Capítulo 14: Tormentas y espadas

101 15 9
                                    

Mirsha jugueteó con el frasquito vacío entre sus dedos. La sensación de mareo se había ido cuando la vista de Ziggdrall se perdió por completo.

Sabía que llegarían a Arlan hasta el día siguiente, así que tenía demasiado tiempo libre, por lo que decidió vagar por la cubierta contemplando a los marinos ensimismados en su trabajo, hasta que pudo ver a Lionel y Juvia, sentados sobre un par de cajas de madera contemplando el agua que se extendía frente a ellos como una interminable pintura.

El muchacho les saludó con media sonrisa, hundiendo las manos en su bolsillos.

Mirsha no sabía cómo sentirse respecto a volver a Arlan: si bien le alegraba volver con vida a su casa, no sentía que estuviese volviendo a un hogar. Darius había sido muy paciente, demasiado amable con él y, sin embargo, el muchacho aún no podía llamarle de otra forma que no fuese por su nombre de pila.

—Hace una tarde excelente, ¿no crees, Mirsha? —preguntó el soldado, llamándolo por su nombre—. Será un viaje apacible seguramente —comentó, acariciando el cabello de Juvia.

—Deberías ver el agua con nosotros —invitó la pequeña, hablando con bastante pena—. O mirar las estrellas cuando el sol se meta. Lio dice que podría leerlas —sugirió tratando de darle una sonrisa, parecía bastante agradecida por el viaje.

—No creo soportar mirar el agua por mucho tiempo sin marearme de nuevo —se disculpó el muchacho con media sonrisa, saliendo de su ensimismamiento—. Aunque suena bastante tentador leer las estrellas.

—Advierto que no sé mucho de ello —dijo Lionel sin poder evitar reír—. Pero haré lo que pueda. Mientras podrías ir a buscar a Kaiya; no tengo idea de donde se metió luego de subir al barco —sugirió.

—Yo sé un poco sobre astronomía. Podríamos intercambiar información —ofreció—. Y sí, es cierto... lo mejor será que vaya buscarla. No es conveniente no saber en dónde están todos —añadió, despidiéndose y dando media vuelta.

El muchacho caminó por la cubierta, aún con las manos en los bolsillos y perdido en sus pensamientos nuevamente.

Se suponía que buscaba a Kaiya pero no lograba concentrarse en otra cosa que no fuesen sus pensamientos hasta que terminó chocando con ella, quien parecía buscarlo también.

—Alteza, buenas tardes, creí que había abandonado la misión en cuanto nos dejó aquí arriba —saludó con media sonrisa.

—¿Y enviarlos solos a hacer desastres a Arlan? No lo creo —respondió sonriendo de lado.

—¿Desastres? Pero si yo soy una shërim inofensiva —se defendió la chica llevándose una mano al pecho como si aquello fuese algo que nunca le hubiesen dicho.

—¿Estás segura de eso? —tanteó el muchacho, acercándose hasta que la chica tuvo que levantar la mirada. Mirsha le apartó algunos cabellos violetas del rostro—. No me parece eso.

—¿Y por qué no? —cuestionó ella dibujando una sonrisa traviesa en su rostro.

—No me parece que seas del tipo de "chica tranquila" —dijo alzando una ceja pero sin dejar de sonreír.

—¿Qué se supone que significa eso, alteza? —reclamó con voz melosa, dando un paso al frente y quedando a escasos centímetros del muchacho.

—¿Qué piensas tú que significa? —susurró.

—Puede significar dos cosas —replicó acercando aún más su rostro al del muchacho—. O usted sabe algo sobre mí, o planea descubrirlo —murmuró divertida.

—Oh, definitivamente planeo descubrirlo.

La chica sonrió y ladeó la cabeza antes de tomarlo del brazo, invitándolo a seguirla.

Cuentos de Reyes y Guerreros I: El MagoUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum