Capítulo 5: El mago y el Demonio

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Mirsha sabía que era un plan arriesgado, pero estaba casi seguro de que funcionaría. Tenía que funcionar.

Había guiado a las criaturas hasta ellos con una magia que ninguno de los muchachos pudo detectar, y ahora era su turno de actuar...

... pero se sentía tan cansado que por un momento deseó haberse envenenado con la canela, sólo para evitar sentirse así. Rogó por que los muchachos encontraran la fórmula y la aprovecharan.

Preparó el Cetro en su mano y, cuando el enfrentamiento comenzó, fue a darles alcance.

Con un hechizo hizo caer a Dante y una de las criaturas apuntó con la espada del muchacho hacia su propio cuello, inmovilizándolo en el suelo. Un nuevo hechizo y Lilineth había sido capturada también.

Gabriel resistió un poco más. Mirsha no quería lastimar a ninguno de los tres pero, finalmente, el arquero fue sometido de igual manera que sus compañeros.

El príncipe tenía un plan muy parecido al que los había llevado a él y a Liam hasta el Matadero. Sólo que, esta vez, él no planeaba viajar como prisionero.

Había ordenado que los dejaran con vida e ilesos, y las criaturas habían obedecido... al menos en la mayor parte.

Mirsha se acercó despacio, saliendo de su escondite apoyándose en el Cetro al caminar. Hasta eso suponía un esfuerzo. Al llegar al sitio de la pelea, notó los ojos de los tres muchachos clavados en él. Sintió un nudo en el estómago al ver que estaban mucho más heridos de lo que había pensado a la distancia, pero apartó la vista rápidamente al darse cuenta de que no podía mirar a ninguno a los ojos.

Quería explicarles...

—¿En dónde está el líder? —preguntó en cambio a uno de los monstruos, con la mirada aún fija en el suelo.

La criatura señaló un sitio hacia la izquierda con una de sus garras.

—Llévame hasta allá —exigió. Luego miró a los chicos de una forma que ninguno de los tres pudo comprender—. Tráiganlos también.

El grupo se dirigió en la dirección señalada hasta alcanzar a las otras dos criaturas, que aún sostenían las cadenas que aprisionaban a Alexander. El joven estaba de rodillas, inmóvil, y aún llevaba la cabeza cubierta.

—Creo que no son necesarias las cadenas —dijo, al ver que las criaturas comenzaban a atar a sus compañeros—. Estoy seguro de que no ofrecerán resistencia —añadió, haciendo resplandecer la esfera en la punta del Cetro de forma amenazante. Sin embargo, algo en su voz hizo que aquello sonara casi como una súplica.

—¡Traidor! —gritó Dante removiéndose, con genuino odio en la voz y una mirada asesina que le hizo saber a Mirsha que un descuido suyo le costaría la vida.

Se debatió con tal fiereza de las garras del monstruo, que logró librarse por unos segundos. Mirsha dio un paso atrás, seguro de que el muchacho iba a matarlo, pero justo en ese momento otra de las criaturas lo atrapó. Entre ambos monstruos sujetaron al muchacho, atándole las manos a la espalda.

—Sabía que era un error hacerte caso. Sólo querías de regreso tu estúpida gema. Debiste llevártela y dejarnos en paz —reclamó, tratando de liberarse sin éxito alguno.

A su lado, los otros dos muchachos no pusieron ni la mitad de la resistencia del asesino, lanzando al príncipe miradas que más que otra cosa parecían preguntarle el porqué de sus acciones.

Mirsha levantó la mirada para poder verlos a los tres. Sus ojos se cruzaron con los de Lilineth y luego con los de Gabriel. El muchacho evadió los ojos del arquero con rapidez al pensar en Gabriel Archinovi.

Cuentos de Reyes y Guerreros I: El MagoWhere stories live. Discover now