Capítulo 25

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Parpadeé un par de veces perpleja por verlo allí.
—¿Qué estás haciendo  acá?—pregunté bruscamente zafándome de su mano que me agarraba con firmeza.
Di unos pasos hacia atrás. Necesitaba distancia entre los dos.
Martín me miró desconcertado.
—Pau ¿Qué sucede?
¿Cómo se atrevía a preguntarlo?
La primera discusión que teníamos y él corría con Carola.
—Es Sofía, está internada —contesté sabiendo que no era eso a lo que se refería.
—Eso ya lo sé. Tu hermano me avisó. ¡Lo que no puedo creer, es que haya tenido que ser él quien me avisara! ¿Cómo no me llamaste Pau?
¿Hablaba en serio? ¡Era el colmo del descaro!
¡No tenés cara Martín! —espeté alzando apenas la voz.
Sus ojos se abrieron como platos.
—¿Que no tengo cara? ¿Por qué decís eso amor?
Esto ya era demasiado. La rabia, el dolor y la desilusión formaron un tridente explosivo dentro de mi, y exploté.
—¡Claro que te llamé idiota! —grité olvidando que estábamos en medio de un pasillo de hospital.
Martín volvió a acercarse y a tomarme del brazo.
—Pau... ¡Por Dios! Estamos en un hospital. Bajá la voz —me ordenó entre dientes.
Tenía razón... ¡Y odié que la tuviese!
Lo reté con la mirada, y de un tirón volví a deshacerme de su agarre.
—No me toques —le ordené.—Te llamé Martín. Pero claaaro el señor estaba demasiado ocupado para atenderme. ¿Lo pasaste bien con Carola? —le pregunté con asco.
El rostro se le desencajó. Pude oírlo maldecir por dentro al tiempo que se pasaba (como siempre que estaba nervioso) las manos por el cabello.
—Paula escuchame
—¿Qué querés que escuche? Te pusiste como un loco porque me encontré con Sebas, y entonces ¿Vos qué hacés? ¡A la primera de cambio corres con ella! ¿No?
Me senté en uno de los asientos con los brazos apoyados en las rodillas.
—Creo que está todo muy claro —dije tomándome la cabeza con las manos.
Martín se sentó a mi lado y tras unos segundos de silencio colocó con recelo una mano en mi espalda.
—Preciosa, creo que este no es el momento ni el lugar para discutir. Te ves cansada... ¿Comiste algo?
¿Comer quién podía pensar en comer?
—No tengo hambre. Y no creo que quede mucho por decir ¿No te parece? —lo desafié.
—No, no me lo parece Paula. ¡Por supuesto que tenemos mucho de que hablar! —dijo decidido — Y también es hora de que aclare ciertos puntos con Carola... —comentó casi para si mismo.

Lo vi levantarse y desaparecer por el largo pasillo.  Permanecí inmóvil, demasiado agotada física y mentalmente como para impedirlo.
Apoyé los pies en el borde del asiento, me abracé las rodillas, y permanecí así, no sé cuanto tiempo, con la mirada clavada en el espacio vacío que había dejado Martín. Me sentía parte de un mal sueño del que, aunque me esforzaba, no lograba despertar. Gruesas lágrimas escapaban de mis ojos sin que me molastese en secarlas.
—¿Un café? —. La voz de Martín me trajo de vuelta.
En un acto reflejo limpié mis lágrimas. No quería que me viese llorar. Nunca me había gustado llorar delante de la gente, lo veía como un rasgo de debilidad. Lo último que deseaba era que Martín me viera llorando por él.
Abrí la boca dispuesta a rechazar el café que me ofrecía. Odiaba el sabor del café barato que servían en los hospitales. Pero cuando levanté la mirada me sorprendió encontrar a Martín ofreciéndome un jarro de humeante cappuccino.
No pude resistirme. El ruido que había comenzado a hacer mi estómago más el olor del delicioso café lograron que mi orgullo diera un paso al costado.
—Gracias —dije aceptándolo. —Creí que te habías marchado —comenté.
Me dedicó una media sonrisa antes de contestar.
—¿Irme y dejarte acá sola? Eso no entra en mis planes. Sé que no te gusta el café que sirven en estos lugares, así que salí a conseguirte un café decente. Espero que sea de tu agrado —dijo esto último señalando mi vaso de café.
—No debiste molestarte —murmuré y me dispuse a destaparlo.
Una colonia entera de mariposas que permanecían moribundas, revivieron y revolotearon en mi estómago cuando le quité la tapa.
—¿Y esto? —pregunté sorprendida.
Sobre la superficie del café había dibujado con la espuma, un corazón.
—Mmm les quedó bien ¿No crees?
—Martííín —suspiré resignada.
—Si no te gusta... Te lo cambio por el mío —dijo ofreciéndome el suyo.
—No te lo pienso cambiar... ¡Este corazón es mío!
—Tenés razón ese corazón es tuyo —. Me tomó una mano y la apoyó sobre su pecho y yo creí que iba a morir allí mismo —Y éste de acá también lo es preciosa. ¿Sentís como late acelerado?
Asentí en silencio.
—Es porque estás a mi lado. Sólo vos, mi vida, lo hacés latir de este modo—continuó.
Mis ojos se fijaron en su pecho, a través de la fina tela de su camiseta sentí claramente los erráticos latidos de su corazón. Un corazón que latía desbocado, al igual que el mío; Que parecía que en cualquier momento se me iba a salir del pecho.
—¿Cómo llegamos a esto? —pregunté quitando mi mano de su pecho y elevando la mirada para verle a los ojos.
—Preciosa...todo esto que pasó es producto de un gran malentendido.
—Martín...Carola atendió tu celular. No me podés decir que no estuviste con ella —. Me concentré en revolver lentamente mi café mientras esperaba su respuesta.
—No lo voy a hacer. No puedo negártelo. Carola estuvo en mi casa, pero fue con Emily. Yo iba de salida, me disponía a buscarte. No sabía donde te habías metido, tu mensaje diciendo que estabas bien, no me era de mucha ayuda. Llegaron buscando un documento que yo tenía.
—¿No era algo tarde para trabajar?
—Ya te expliqué que Emily está apurada en terminar todo lo antes pusible para poder irse.
—Ya se está tardando en hacerlo. Es más, ya que está podría llevarse a su amiguita—comenté sarcástica.
Martín me miró con un atisbo de diversión en la mirada ante mi comentario cargado de celos.
—La cuestión es, que seguramente Carola atendió la llamada, en el momento que fui por el documento a la habitación. Demoré unos minutos porque los tuve que ordenar antes de llevárselos.
Ahora comenzaba a tener sentido. Esa perra siempre supo que me gustaba Martín. Lo había notado, las mujeres tenemos un sexto sentido para estas cosas. Y en cuanto vio la oportunidad de molestarme no dudó en hacerlo.
—Nunca te dijo que yo te había llamado ¿Verdad?
—Jamás lo hizo preciosa... Te lo juro.



SIEMPRE TUYA (COMPLETA)Where stories live. Discover now