Bésame

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-Bésame - repitió Marco para sí mismo tras Sofía, embobado con el significado de tan hermosas palabras, mientras en su cabeza se hacía eco el sonido de tan tentadora orden.
Aquella peligrosa pelirroja, que yacía dulce y seductora entre sus brazos, pronunciaban las palabras más bellas que alguna vez fueron declamadas en este mundo , sonaron como la música del canto dulce de mil amaneceres en sus oídos, poco acostumbrados al sabor sedante de palabras cálidas . Marco deseaba que este momento fuera infinito, suplico a la tierra detener su órbita y al tiempo no peregrinan jamás, para guardar este segundo perfecto para siempre en lo más profundo de su ser, segundo en que todo era perfecto; la belleza de la penumbra en rostro, el manjar escondido en su lengua, el calor en su aliento y la promesa de amor en sus ojos. Nunca en la vida habían dolido tanto los segundos, el momento se le escapaba dejando una herida lacerante en su lugar, mientras el tiempo ingrato envejecía su deseo de ser eterno junto a ella, junto a Sofía, quien era dueña de todo lo digno en él, de todo lo que valía la pena en esta vida y sobre todo, de cada bendito suspiro de su joven corazón. Marco miró los labios de Sofía, que ardían de roja pasión , vio en ellos palpitar el dulce sabor de su roce y el movimiento oculto de su lengua, escondida tras ellos, esto no hizo más que despiadadamente desatar la furiosa pasión que se había hacinado días tras día , desde el primer momento, en que aquel vehemente apaciguado por la prudencia.
En un movimiento brusco Marco invirtió la posición en la que se encontraban, aplastando el delgado cuerpo de Sofía con el suyo. La expresión del rostro de Sofía, al impactar su cabeza de forma violenta en la cama lo llevo al cielo, convertido en vapor dado su ardor, toda su expresión era impresionantemente seductora, la llamarada de sus mejillas, por la vergüenza o el calor entre ambos cuerpos haciendo ebullición, la abertura de sus labios, la distancia entre sus bocas, el lento parpadeo y la forma irreal de sus pupilas.
El cabello de Sofía se encontraba expandiendo sus raíces en aquel lugar, en donde Marco encontraba el sueño y en donde más de una vez pensó en ella de esa forma, en esa posición, situación, afortunada instancia, en esa sugerente y sensual proximidad. El brillo de la oscuridad que bendecía aquella habitación, hacía que todo fuera posible, los rodeaba con la idea de los prohibido y los tentaba a dejarse llevar por sus deseos de librase de la famélica apetencia de amor que los consumía.
-bésame... - repitió Sofía, lo que sonó casi como una súplica de su agitado corazón.
Marco magnetizado y completamente obediente a las órdenes de aquella diosa escarlata, aproximó su rostro, sumergiendo su mano entre los salvajes cabellos de Sofía, articulando el agarre perfecto entre lo salvaje y la dulzura.
La distancia se ausento junto a los temores, la respiración de ambos se unían en una danza colérica de pasión, fusionándose eterna y majestuosa, como evidencia de la inocencia que poco a poco se escurría tras sus lascivas intenciones. El momento fue único, la vida de pronto fue más hermosa y por ese instante, el mundo solo supo de amor y felicidad.
Sofía luchaba con cada espasmo de su cuerpo, temblores la recorrían, como señal de la velocidad impetuosa de su sangre al fluir por su cuerpo, su corazón no soportaba tantas furiosas palpitaciones, cada parte de su cuerpo se encontraba al borde del colapso, su psique al borde del caos, danzando en la ribera de la cordura.
La fusión de sus alientos, la unión de sus labios en un sagrado y pasional beso, sello para siempre una promesa de amor eterno, cada centímetro de piel había florecido para encontrar en el otro el calor necesario para saciar la necesidad que ambos habían tenido desde siempre, necesidad de llenar el vacío, abandonar el frío de la soledad, de sentirse completos, de tener sentido en este mundo y sobre todo la necesidad de ser feliz.
Movimientos lentos sumergían sus corazones en un vertiginoso recorrido de placer, poros dilatados secretaban hormonas famélicas de pasión, cada centímetro de sus cuerpos resentía el magnífico poder de aquella avasalladora tormenta de pasión, los sentidos agudos, sensibles, dolorosamente expuestos abrumaban la capacidad para distinguir la realidad de una dimensión onírica, idílica en donde solo existían dos, volviéndose uno, perpetuos, infinitos, brillantes e inmortales.
Marco abrió sus ojos, deseaba verla, deseaba con todo el corazón confirmar que todo eso era real, ya que hasta ese día nunca había imaginado que se podía ser tan feliz, que el corazón podía sentirse tan lleno y que la noche podía ser tan brillante. Miro a Sofía, vio el movimiento hermosos de sus ojos tras los párpados, sintió el rose de su nariz en la mejilla, olió su respiración, escucho su vida fluir por sus venas y todo esto le pareció tan hermoso, que con dificultad, fuerza sobre humana pudo aguantar las lágrimas. Sofía también abrió los ojos, estos impactaron con los de Marco, pudieron ver sus almas claramente, desnudas y cristalinas, librase de todo secreto. Continuaron besándose, continuarían así se acabara sus tiempos en este mundo, así desapareciera el tiempo y se extinguiera la última estrella en el firmamento.
Sofía y Marco se miraron en silencio durante mucho tiempo, este había perdido sentido y lógica para ambos, ruego tras ruego, al fin el mundo había concedido su tan anhelado deseo, ambos se habían vuelto perpetuos, infinitos e inmortales juntos.
- ¿me vez?- dijo Marco temblando de felicidad.
- te veo- respondió Sofía, con una inexplicable lágrima rodando por su mejilla.
- yo también te veo... - con la voz apretada en su garganta. Marco apoyo su frente en el pecho de Sofía, refugiando su rostro en la calidez y fragancia de su piel.
-Me siento feliz, la soledad y la tristeza se han ido al fin y todo es gracias a ti...debo ser la persona más afortunada en la tierra y no sé qué pude hacer tan bien para tú me vieras - dijo Marco hundiendo su nariz en la piel de Sofía, mientras lágrimas agridulces caían a su muerte por sus mejillas.
- yo voy a cuidar tu corazón - dijo Sofía apretando a Marco entre sus brazos, mirando el techo fijamente, tratando con todas sus fuerzas de contener las lágrimas que deseaba abandonar sus ojos, mientras las de Marco hacían un río en su pecho.
Una tristeza indescriptible rodeo a Sofía, odió a su boca por no dejarla musitar todo lo que su corazón decía a gritos, se odio una y mil veces por no poder ser capaz de ser franca con sus sentimientos. Sofía cerró los ojos y enmudeció su llanto, ocultó la tristeza en el secreto de la oscuridad y pactó con la penumbra, a cambio de su alma, para que esta guardara para siempre el arrepentimiento de sus labios...

La InocenciaWhere stories live. Discover now