Capítulo 66

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Permanecí inmóvil, con mis ojos fijos en el precioso anillo que tenía delante. 
El aire se había vuelto denso de repente, mis pulsaciones se volvieron casi imperceptibles y por un momento creí que moriría allí mismo.

¿Es que no se supone que deberíamos haberlo hablado antes?

—¿Paula? ¿Querés casarte conmigo?—repitió la pregunta.

Me giré para ver a mi alrededor. Todos estaban expectantes, aguardando mi respuesta. Sus rostros reflejaban alegría y entusiasmo. Sobre todo, el rostro de mis padres.

La única persona que parecía preocupada, era Sofi, que me miraba sin entender que era todo aquello.

A quien no me atreví a mirar, fue a Martín. Simplemente me sentía incapaz de hacerlo.

Los murmullos se habían transformado en silencio, un silencio profundo y casi ensordecedor.

Hice un viaje mental al pasado, recordando cada momento vivido junto a Sebas, y recordé las palabras de Sofi cuando me decía que tenía que seguir adelante con mi vida.

Y en lo que pareció una eternidad, por fin reaccioné, y me vi aceptando la propuesta de Sebas.

—Sí —susurré con un hilo de voz, y todos estallaron en aplausos y vítores.

Sebas me sonrió feliz, y tomó mi rostro entre sus manos para besarme. Yo me dejé hacer, sentía mi cuerpo demasiado pesado como para moverme.

Estaba aterrada, casarme nunca había formado parte de mis planes, y de un momento a otro me encontraba aceptando una propuesta de matrimonio.

Lo que más me asustaba, era el hecho de no saber si hacía lo correcto.

Sebas tomó el delicado anillo y sosteniendo mi mano, me deslizó en mi dedo.

—Te amo, Pau —dijo Sebas volviendo a besarme, yo sólo asentí mientras me esforzaba por sonreír.

—Hija, por favor. Vas a casarte, ¡Cambiá esa cara, por Dios! —exclamó mi madre, llegando a nuestro lado para felicitarnos.

—Estoy sorprendida. Creo que aún no caigo —repuse mirando el delicado diamante que ahora llevaba en mi dedo.

—Hijita, andá haciéndote a la idea, porque debemos ir pensando en fecha para la boda.

—Creo que es algo apresurado hablar de fechas ahora. Es algo que tendremos que decidir entre los dos ¿verdad? —repliqué mirando a mi ahora, prometido.

—Claro que sí, bonita. Ya lo decidiremos luego —contestó.

Recibí las felicitaciones y los buenos deseos de todos. Bueno, de casi todos. Cuando terminó todo el alboroto, me di cuenta que Martín, ya no se encontraba allí.

—Amiga, ¿estás bien? —me preguntó Sofi en un momento que quedé sola.

—Estoy muerta de miedo. No sé lo que estoy haciendo, Sofi —confesé.

—Todavía estás a tiempo de cancelar todo, lo sabés ¿no? —dijo en el momento que comenzamos a oír el estruendoso sonido de los fuegos artificiales que anunciaban la llegada de la Navidad.

—¡Feliz Navidad! —gritaron todos, y comenzaron los saludos.

Luego del brindis, nos reunimos junto al enorme árbol de Navidad para repartir los regalos.

Aproveché ese momento en el que nadie estaba prestándome atención, y escapé al jardín.

Necesitaba tomar aire fresco, y algo más...

Caminé hacia la barra de tragos, lo primero que encontré sobre ella, fue una botella de tequila.
Sin pensarlo, me serví una medida y me la empiné

Nunca me había gustado el tequila, pero en esta ocasión sabía muy bien.

Tras el segundo caballito, respiré hondo y me apoyé en la barra. Estuve así, mirando a la nada no sé por cuánto tiempo, y sin que me diera cuenta comenzaron a brotar lágrimas de mis ojos.

—¿Debo felicitarte? Porque no te ves para nada contenta, Pau.

La voz de Martín me sobresaltó. Era la última persona que necesitaba ver en ese momento.

Cerré los ojos con fuerza un instante, y me limpié rápidamente  las lágrimas antes de volverme hacia él.

—¿Qué querés decir? —pregunté confundida.

—Nada —dijo, acercándose a mi lado, para luego apoyarse en la barra junto a mí —. Sólo espero que esas lágrimas sean de felicidad o ...

—¿O qué? —le interrumpí, molesta.

—O estarás confirmando mi teoría, preciosa.

Preciosa...otra vez estaba llamándome de ese modo que alteraba mi sano juicio. Decidí entonces, que era necesario ahogar las mariposas que amenazan con hacerse notar, así que me preparé una nueva medida de tequila.

—¿Tu teoría? —pregunté empinándome el vaso.

—Sí, Paula. Mi teoría de que estás aceptando casarte, sólo para mantenerme alejado de vos. Y por lo que he podido observar, se nota que no amas a Sebas.

—¿Cómo podés decir una cosa así?—repliqué indignada. Aunque en el fondo sabía que estaba en lo correcto.

—Lo digo, porque me he fijado en cómo lo mirás, y tus ojos no brillan como brillaban...

—¿Como brillaban contigo? —le interrumpí de nuevo, mientras sonreía amargamente —. Pasó demasiada agua debajo del puente ¿no crees? Ya todo cambió, Martín, y no podemos basarnos en el brillo de los ojos, para confirmar el amor entre dos personas.

—No es sólo eso, preciosa. ¿Es que no te das cuenta? Deberías estar feliz, sin embargo mírate, estás acá, sola y emborrachándote.

—Bueno ¡¿y a vos que te importa lo que decida hacer con mi vida?!—chillé —Deberías preocuparte de la tuya.

—Eso es lo que hago, Pau. Preocuparme por vos, que sos mi vida—susurró.

No podía estar diciéndome esto.

—Martín, por favor, no digas eso —le supliqué —. Deberias respetar a Carola, ¿o pensaste que el no traerla contigo, te iba a facilitar las cosas conmigo? —agregué.

Martín, exasperado, se paso las manos por el cabello, luego dijo lo impensado:

—¡Paula, Carola está muerta! ¿No te enteraste?







SIEMPRE TUYA (COMPLETA)Where stories live. Discover now