Capítulo 101

2.3K 229 17
                                    

Un mes después.

Paula:

—¿Qué te pareció, preciosa?—preguntó Martín sentándose junto a mi para desayunar.

—Es perfecta, pero... no lo sé....—titubeé.

—¿Cuál es el problema, Pau?

—Martín, ¡Es hermosa! Es el sueño de cualquier persona pero ¿No te parece algo excesivo el precio?

—Preciosa, no te preocupes por eso. De verdad, puedo darme el lujo de darle a la mujer de mi vida, la casa de sus sueños.

Miré nuevamente el folleto que nos había entregado el agente de bienes raíces luego de mostrarnos el hermoso caserón.
Era una casa muy hermosa. Amplia, con una iluminación extraordinaria, un enorme jardín con pileta y quincho.

Cuando regresamos de nuestra velada en la playa, Martín insistió comprar una casa donde vivir los tres. Mi casa resultaba pequeña y su departamento de soltero lo había alquilado cuando se radicó en Londres.
Así que, si pretendíamos comenzar a vivir juntos necesitábamos un nuevo sitio donde hacerlo.

Martín tenía razón, podía darse el lujo de comprar aquella casa. Sobre todo luego de que su prima le ofreciera el puesto de gerente general de la nueva planta de Textiles Valdez que pronto se instalaría en Uruguay.

—¿Te gusta la casa, preciosa?—preguntó.

—Mucho...

—¿Te ves viviendo en ella?

Asentí sin dejar de observar las fotos de aquel folleto que no le hacían justicia a la verdadera belleza de la casa.

—¿Podés visualizar a nuestra familia y amigos reunidos en el quincho disfrutando de un rico asado?

—¡Sí!

—¿Te imaginas a Sarah correteando por el jardín?

Volví a asentir sonriendo al imaginar a la pequeña jugando con Chueco por aquel espacio.

—Tendrá espacio suficiente para jugar—murmuré.

—Es un lugar perfecto. Para cuando nazcan sus hermanos habrá espacio suficiente para todos—comentó muy serio.

—¡¿Sus hermanos?! ¿De cuántos niños estás hablando exactamente?

Martín se encogió de hombros.

—No lo sé, preciosa... ¿De todos lo que se pueda?

—¡Estás muy loco, Martín Valdéz! —exclamé riéndo.

Martín largó una sonora carcajada.

—Que esté loco no es una novedad. Estoy loco de amor, preciosa, y ambos sabemos quién es la causante de semejante locura —susurró enterrando su rostro en mi cuello y dejándome un beso allí.

—Muy bien, hagámoslo—dije entonces.

Martín abandonó mi cuello.

SIEMPRE TUYA (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora