Capítulo 17: El príncipe y el asesino

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Luego de aquella humillación, se dirigió a buscar a Liam.

El muchacho estaba sentado en un sofá de su habitación, dormido, con la cabeza colgándole de uno de los reposabrazos, y una pierna del otro. Tenía la boca abierta y un libro abandonado en el suelo.

—Liam —lo despertó Mirsha.

El muchacho brincó sobresaltado, como si le costara trabajo reconocer en dónde estaba.

—¿Qué quieres? —preguntó molesto, levantando el libro.

—Estás babeando —dijo con una mueca de disgusto—. Y ya es hora.

Ambos llegaron a la enfermería pocos minutos después. Una vez que el plan estuvo trazado, ambos sabían que no habría problema porque los descubrieran, puesto que Liam los llevaría al punto a donde planeaban viajar y los traería de regreso a ese mismo instante; sería como si nunca se hubiesen ido.

Mirsha se acercó a Dante, que aún dormía, para revisarlo. Una vez que se dio por satisfecho con el avance que había tenido el asesino a lo largo del día, y que estuvo seguro de que no tendría complicaciones, llevó su mano a la frente del muchacho, sacándolo poco a poco de su sueño inducido.

Dante abrió los ojos despacio y dejó salir un gemido.

Todo el cuerpo le dolía, incluso le costaba trabajo respirar, pero se sentía infinitamente mejor que unas horas antes, cuando había despertado y visto a Lilineth.

Cuando Dante abrió los ojos se encontró con la habitación casi a oscuras y no pudo evitar sobresaltarse levemente al descubrir dos ojos verdes que brillaban —como si se tratase de los ojos de un gato— reflejando la luz de la luna que se colaba por los ventanales.

—¿Acaso planeas matarme de un susto? —reclamó.

—Hola, amigo —dijo Mirsha, sonriéndole—. Sé que justo ahora te sientes bastante molido, pero creo que te encuentras en buen estado ya. ¿Quieres ir ahora o prefieres esperar a mañana?

Dante abrió los ojos de sobremanera.

—¡Claro! —respondió, comenzando a levantarse—. ¡Vamos!

Mirsha le puso las manos en los hombros.

—Tranquilo. Despacio. Algunas heridas deben cerrar aún, y si haces movimientos bruscos se abrirán de nuevo.

—Al demonio con eso —empezó el asesino.

—Dante —amonestó el príncipe con firmeza—. Tienes que hacerme caso.

»Iremos ahora —dijo al ver la desesperación en los ojos del chico—, pero necesito que hagas lo que te pido. El viaje en el tiempo podría afectarte y dejarte peor de lo que estabas si no haces caso a lo que te digo.

»Sabes que puedo obligarte a dormir hasta que sea necesario. ¿Tendrás paciencia? Ya casi tienes lo que has buscado y esperado por tantos años. Sólo espera un poco más, es todo lo que te pido.

El rostro de Dante se relajó y, cuando los ojos verdes tan parecidos de los dos muchachos se juntaron, Mirsha hubiera jurado que se miraba a sí mismo. Y, al mismo tiempo, pudo ver por una pequeña fracción de tiempo al niño que aún parecía vivir dentro del asesino. Un niño que pedía seguridad y cariño, que necesitaba a su familia. Que quería protegerla.

La imagen se desvaneció con un parpadeo del muchacho.

—Está bien —se rindió el asesino—. Anda, ayúdame a levantarme.

Mirsha se pasó un brazo de Dante sobre los hombros, levantándolo de la cama con cuidado.

Una vez que se aseguró de que podría mantenerse en pie, aunque fuese con su ayuda, y que no caería, lo llevó hasta la puerta de la enfermería, cargando con parte de su peso. Liam ya los esperaba ahí.

Cuentos de Reyes y Guerreros I: El MagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora