Capítulo 100

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Paula:

Pasé el resto del trayecto en las nubes. Flotando de felicidad. 

Nos detuvimos en un parador a  mitad de camino en donde aproveché para ponerme el bikini y el precioso vestido color blanco que Martín me había comprado junto con el traje de baño. Cuando volví a la camioneta Martín también ya se había cambiado de ropa. Llevaba puesta su bermuda azul y una camiseta blanca.

El sol ya se estaba poniendo cuando llegamos al balneario. El susurrante sonido de las olas rompiendo en la costa fue lo primero que oí y enseguida percibí la esencia salada del océano.

Dí una inhalación profunda para llenar mis pulmones de ese aroma tan particular del agua salada.

—No me cansaré nunca de este lugar... Es mi lugar en el mundo—dije tras soltar el aire lentamente.

—Sí, es precioso—afirmó.

Cuando giramos en dirección a donde mis padres tienen su casa de veraneo, imaginé que nos detendríamos frente a ella, que allí sería donde nos quedaríamos.
Sin embargo siguió de largo y giró hacia la derecha.

Martín tomó el camino que llevaba derecho a la playa y se detuvo frente al complejo Janela Do Mar; El mismo en donde años atrás habíamos pasado la noche de nuestra primera vez.

—¡No puedo creer que nos vayamos a quedar en este lugar! —exclamé sorprendida.

—¿No querés quedarte acá?

—¡Claro que sí! Es hermoso...

Dudé que consiguiéramos una habitación libre a estas alturas... la primera vez que estuvimos aquí Martín se había encargado de hacer la reserva con anticipación.

—¿Habrá lugar disponible?—pregunté descendiendo de la camioneta. 

—No te preocupes, preciosa. Tengo todo bajo control—repuso colocando su mano en mi espalda y guiándome hacia el interior del lugar.

—Tenemos una reservación a nombre de Martín Valdéz —le dijo al joven recepcionista.

El chico que estaba con la cabeza metida en la Pc se irguió enseguida y sus ojos quedaron posados en mí un instante más de lo apropiado.

Martín me tomó con firmeza de la cintura y me pegó a su cuerpo.

—¿Disculpe? —dijo el joven.

—Reservación para Valdéz—repitió Martín algo irritado.

Me mordí el interior de la mejilla para evitar reírme.
Martín se había puesto celoso y la posesiva forma en la que se aferró a mi cuerpo, era claramente su forma de marcar territorio.

—Por supuesto enseguida le entrego su llave, señor. ¿Tienen equipaje?

—No, no tenemos equipaje.

—Está bien. Aquí tiene, señor—dijo entregándole una tarjeta magnética —. Síganme que les indico cual es su apartamento.

Martín me tomó la mano y salimos caminando detrás del joven.

Caminamos unos cuantos metros y por fin nos detuvimos frente al apartamento más alejado.
Martín ni siquiera permitió que el chico nos abriera la puerta del mismo.

—¿Es aquí? —le preguntó Martín.

—Sí, señor. Permitame mostrarle el lugar, estoy seguro que...

— Está bien, no es necesario. Lo descubriremos por nuestra cuenta—lo interrumpió Martín.

El chico suspiró.

SIEMPRE TUYA (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora