Estereotipos

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Capítulo 22: Estereotipos

Draco y Hermione estaban sentados en el sofá. El desayuno en la mesa, y en la televisión de Hermione una muchacha ataviada con un vestido azul andaba por un camino de ladrillo amarillo. Draco había hecho unas cuantas preguntas, incluyendo: ¿Por qué todo es gris? ¿Se supone que la dama que odia a los perros es una bruja? ¿Estás segura de que Glinda y la dama verde son brujas? Y (la favorita de Hermione): ¿A quién se le ocurriría lo de las zapatillas de rubíes mágicos?

Hermione había respondido todas las preguntas con buen humor. En un momento dado, había detenido la película e intentado explicarle sobre los políticos sin valor, los agricultores sin cerebro, la industria sin corazón y el estándar de oro contra el estándar de plata. A mitad de camino de la explicación sobre los estándares monetarios Draco levantó la mano.

—Para. No entiendo la política muggle. La política de los magos ya es bastante complicada como para entender también ésta.

La morena se rió silenciosamente para sí misma y comenzó a reproducir la película de nuevo.
Draco había dejado una nota bajo su puerta el viernes antes de ir a trabajar, donde le proponía invitarle esa mañana para desayunar e indicando que, si lo hacía, él proporcionaría el entretenimiento. Ciertamente aquella película era entretenida para ambos.

Ella había tenido la intención de permanecer despierta la noche pasada hasta que él llegara del restaurante, pero había tenido una semana muy larga y se durmió mucho antes de que Draco hubiera salido de trabajar. De hecho, se había quedado dormida con un libro en la cara.

—Esa es una de las cosas más feas que he visto —comentó él.

—Los monos alados son uno de sus inventos más reconocidos. Aunque tampoco estoy muy segura de lo que se supone que representan, ¿café? —preguntó ella, tomando su taza y haciendo el amago de levantarse.

—Sí —dijo él, haciéndole un gesto para que se quedara sentada, tomando las dos tazas y dirigiéndose a la cocina mientras miraba por encima del hombro los monos alados en la televisión.

—Puedo pausarlo, ¿sabes?

—Puedo verlo desde aquí —respondió él, llenando las tazas de café. Una pequeña sonrisa apareció en sus labios de repente. Ver esa película con Hermione era claramente mejor que verla con cualquier otra persona. Volvió al salón y le entregó a Hermione su taza: café con mucha crema, sin azúcar. Luego se sentó a su lado para disfrutar de la película. La vieron durante un rato, pero Draco no tardó en volver a abrir la boca—. ¿Por qué no vuelve a casa en escoba? Para eso la tiene.

Hermione se rió de la expresión de indignación de Draco un poco más tarde, cuando Glinda reveló que Dorothy podía volver a casa juntando sus talones.

—¿Por qué no se lo dijo antes? Eso es simplemente cruel. —En un golpe de brillantez, Draco exclamó—: ¡Es Umbridge!

—¿Perdón? —preguntó Hermione.

—Glinda. El vestido rosa y las sonrisas. No sé cómo no me he dado cuenta antes. Es como Umbridge, maldad oculta detrás de imágenes de gatitos.

Hermione lo miró por un momento y se echó a reír. Nunca lo había visto así.

—Si lo piensas bien, es peor. Ella usa a Dorothy para despachar a sus enemigos –la Bruja del Este y la Bruja del Oeste–, y luego sólo está cerca para gobernar Oz mientras Dorothy vuelve a casa. Mira, ahí está ella.

Vieron cómo Dorothy (todo en escala de grises otra vez) recuperaba el sentido en su propia cama, rodeada de su familia.

—Así que todo fue un sueño, ¿no? —preguntó Draco.

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