente, reuniendo al fin el coraje nunca antes permitido, cerró sus ojos, preparo su cuerpo para voltear mirar a Marco a los ojos y dejar que todo el torbellino de sentimientos fluyera por sus labios. Sofía volteó lentamente, el impacto de las miradas fue fulminante, la ausencia de pestañeo anunció lágrimas, pero cada segundo de lo que estaba por acontecer era digno de no ser desperdiciado en la oscuridad entre cada parpadeo. Abrió sus labios para al fin liberar su corazón de las cadenas del silencio, mientras Marco trataba de mantener la mirada fija, resistiéndose a su tonta manía de bajar la vista, sabía, algo profundo en su interior le gritaba desesperadamente que en ese preciso instante y más que nunca debía dejarse cazar por aquellos ojos rojos.
Un impactante sonido les robó el momento, volviendo miserable las ganas de una promesa, hermosos suspiros y un "te quiero". Ambos corazones agitados expectantes, sucumben al desconcierto de la procedencia de aquel horrible sonido. Marco abandonó la habitación con velocidad, sin explicación, sin palabra alguna, bañado en un sentimiento extraño, acompañado de temor y algo más, que Sofía no supo cómo nombrar en ese instante. La oscuridad y soledad de aquella habitación, agudizaron sus sentidos y la desventurada fortuna hizo que ella pudiera oír una serie de sonidos confusos y angustiantes, que solo hicieron crecer su temor, volviendo la habitan muy grande y a ella muy pequeña.
La tristeza se apodero de esa casa, la oscuridad aumento su intensidad, y el oxígeno se volvió escaso, la incertidumbre la invadió como plaga haciendo que su mente completara los vacíos de información con angustiantes escenas. Sofía luego de la nada, de un abismo de desconcierto pudo al fin oír algo conocido, la voz de Marco.
- papá...papá - en un tonto desconocido para ella, una voz opaca y desgarradora, que volcó su corazón sin piedad, hiriéndole el alma.
Sofía llevo sus manos a la cara, aferrando con fuerza estas a su rostro, ¿que debía hacer? , la confusión la gobernaba, su mente hacia corto circuito. Ella nunca había experimentado algo así, nada en su vida la había preparado para enfrentar el temor, la incertidumbre y sobre todo la disfunción. Sofía luego de un silenció agobiante, que flagelo furiosamente el ambiente, inundando de tensión aquella casa, decide abandonar la habitación y salir en busca de Marco. El sonido de sus pasos retumbaba en el silencio hiriente, Sofía luego de sentirse caminar sin rumbo, logra ver a marco al final de la escalera. Su silueta se dibujaba perfecta en la oscuridad de la habitación vacía, una nube de tormento cubría su cuerpo, el cual se veía pesado, oscuro y carente de vida.
- Marco...- llama el corazón de Sofía, transformado en un sonido apenas audible.
Marco levanta la mirada y tarda unos segundos en reaccionar al estímulo, su mente parece ida, en un viaje sin retorno.
-Marco... - repite Sofía, con la voz apretada en su garganta.
Sofía baja la escalera sigilosamente, tratando de no violentar la ausencia de sonido. Sofía extiende su mano lentamente, en busca del calor de Marco, quien yace rígido y ausente. Su mano logró alcanzar la de Marco, se aferró a esta expectante a una reacción, pero esto no aconteció hasta el tercer llamado.
- Marco- repiten sus labios.
Marco abandona el trance, vuelve al mundo, a la realidad, la dura y cruel realidad, mira la mano de Sofía durante incalculable tiempo, alza la mirada, impacta en sus ojos y algo apenas audible se escabulle entre sus labios, pero es suficiente para que Sofía lo entienda.
- debes irte...-
Sofía caminó hacia la puerta, antes de abandonar aquella oscuridad miró a Marco, quien aún parece no pertenecer a este mundo, su corazón se resiste a la partida, algo en su interior la obliga a permanecer ahí, pero su cerebro una vez más la empuja a actuar a merced de la razón.
Sofía cierra la puerta, con un sentimiento confuso y doloroso que opacó toda aquella felicidad antes experimentada, sus ojos aún se resisten a abandonar la imagen de Marco hundiéndose en la oscuridad, disolviéndose en la espesa penumbra.
Sofía entendió en ese preciso instante que jamás en la vida se perdonaría  el haber soltado su mano, en aquella sombría  noche eclipsada de tristeza  y soledad...

La InocenciaWhere stories live. Discover now