Capítulo 6: La espada y el Cetro

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Lilineth daba vueltas por la celda mientras la ira la carcomía por dentro. Al ser empujada dentro aprovechó para enviar otro mensaje por el comunicador pero aún no recibía respuesta y eso la volvía loca. Alexander iba a ser torturado y tal vez asesinado porque ella había decidido darle una oportunidad al príncipe para que los traicionara. Y tenía que hacer algo, aunque aún no sabía qué.

Entonces algo se le ocurrió al ver la vieja cerradura metálica del lugar y, dejándose caer junto a ella, empezó a susurrar un hechizo de fuego para lentamente ir derritiendo el interior de la misma y poder escapar.

Dante luchaba todo lo que podía contra las cadenas, deseando ser más flexible para alcanzar las ganzúas que solía esconder en su bota derecha. Parecía que sería imposible, o al menos extremadamente difícil.

—¿Dante, estás bien? —oyó la voz de Gabriel cuestionarlo a través de la pared.

Sonaba apagada como si su amigo estuviera cerca de quedarse dormido o como si estuviera demasiado débil para hacer cualquier cosa. Recordó las heridas que había sufrido y el que había bebido una fórmula. Debían salir de allí antes de que el efecto hiciera dormir a Gabriel.

Eso lo motivó aún más y en un doloroso movimiento llegó hasta su objetivo y se dispuso a soltarse.

El arquero no había recibido respuesta a su pregunta y eso le preocupaba. Dante era quien más había desconfiado del príncipe y si algo le pasaba a él, no iba a perdonarse. Pero se sentía tan cansado y adolorido que no tenía la fuerza para intentar escapar, por lo que se dejó caer junto a una pared y aguardo por una oportunidad de salir.

Dante había estado trabajando por horas para liberarse de las cadenas y por fin lo había conseguido. Pero salir de la celda era otra historia. La cerradura era tan vieja que sus ganzúas no harían más que romperla y dejarlo encerrado para siempre. Así que se resignó y espero a llamar la atención de alguien para que le abriera la puerta, mientras fingía seguir atado.

Por otro lado, Lilineth había conseguido su objetivo pero las criaturas estaban mirándola y no podría salir sin más. Y menos aún cuando el uso de su magia de esa manera tan controlada la había dejado exhausta y con dolor de cabeza. Deseó poder hacer otra fórmula de fuerza como la que había preparado para Mirsha, aquella que el joven no había bebido.

Pero no quería pensar en lo que el muchacho les había hecho porque la hacía sentir tonta y eso le molestaba demasiado. Así que se sentó en la celda y enterró su rostro entre sus brazos y piernas esperando que el dolor de cabeza pasara pronto.

 Así que se sentó en la celda y enterró su rostro entre sus brazos y piernas esperando que el dolor de cabeza pasara pronto

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—¿Están bien? —preguntó una voz conocida desde el otro lado de la reja.

Cuando la chica levantó la cabeza pudo ver que las criaturas habían abandonado el lugar, y que ahí solo estaba parado el príncipe. El muchacho se veía en extremo cansado, pero su mirada esmeralda parecía brillar.

Cuentos de Reyes y Guerreros I: El MagoWhere stories live. Discover now