Capítulo 38

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Eran las dos de la tarde y el  Aeropuerto Internacional de Carrasco estaba atestado de gente que iba y venía cargados de equipaje.

A nuestro alrededor, escenas de reencuentros y despedidas se sucedían una y otra vez.

Habíamos llegado temprano para poder realizar con tranquilidad todos los trámites previos a abordar. Tras hacer el check-in y pasar por aduana y migraciones decidimos ir a una cafetería y pasar el tiempo que nos quedaba antes de tener que separarnos.

Estuvimos charlando animadamente, riéndo y basándonos, y casi se me había olvidado en dónde estábamos y para qué. Entonces llegó a nuestros oídos el anuncio llamando a los pasajeros a abordar.
Se me cayó el alma a los pies, el maldito momento ahora sí, había llegado.

Lo acompañé hasta donde me fue permitido. Nos detuvimos frente a la puerta de embarque y entonces lo abracé fuertemente, como si de esa forma pudiera lograr que no se alejara de mi jamás.

Martín me apretaba firmemente contra su cuerpo, mientras me susurraba al oído que me amaba. Cientos de lágrimas brotaban de mis ojos sin que lo pudiera evitar. Deseaba desesperadamente ser capaz de detener el tiempo. Detenerlo en ese preciso instante en que Martín tomó mi rostro entre sus manos y sus tibios labios se posaron sobre los míos.
Sólo quería poder perdernos en el tiempo...que el reloj dejase de correr, pero era imposible que eso sucediera, el tiempo se iba y Martín también. 

—Preciosa no llores por favor —me pidió suavemente —. Es sólo una semana, pasará rápido ya lo verás—intentó animarme sin mucho éxito.

—Cuidate. ¿Si? —le pedí mientras sonaba mi enrojecida nariz.

—Vos también preciosa —repuso abrazándome nuevamente —.Te amo Pau. Nunca lo olvides —susurró con su frente pegada a la mía y mirándome a los ojos.

—Yo también te amo —logré contestar en el momento que escuchamos el último llamado a abordar.

Despegamos nuestros cuerpos  lentamente, sin soltarnos de las manos.

—Te llamo en cuanto llegue preciosa—dijo antes de darme rápidamente un último beso.

—Buen viaje —repuse con un nudo en la garganta que apenas me dejaba hablar.

Martín soltó mi mano muy despacio, y yo grabé en mi memoria la cálida sensación de su piel sobre la mía.

Lo vi caminar y alejarse de mi y justo antes de traspasar la puerta de abordaje y entregarle el billete de avión a la azafata —demasiado espectacular para mi gusto —se giró y me llamó.

—¡Pau! —gritó —. ¡En la mesa de noche...de tu lado!

—¡¿El qué?! —grité yo también sin importarme que la gente nos mirara de reojo.

—¡La sorpresa! ¡Buscala ahí!—contestó antes de perderse de vista.

En cuanto lo vi desaparecer, salí del aeropuerto hacia su departamento. Tenía que sacar mis cosas de allí y regresar a mi casa.
Martín había querido convencerme de que no me  fuera y además de que usara su auto para ir a trabajar, pero me negué a ambas cosas. Le dije que sólo usaría su auto para regresar del aeropuerto y luego lo dejaría en el garaje.
Y eso hice.

Tras poner un pie en el departamento, corrí hacia el dormitorio y abrí el cajón de la mesa de noche, donde me había indicado que hallaría mi sorpresa.
Lo único que encontré allí fueron unas monedas y mi Ipod.

¿Era una broma?

Tomé de allí mi Ipod y las monedas y las guardé en mi bolso. Busqué por las dudas en la mesita del lado donde dormía él y tampoco hallé nada.

SIEMPRE TUYA (COMPLETA)Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz