Epílogo

153K 9.2K 620
                                    

—Nuestros hijos crecen tan rápido, amor.

—Cierto, y amo cada etapa de ellos, pero ayer tu hijo Daniel me preguntó que si podía tener novia. Un niño de seis años, ¿y ya quiere tener novia? Dios mío.

Daniel se ríe a carcajadas porque sabe que eso es obra de Dylan. Su mejor amigo los malcría mucho porque su hijo es idéntico a él, muy guapo, encantador, y le gustan todas las chicas. Su niño y mis niños siempre juegan juntos cuando nos reunimos en el club y en nuestras casas.

—Hablaré con mi hijo y con Dylan porque seguro como el infierno que eso es cosa de él —dice todavía sonriendo y yo resoplo con una sonrisa.

Observo a nuestros niños Daniel, Frank, y mi niña de dos años Samantha Elizabeth, y siento un amor tan grande en mi pecho. Uno que no había sentido antes, pero ahora que soy madre y esposa, ese amor está multiplicado por cuatro. Mis hijos y mi esposo Daniel. Estamos abrazados mirando a nuestros niños jugar en el patio trasero de nuestra casa a las afueras de la ciudad. A ellos les encanta este lugar alejado de todo y en donde pueden correr y saltar libremente.

A mi espalda, Daniel comenta: —Desde el principio supiste cómo diferenciar a nuestros gemelos. Mierda, ¡yo todavía me confundo a veces!—Me rio, y curioso, él pregunta—: —¿Cómo siempre sabes exactamente quien es Daniel y el otro Frank?

—Eso es fácil, amor —replico—. Lo sé por el color de sus ojos. Aunque los de ambos son verdes, los de Daniel son un poco más intensos, y tienen motas de color azul.

—Ah, eso no lo había notado, pero lo tendré en cuenta para cuando hagan sus travesuras y se culpen el uno al otro, y entonces sabré a quién enviar castigado a su habitación.

Sonrío contenta, y me aprieto más a mi hombre.

—Ellos son idénticos a ti, y ahora tengo que lidiar con tres Daniel.

—Pero tú eres la reina de la casa y sabes cómo manejar a un Daniel a la perfección. —ronronea en mi cuello, lo besa, y susurra—: Con nuestra niña no hay ningún problema porque, que me condenen si mi princesa no es idéntica a ti.

Mi amado esposo tiene razón. Miro a mi preciosa niña con el amor maternal más grande que pueda existir porque ella es una copia exacta de mí.

Ella es mi pequeño clon, mi pequeña... —Sammy —susurro, y siento a Daniel tensarse a mi espalda.

Volteo a verlo, y en su rostro hay una mueca de dolor, de disgusto y de horror porque él sabe lo que eso significa para ambos.

Él niega y susurra atónito: —Samantha, no...

—Daniel... —lo interrumpo.

Me interrumpe: —Nena, no quiero nuestro pasado de mierda en nuestros hijos —declara en un gruñido enojado.

—Daniel, mírame —le pido con determinación y él lo hace. Pongo mis manos en su atractivo rostro y con vehemencia, añado—: Cariño, quiero que nos hagamos una promesa hoy y que dure para siempre. Quiero que dejemos el pasado atrás, quiero que el diminutivo de nuestros nombres ya no lo veamos con dolor, ni con odio. Nosotros crecimos escuchándolo de esa manera y nos hizo mucho daño, pero nuestros hijos no merecen eso. Ellos merecen escucharlo de ti y de mí, pero con amor —termino mi discurso con voz quebrada. y abrumado, mi esposo baja la cabeza.

Lo conozco, y sé que por su mente deben estar pasando todas esas veces en que su padre lo llamó "Danny". Ninguna de ellas de manera cariñosa. Después de un momento, él levanta su cabeza y mira directamente a nuestros hijos. Percibe su inocencia, el inmenso amor que siente por ellos, y después sus hombros se desploman en alivio absoluto, como si el peso de esos malos recuerdos abandonara al fin su gran cuerpo, su alma, y su corazón.

Me mira, y su mirada verde está llena de amor, de perdón. Y lo más importante, allí veo la promesa de que así será.

Sonríe, y luego dice complacido en mis labios: —Gracias, nena. ¿Qué coño me haría sin ti?

—Lo mismo que yo sin ti  —respondo con ternura, acariciando el crecimiento de su barba y lo beso suave y lento.

Cuando él agarra mi trasero y me besa más profundo, escuchamos a nuestros hijos gritar al mismo tiempo: —¡Mami! ¡Papi! ¡Queremos cupcakes! ¡Queremos cupcakes!

Nos reímos y ambos nos giramos para verlos venir corriendo hacia nosotros.

Daniel les dice: —¿Quieren cupcakes?

—¡Sí! —responden los tres con fervor.

—¿Ayudarán a su madre a prepararlos?—pregunta mi hombre.

Y ellos gritan al unísono: —¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!

—Bueno, mier...

—¡Daniel! —lo regaño entre dientes recordándole nuestro trato de no maldiciones delante de nuestros hijos.

Él carraspea, y animado dice: —¡Pues cupcakes serán!

—¡Yupi! —gritan ellos, y amo escucharlos emocionados por algo tan simple.

Así es como funcionan las cosas en la vida: la simplicidad es felicidad.

Mi pequeña niña estira sus brazos para que la cargue, lo hago, y le pregunto: —¿Me ayudarás a decorar los cupcakes, pequeña Sammy?

Ella solo asiente acurrándose en mi pecho y sé que pronto dormirá su siesta.

Amo y adoro a mi familia. Ellos lo son todo para mí, y me encantaría tener más niños, pero solo el futuro lo dirá.

Mis preciosos niños, Daniel y Frank, hacen lo mismo con su padre, y Daniel carga primero a Frank, y después declara algo que me dan ganas de llorar y de reír de felicidad al mismo tiempo.

Con amor, él dice: —Ven, pequeño Danny. Vamos a casa.

 Vamos a casa

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Cuidando de ti (Dragon's Family #1) (CORRIGIENDO)Where stories live. Discover now