Capítulo 64

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Los días siguientes  transcurrieron con normalidad.
A Martín no lo había vuelto a ver, y la relación con Sebas se había encauzado.
Estábamos a dos días de Nochevieja, y como buena Uruguaya, había dejado para último momento la tediosa tarea de las compras navideñas.
Con Sofi acordamos ir juntas a realizar las compras, y por la tarde, pasé  buscarla por su casa.

—Esto es un infierno —me quejé, intentando estacionar entre la cantidad de autos que se encontraban en el estacionamiento del centro comercial.

—Esperá a ver el hervidero de gente que habrá ahí dentro —bromeó Sofi.

—Ni me lo recuerdes, que me regreso, y al diablo con los regalos —repliqué, estacionando al fin.

Como era de esperarse, el lugar estaba atestado de gente. Cientos de personas deambulaban por el centro comercial cargando con bolsos y paquetes de regalo.

Por suerte, ya iba con una idea clara respecto a los regalos que iba a comprar. Sólo tenía una duda que me estaba carcomiendo la cabeza desde hacía un par de días.

—Sofi... ¿Crees que debería comprarle un regalo a Martín?

—Sólo si querés hacerlo... No tendría nada de malo. Vamos a pasar juntos así que no resultaría extraño que lo hicieras...

Suspiré.

—Es que no estoy segura de querer hacerlo. No quiero dar lugar a malos entendidos. Ya sabés...

—Ah, tu problema es Sebas, ¿no?

—Ay Sofi, es que sabés como se pone él respecto a Martín... —dije mientras nos deteníamos frente a una juguetería.

—Sí, lo sé. Pero va tener que acostumbrarse a su presencia en nuestras vidas, ahora que Martín regresó para quedarse —comentó vagamente —. ¿Crees que a Mateo le gustará? —agregó señalando un muñeco articulado del hombre araña. Pero yo había dejado de prestar atención a lo que me señalaba y la miraba a ella con el ceño fruncido.

—¿Cómo que regresó para quedarse?—pregunté histérica.

—Sí, Pau. ¿No lo sabías? —replicó nerviosa. A sabiendas que había metido la pata.

—No. Y a ver... ¿Cómo sabés eso?

—Hablé con tu hermano ayer. Le conté que Martín había regresado, y él me contó que lo hacía pensando en instalarse nuevamente en Uruguay—me explicó al tiempo que tiraba de mi brazo para entrar en la juguetería.

Me dejé conducir hasta el interior sin ser capaz de pensar en otra cosa que en lo que Sofi acababa de decirme.

Pablo no me comentó nada cuando hablé con él por la noche. Se limitó a pedirme que fuera a buscarlo al aeropuerto.
Después de un año, Regresaba de Estados Unidos, donde había estado realizando un doctorado en Oncología en la Virginia Commonwealth University en Richmond.

Salí del local de igual forma en que había ingresado en él: arrastrada por Sofi, que ahora cargaba con un gran paquete de regalo.

—Pau, ya olvida lo que te conté — me dijo cuando vio el ceño fruncido con el la miraba.

—Claro, porque es taaaan sencillo—exclamé irritada.

—A lo mejor entendí mal, ¿sí? Ahora, concentrate en las compras —me ordenó tirando otra vez de mí, para ingresar a una tienda de ropa —. ¿Te parece que ese vestido, le gustará a tu madre? —agregó tomando un precioso vestido color azul de un perchero.

—Es precioso Sofi. Le encantará—le aseguré, intentado concentrarme en las compras de una buena vez.

Las siguientes dos horas las pasamos entrando y saliendo de diferentes locales, hasta que al fin, conseguimos todo lo que necesitábamos comprar y luego llevé a Sofi de vuelta a su casa.

SIEMPRE TUYA (COMPLETA)Where stories live. Discover now