Capítulo 18: El asesino y el plan

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~Dante~

Escuché todo el plan que Alexander había conseguido idear con ayuda de Sebastian y las personas de Arlan sin poder evitar tener ciertas reservas y, a pesar de haber conseguido el alta de la enfermería, las vendas eran molestas y mi pecho dolía un poco cada que me movía.

Me contuve de hacer comentarios, sabiendo que no lograría nada más que ser removido de la misión que, debía admitir, era buena y era probable que esta vez sí funcionase.

Cuando la reunión terminó me despedí de todos, alegando que quería descansar un poco antes de partir y me escabullí escaleras arriba hasta llegar a la habitación del príncipe.

El guardia de la puerta seguía allí y me lanzó una mirada llena de curiosidad que me hizo sentir incómodo y que me esforcé por ignorar; optando por entrar sin tocar a la habitación y encontrando a Mirsha sentado en la orilla de su cama con las piernas cruzadas y un libro entre las manos que, estuve seguro, no estaba leyendo en absoluto.

Él alzó la mirada extrañado y, antes de que pudiera preguntarme cualquier cosa, me dirigí a su ropero, comenzando a revolverlo sin autorización suya, encontrando, tal como esperaba, ropa que me pareció horrible.

No podía darme el lujo de escoger así que terminé tomando ropa oscura para ambos que pudiese parecerse al menos un poco. El muchacho ya se había puesto de pie, listo para impedir el saqueo de su armario, cosa que me sacó una sonrisa.

—¡Mirchis, cariño, qué bueno que te encuentro despierto! —exclamé con burla mientras le lanzaba uno de los conjuntos que atrapó con facilidad, para decepción mía.

Mirsha alzó una ceja, observando la ropa antes de botarla sobre la cama, dispuesto a volver a sentarse.

—¿Qué haces? —reclamé—. Te di la ropa para que te alistaras —me quejé, sintiendo que mi plan no sería tan fácil como lo había planeado. Al parecer la princesa no había entendido las palabras de Alexander.

—¿Alistarme para despedirlos? —preguntó con sequedad—. ¿Acaso quieres que te haga una fiesta?

No pude evitar rodar los ojos ante su comentario, lanzándole una mirada que le preguntaba si realmente había dicho aquello en serio.

—No. No quiero una fiesta —aclaré conteniendo mi frustración—. Ya te lo dije, lo que quiero es que te alistes —insistí, pasando de una mano a otra el conjunto que había elegido para mí.

—¿Para qué? —preguntó, mirándome como si hubiese creído que me había vuelto loco.

Contuve mis ganas de soltarle un golpe o un comentario ácido. ¿En serio no había entendido nada?

—¿Qué demonios estás tramando, Dante? —dijo tras observar la ropa unos segundos, como si realmente no tuviese ni idea de qué hacer con ella.

—¡Ay, vamos! ¡No hablarás en serio, enano! —me quejé, mirándolo incrédulo—. ¡Ya te dije! ¡Alístate! ¿Qué no ves que nos vamos de vacaciones? —solté con burla, esperando que esta vez lo entendiera—. ¡Nos vamos al paradisiaco Ziggdrall, en donde tendremos al mejor guía turístico! He oído que se llama Thyrus. ¿Vienes o no? —pregunté, comenzando a cambiar la camisa que Mirsha me había dado un par de horas antes por la nueva.

—Tienes que dejar de ponerte mi ropa —dijo el príncipe con una sonrisa cansada, pero por fin poniéndose en pie y sacándose su camisa blanca por la cabeza, despeinándose en el proceso—. Alexander no me quiere ahí. Te matará cuando se entere.

—Espera —pedí tratando de contener mis ganas de reírme de él—. Déjame ver si entendí, ¿en serio tú crees que Alexander no te quiere allí? —pregunté de forma específica para estar seguro.

Cuentos de Reyes y Guerreros I: El MagoOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz