Capítulo 21: El mago y el asesino

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El asesino volvió a luchar, deshaciéndose momentáneamente de uno de los calarlaris que lo aprisionaba y alcanzando a ponerse de rodillas antes de ser detenido de nuevo.

Contempló con asombro como la cada vez más pálida piel de Mirsha desaparecía tras la luminosa ilusión del cuerpo de la bruja, quien lentamente abrió los ojos, mostrando un par de orbes azules como el cielo al amanecer, y que lentamente se tornaron del color de una noche despejada y sin estrellas.

Cuando pudo ver el rostro del mago, Dante se dio cuenta de que no quedaba rastro alguno de la seguridad ni la maldad o altanería que lo caracterizaban. Ahora no era más que la imagen de un niño ilusionado contemplando el milagro más grande que la vida pudiera haberle dado. No había más que un hombre con la esperanza de recuperar a quien tanto había amado.

—Thyrus... —susurro la mujer con dulzura fijando por fin su mirada en él.

—Grennya, mi amor —respondió el hombre con emoción sin poder contener el río de lágrimas que comenzó a fluir por sus mejillas.

La dulce mirada de la muchacha estaba llena de comprensión y, por un segundo, se dirigió a Dante.

El asesino sintió una punzada en el pecho ante el cuadro que veía. Por un instante le pareció comprender a Thyrus. Él había hecho todo lo que había estado en su mano para volver a ver a quien había perdido, del mismo modo en el que él siempre había deseado encontrar una forma de recuperar a Allison.

Y ahora, el mago había logrado su objetivo.

Pero, ¿a qué costo lo había hecho? ¿Cuánto mal había causado? La mente del muchacho pareció luchar por volver en sí, y pudo observar al mago como el hombre que sabía que era. Sin embargo, aquel segundo de comprensión se quedó grabado en su mente por más de lo que él mismo deseaba.

—Thyrus —repitió la hermosa mujer regresando su mirada al hombre—. Tienes que acabar con todo esto —pidió, elevando una de sus manos hasta tocar la mejilla del hombre un instante—. No puedes obligar a volver a quien no desea hacerlo, Thyrus —continuó la muchacha, dejando caer su mano—. No de esta forma. No cuando no es correcto —sentenció con tristeza antes de cerrar los ojos, casi como si acabara de despedirse.

La mujer volvió a recostarse, llevándose una mano al pecho, justo en el sitio donde la daga había terminado con la vida del príncipe y, al momento siguiente, la luz que la envolvía pareció volver a ese punto de donde había salido, y poco a poco el cuerpo de la mujer comenzó a desaparecer

La luz se concentró en ese punto y cuando la ilusión se terminó, el cuerpo del príncipe volvió a ser visible, aunque su mirada esmeralda seguía perdida por completo, incapaz de mirar nada de nuevo.

Justo en ese instante, lo que quedaba de la luz del hechizo cobró vida un segundo, desintegrando la daga en el pecho del muchacho y cerrando la herida con un remolino de magia que terminó por extinguirse.

La vida volvió a los ojos del príncipe y Mirsha se levantó de golpe en busca de aire como si hasta ese momento hubiese estado ahogándose.

El muchacho miró hacia todos lados, luciendo desorientado, fijando su mirada en Dante por un segundo, antes de mirar al mago frente a él.

Thyrus le regresó la mirada, impactado y retrocedió un par de pasos mientras comenzaba a negar con la cabeza, como si no pudiese creer lo que había ocurrido. Mirsha también retrocedió un poco, aún sobre la mesa, intentando alejarse del mago.

Eso pareció despertar al mago de su asombro y una expresión de absoluto odio se instaló en su rostro.

—Hiciste que se fuera —reclamó a Mirsha, lanzándose sobre él y aprisionando su cuello en un intento de asfixiarlo—. Por tu culpa Grennya se ha ido —repitió con rencor.

Cuentos de Reyes y Guerreros I: El MagoWhere stories live. Discover now