Supervisores

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Capítulo 7: Supervisores.

Hermione bostezó, buscando a tientas el reloj despertador de su mesita de noche. Cuando sus dedos lo encontraron, golpearon tan fuerte el botón de "apagado" que casi lo tira al suelo.
No sin cierto esfuerzo se deshizo de todas las mantas que la envolvían y le tentaban a quedarse en la cama. Se incorporó rápido, sin darse tiempo a pensárselo dos veces, y se tambaleó hasta la cocina.

Ese té no era lo suficientemente fuerte. Necesitaba café.

Apretó el botón de la cafetera y esperó a que la máquina hiciera su trabajo mientras abría la nevera y sacaba una pieza de fruta. Se la llevó a la boca y le dio un bocado sin ni siquiera haber visto qué era. Era una manzana. Ella dejó caer el corazón de la misma en la papelera justo cuando la cafetera pitó un par de veces. Ya estaba listo. Deslizó una taza bajo el surtidor y observó cómo el líquido negro llenaba el recipiente. Añadió leche, pero no azúcar, y tomó un primer y amargo sorbo, quemándose la lengua.

Después de terminarse el café, se encontró mucho más que despierta. Se metió en la ducha y se vistió con una de sus túnicas más arregladas. Al salir del baño se dirigió al salón y cogió su nuevo móvil, metiéndoselo en el bolsillo. Era un poco extraño el hecho de llevar un teléfono encima. Supuso que se acostumbraría con el tiempo... o que acabaría deshaciéndose de él.

Suspirando, usó los polvos Flu para llegar al Ministerio.

Le tomó un tiempo pasar todos los controles, aunque no todo el que le hubiera llevado de no haber sido Hermione Granger. Pronto se encontró en el Departamento de Aurores, frente al Jefe de Aurores y aquellos que habían sido asignados personalmente a Malfoy, Caffrey y Burke.

—Es sencillo, ¿usted quiere que le vaya bien, verdad? Quiere que consiga superar con éxito este año y acabar siendo una mejor persona. Bien, entonces necesitará identificación muggle. Eso es todo —Hermione hizo una pausa para mirar a los ojos al de mayor autoridad—. Si no le consigue una, le condenará directamente al fracaso. A pesar de que la situación es dura para él, sorprendentemente lo está llevando bien... Pero no conseguirá un trabajo sin la documentación adecuada.

Los tres hombres de la habitación parecían más bien escépticos.

—¿Quiere un trabajo? —preguntó uno de ellos.

Hermione frunció los labios, haciendo todo lo posible por mantener su temperamento a raya.

—Sí. Él está dando lo mejor de sí. Está aprendiendo a cocinar, a limpiar, a hacer todo lo que nunca ha hecho sin magia. Está tratando de aprender cómo jugar en el terreno de los muggles —ella miró fijamente a uno de los aurores, al que la situación le parecía divertida—. Me encantaría verle intentando hacer lo mismo durante una semana —replicó.

Burke se encogió de hombros.

—Soy hijo de muggles, lo he hecho.

Al escuchar aquello, perdió un poco la compostura.

—Oh. Bueno, yo también —balbuceó ella—. Pero lo que quiero decir es que no puedes ir por el mundo muggle sin identificación. Podrían detenerle por eso. Estoy segura de que no será difícil para ustedes conseguirle una.

El Jefe de Aurores miró críticamente a Hermione.

—¿Te responsabilizarías de él si le damos los papeles que necesita?

—Por supues... espere. Ser responsable de él, ¿cómo? ¿Por qué? El Wizengammot le quitó su magia, y él sabe perfectamente que si se pasa de la raya lo mandaréis de cabeza a Azkaban —dijo ella, sin entender a lo que se refería—. ¿Por qué debería ser responsable de él?

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