Capítulo 29

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Un aliento cálido en la mejilla  me hizo reaccionar. Abrí los ojos con lentitud intentando ubicarme. Me había quedado dormida mientras Martín me llevaba a desayunar.

Miré por la ventanilla para darme cuenta que estábamos en la esquina de las calles Uruguay y Rondeau. Eso sólo podía significar que íbamos a desayunar en 'EL PALACIO DEL CAFÉ'

¡Mi cafetería favorita de toda la ciudad!

Sonreí de oreja a oreja, y lo besé más que felíz.
Martín bajó del auto y se apresuró a ayudarme a bajar.

—Gracias... que caballero —le dije aceptando la mano que me ofrecía.

Colocó su mano en mi espalda baja guiándome hacia el interior de la cafetería. En cuanto entramos, el delicioso olor a café fue suficiente para que me espabile.

—¿Cómo lo supiste? —pregunté mientras nos ubicábamos en una mesa junto a la ventana.

—¿Saber el qué? —replicó.

—Que amo este lugar...que es mi preferido.

—Preciosa, sé muchas más cosas de vos de las que creés. Durante años he prestado atención a cada detalle respecto a ti.

Morí de amor, literalmente.

—Eso me intriga...me gustaría saber que más tenés tan claro sobre mi...

—Esa es información confidencial...si te lo digo, no podría seguir sorprendiéndote y sé que el factor sorpresa a vos te encanta —dijo con un guiño.

Tenía razón, otra vez la tenía y demostraba una vez más lo bien que me conocía.

—Por eso te quiero, porque siempre logras sorprenderme —repuse —. Y en este momento, te quiero mucho más, por traerme a disfrutar del mejor café exprés que he probado en mi vida...

—Si hubiera sabido antes, que iba a ganar tantos puntos contigo sólo trayéndote a este lugar, te hubiera traído antes.

Me reí

—Bueno ahora que tenés el dato usálo...

El camarero no tardó en llegar a levantar nuestro pedido. Terminé de ordenar mi café, cuando Martín intervino.

—¿Podría traerle además, dos strudel de manzana, por favor?

Lo miré de boca abierta —amo los strudel de manzana — mientras él me dedicaba una sonrisa deslumbrante.

—¿Cuántos puntos te propusiste ganar hoy? —pregunté cuando el mesero se alejó de nosotros.

—Todos los que se pueda —replicó.

—Sos increible...

—Ya lo sé —dijo muy seguro.

—Mi amor, acabás de retroceder una casilla, o lo que es lo mismo, perder un punto.

—Tendré que esforzarme para recuperarlo entonces —me contestó con una sonrisa traviesa.

Iba a preguntarle cómo pensaba recuperarlo pero justo en ese momento trajeron mi órden.
Entonces en cambio pregunté:

—¿Vos no desayunás?

—No, ya lo hice en casa. En realidad, pasé por la clínica por mi beso de buenos días y luego seguía a casa de Emily. Pero no podía irme dejándote muerta de hambre, así que... acá estamos —explicó.

—Te estoy haciendo perder tiempo... ¿Por qué no me dijiste que estabas ocupado? —dije antes de morder el delicioso strudel.

Martín tomó mi mano por encima de la mesa.

SIEMPRE TUYA (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora