Íbamos por la mitad del partido, estábamos en el descanso exactamente, aunque me cueste decirlo íbamos perdiendo, pero por pocos puntos. Aún había posibilidades de ganar.
Estábamos hablando con la entrenadora, estaba un poco alterada por que nos estaban ganando. Que alguien le diga a esta señora lo que es respirar, porque estaba hablando tan rápido que casi ni se la entendía.
En cuanto a Julian, era el que mas me animaba. Eso me emocionaba mucho, para que mentir, me hacía sentir especial. Era tan lindo conmigo.
-Oriana, ¿te queda claro?-me preguntó la entrenadora.
¿Qué tengo que hacer lo que yo quiera? Eso siempre entrenadora. En vez de decir eso, contesté con un simple sí, a lo que ella asintió y nos dijo que fuéramos entrando a la cancha de voley.
Los aplausos y los gritos de animo de parte de nuestro instituto se colaron en mis oídos y me hicieron sonreír automáticamente. Busqué a Julian entre las gradas, pero su asiento estaba vacío. Barrí el pabellón con la mirada y ¿Adivina que me encuentro?
Julian, hablando con una chica. Pero no cualquier chica. La mismísima Sabrina Roos.
Y ella hablaba de alejarme de Francisco.
Una mierda.
Él se estaba riendo por algo que ella decía, y no sé como pasó pero de repente noté como mi sangre se empezaba a calentar.
Alguien chocó conmigo, y fué entonces cuando me dí cuenta de que estaba parada en medio de la cancha con los puños apretados.
Los pensamientos bonitos que tenía hacia Julian hace solo unos minutos rápidamente fueron desplazados por unos no tan bonitos. Pero que se le va a hacer, él se lo ha buscado.
Prudence me miraba con confusión.
-¿Te pasa algo Oriana?
Sacudí la cabeza varias veces, negando, y sin responderle me dirigí directamente a mi sitio. De reojo pude ver como Sabrina sonreía con malicia.
Zorra.
(...)
Las jugadas iban pasando y el final del partido se acercaba. Yo simplemente no estaba en mi mejor momento, justo ahora la mano inquieta de la perra de Sabrina estaba en el muslo del niñero de mi hermano. Yo estaba que mordía. Aún estoy intentando averiguar el por qué.
Unas ganas de ir hacia donde estaban y darle una paliza a los dos me recorrían cada vez que ella se le insinuaba, y eso eran muchas veces, muchas, muchas, muchas veces. Lo peor de todo es que él le seguía el juego. Asqueroso.
Julian se había sentado en el banquillo para ver más de cerca el partido, o para estar con Sabrina aún no me había quedado claro.
La voz de la entrenadora me saco de mis pensamientos.
-Sabatini, concéntrate- ordenó ella a gritos.
El partido estaba muy igualado, íbamos empate, y para mi mala suerte este era el punto decisivo. Sacaba el equipo contrario. De reojo otra vez, pude ver como Julian se acercaba a la Sabrina y le depositaba un beso en su mejilla. Esto era demasiado, la ira y el enfado recorría todo mi cuerpo.
Oí como la entrenadora me llamaba y volví a la realidad, una perfecta oportunidad de rematar estaba delante de mí, así que decidí descargar mi enfado con el balón. Con un salto enérgico me coloque y golpeé la pelota con todas mis fuerzas haciendo un remate perfecto y de paso también decir que grité de la fuerza que le añadí al golpe.
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Mi niñero preferido
Teen FictionEstaban enamorados. Se notaba por la forma en que se miraron entre si... como si tuvieran el secreto más maravilloso del mundo entre ellos...