Capítulo 28

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Tras una noche en la que  apenas logré dormir, entre visitas de enfermeras que entraban a controlar el estado de Sofi, desperté al recibir un mensaje de texto de Martín.
  
<Buenos días preciosa. ¿Cómo pasaste la noche? Extrañé despertar contigo...>

En mi rostro se dibujó una sonrisa bobalicona ¿Cuánto hacía que no despertaba con un mensaje de buenos días, de esos en los que se nota que le importas a la otra persona? A decir verdad, no lo recordaba.
Sin dejar de sonreír comencé a teclear rápidamente.
 
  <Buen día hermoso. Fue una noche movidita, yo también te extrañé>
De inmediato obtuve respuesta.
   
<¿Movidita? Esperá a que te agarre y vas a saber lo que es una noche movidita>

Ese simple mensaje fue suficiente para sentir que mi tanga se mojaba. Me sentí traviesa y con ganas de seguirle el juego.
    
<Ya estoy deseando que lo hagas>
Nuevamente su respuesta no se hizo esperar.
    
<Paciencia preciosa...  En un rato salgo para la clínica. Ahora...estoy a punto de meterme en la ducha ;-) >
¡Estaba jugando conmigo! le contesté con un simple
   
<Ok te espero>

Ya no podía seguirle el juego si quería mantener el control.
La imagen de Martín bajo la ducha, con el agua resbalando por su cuerpo, hizo estragos en mi cabeza. ¡No podía dejar de pensar en ello!

Media hora más tarde llegaron con el desayuno de Sofi. Se incorporó con cuidado en la cama mientras yo acomodaba sus almohadas.

—Con cuidado Sofi...¿Cómo te sentís hoy? —pregunté acercándole la mesita en donde habían dejado la bandeja con su té con leche y unas tostadas con mermelada.

—Me siento algo cansada, pero fuera de eso, estoy bien.

—Es normal que te sientas así, después del stress por el que pasaste.

—Ay Pau...¡Debo de verme horrorosa!—dijo pasando sus manos por el cabello algo revuelto.

—Sofiii vos siempre te ves bien.            Incluso después de todo lo que pasó, estás fresca como una lechuga —le aseguré.

Tenía el labio inferior apenas hinchado por el golpe que se dio al caer, pero apenas se notaba.

Luego del desayuno, la ayudé a peinarse.

Cuando llegó su ginecóloga a verla y le indicó que debía permanecer un día más en observación, lo primero que hizo fue pedirme que trajera de su departamento el neceser con sus cosméticos.
Claro...¡Antes muerta que sencilla! Siempre había sido su lema.

—Pau ¿Por qué no te vas a descansar?—me sugirió, y debo confesar que la idea fue por demás atractiva. ¡Necesitaba dormir un par de horas de corrido!

—¿Seguro que vas a estar bien?—pregunté. Sólo me iría teniendo la certeza de que estaría bien en mi ausencia.

—¡Claro! Andate tranquila amiga.

—Está bien, entonces en cuanto llegue Martín me voy a descansar un rato y regreso por la tarde ya para quedarme.

—Gracias...pero no necesito que te quedes por la noche Pau. Acá vienen enfermeras a cada rato a ocuparse de mi. Mejor, vos ocupate de Tincho, que a juzgar por la marca que te dejó en el hombro...¡Te necesita más que yo!

—Ja ja ja que considerada ¡Gracias amiga! —respondí divertida.
   

En cuanto Martín me avisó que había llegado, bajé a su encuentro, hasta la planta baja del sanatorio.

Se me paralizó el corazón durante un lapso de segundos. Definitivamente, verlo vestido de traje era impresionante. No sólo estaba el hecho de lo bien que se veía así vestido, también estaba la forma en la que me miraba mientras caminaba hacia él. Parecía querer comerme con los ojos y esa barbita que llevaba iba a volverme loca.

Me concentré en dar un paso tras otro hacia él, sin terminar dándome de bruces en el suelo.

Cuando llegué a su lado, me dedicó la más hermosa de las sonrisas. El aroma a Aqua di Gio me invadió incluso antes de llegar ante él. Y esa conjunción, de sonrisa radiante, mirada provocadora y perfume seductor fue suficiente para que sin pensarlo, ni importarme el lugar donde estábamos, me tirara a sus brazos.

—Buen día —dije, cuando me colgué de su cuello enredando mis piernas alrededor de sus caderas.

—Buenos días princesa —contestó antes de dejarme nuevamente en el suelo y besarme —. ¿Cómo sigue Sofía?—preguntó colocando un mechón de pelo detrás de mi oreja.

—Mucho mejor. Pero debe quedarse una noche más internada.

—O sea que...¿esta noche también te vas a quedar acá?

—Tranquilo, Sofi me dio la noche libre para que...me ocupe de vos.

—¿Ah si? ¡Que grosa Sofia! A partir de ahora, ocupa el segundo lugar en mi lista de mejores amigos sin lugar a dudas.

—Creí que yo ocupaba ese lugar —dije fingiendo estar ofendida.

—Preciosa...¡Vos ya escalaste varios puestos en mi ranking! Estás en otro nivel.

—¡Que emoción! Y... ¿Tengo beneficios extras por eso? —le pregunté coqueta siguiéndole el juego.

—Por supuesto. Podés disponer de este cuerpo —dijo mientras se señalaba —para cubrir todas tus necesidades —comentó esto último en mi oído.

Puse los ojos en blanco...

la modestia no es lo tuyo cariño—pensé.

—Entonces, podés empezar ya a cubrir esas necesidades —. Me sonrió de lado, seguro se estaba imaginando que le pediría sexo.
Se lo podría haber pedido, pero mi estómago estaba crujiendo en ese momento. Mis prioridades eran otras.

—Perdón por pincharte el globo amor pero... mi mayor necesidad en este momento es un buen desayuno ¡Muero de hambre!

—Sus deseos son órdenes señorita. Vamos, te llevo a desayunar. —Me tomó de la mano y caminamos hacia la salida —.¿Por qué ibas a pincharme el globo? —preguntó.

—Porque estoy segura que estabas pensando en sexo —comenté mientras caminábamos hasta el auto.

—¿Yooo? Para nada.

—Estabas pensando en sexo, amor.

—Para nada —contestó aguantando la risa mientras me abría la puerta del vehículo.

—Admitilo ¡Pensaste en sexo! —dije ni bien lo tuve a mi lado nuevamente.

—Que nooo —repuso poniéndose el cinturón de seguridad.

—Que siii —insistí riéndo.

Me miró muy serio,  luego elevó una ceja y finalmente dijo lo que yo ya sabía.

—Siempre pienso en sexo si te tengo cerca ¿Contenta?

—¡Contentísima! —contesté mientras me ponía el cinturón —. Ahora arrancá de una vez que estoy famélica —le ordené acomodándome en el asiento.

—Como ordene su Majestad —se burló. Era su forma de hacerme saber que estaba comenzando a comportarme como una bruja.

—Perdón ¿Podemos irnos de una vez?—reformulé mi pedido.

Tomó mi mano y la llevó a sus labios.

—Claro princesa. Vamos a donde sirven el mejor desayuno de Montevideo.

En el trayecto no pude evitar suspirar un par de veces. Martín me hacía sentir en las nubes todo el tiempo. ¡Y me tenía una paciencia! Lo adoraba por eso...me sentía cada día más enamorada y era una sensación increíble...aunque también me daba mucho miedo.

SIEMPRE TUYA (COMPLETA)Where stories live. Discover now