Fuera

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Capítulo 43: Fuera.

El diente de Draco lo estaba matando. No había tomado café o té caliente esa mañana, y a la hora del almuerzo se había ido del trabajo. Tomó algunos analgésicos y se sentó en su sofá, sintiéndose miserable. El diente había empezado a molestarle un par de días antes, pero ahora había dado un paso más y le estaba doliendo bastante.

Cuando Hermione regresó a casa lo encontró bastante pálido y desaliñado gracias a pasar la tarde tirado en el sofá. Si no le hubiera parecido tan dolorido podría haberse reído al verlo tan fuera de su carácter. Se sentó en el brazo del sofá y le apartó el pelo de la frente con suavidad.

—¿Qué pasa?

—Me duele un diente. Me enviaron a casa del trabajo y tomé esos estúpidos analgésicos muggles, pero no me han ayudado —dijo con desgana—. ¿Me estoy muriendo?

—No te estás muriendo, pero probablemente deberías ir al dentista.

Y por si el insoportable dolor de muela no fuera ya castigo suficiente, Hermione le dio una charla exhaustiva sobre la necesidad de cuidar la higiene dental más allá del cepillado diario, incluyendo cosas como cepillarse la lengua, el hilo dental, el enjuague bucal y las visitas regulares al dentista. Draco pensó que cepillarse los dientes debería ser suficiente para los mortales.

—Honestamente, me sorprendería que no tuvieras una carie. Últimamente te has aficionado a los refrescos y eso es horrible para tus dientes. Buscaré mi agenda telefónica y pedirás una cita con el dentista.

Frunciendo el ceño, Draco se incorporó.

—¿Qué hará el dentista si tengo una carie? —preguntó con inquietud.

—No te va a gustar la respuesta.

—Dímela de todas formas.

Ella se lo dijo. No le gustó la respuesta en absoluto.

Finalmente Hermione le había convencido de que no había alternativa. Lo que estuviera mal con su diente necesitaba atención profesional.

. . . .

Había varios pacientes en la consulta, incluyendo un niño que estaba llorándole a su madre mientras esta regañaba a su hermano mayor. La mayoría de los adultos parecían impacientes o malhumorados. Definitivamente preferían estar en cualquier otro lugar en ese momento.
Hermione sostuvo la mano de Draco.

—Estarás bien. Mis padres eran dentistas, nadie va a intentar hacerte daño. Además, podría no ser una carie.

—¿Por qué no me hablaste antes sobre ese asunto del hilo dental y el enjuague bucal? —gruñó.

Ella frunció los labios.

—Francamente, no se me ocurrió que no lo supieras.

—¿Draco Malfoy? —gritó la recepcionista.

—Estaré aquí cuando salgas —le prometió Hermione, abriendo su bolso y sacando un libro. Había enviado a Athena para que le hiciera llegar a Belby una carta donde cancelaba la lección de ese día y programaba otra más adelante.

Tratando de no mostrar ninguna de las emociones que estaba sintiendo, Draco siguió a la mujer hasta una de las puertas de aquella consulta. Cuando entró dentro y ella cerró la puerta, lo primero que vio fueron todas las herramientas brillantes de metal que descansaban junto a un gran asiento en mitad de la habitación que, sin duda, parecía que podían causar dolor.

La higienista de la sala le sonrió.

—¿Nervioso? No te preocupes, mucha gente lo está aquí, pero te prometo que seré amable. ¿Ayudaría si te hablara?

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