15. TORMENTA

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Una horrible tempestad colapsaba en la ciudad como a eso de las ocho de la mañana, los árboles se sacudían enardecidos y los cristales de mis ventanas crujían al contacto con las gruesas gotas de agua que chocaban contra ellas. Puesto que el sonido de los rayos al caer me impacientaba no tuve más remedio que incorporarme y salir de la cama. Noté que la única vela que parecía haber estado encendida durante la noche sobre el candelabro se había consumido, así que tuve que encender una nueva para que imperara sobre la oscuridad que la tormenta y los nubarrones estaban provocando.

Al virar hacia mi buró noté, no sin maravillarme, que una piedra preciosa, tan azul como el añil, estaba acomodada sobre un pedazo de papel cuyo mensaje, escrito con una pulcra caligrafía que se me hacía familiar, decía:

Por si a caso olvidó mi presencia en sus aposentos,

Un recuerdo para su recuerdo...

Suyo, C.B.

--¡Por Jesucristo de las piedras aparecidas! -exclamé.

Por un momento dejé de sentir las manos y los pies, y la atmósfera insalubre que se esparció por la habitación a raíz del mensaje se volvió aún más densa cuando me vino a la mente la posibilidad de que las iniciales «C.B.» fuesen la abreviatura de "Cristóbal Blaszeski".

«¿Por si acaso olvidó mi presencia en sus aposentos?», me pregunté en mi fuero interno: ¿A caso este demonio había estado conmigo en mis aposentos? ¡Santo Dios! ¡No podía ser cierto! Si fuera así lo habría recordado. Pero ¿entonces qué hacía esa piedra preciosa ahí? Para Cristóbal no era un secreto que yo lo llamaba don Piedra, ¿tendría alguna relación una cosa con la otra?

-¡Niña!

-¡Ay! -salté inconscientemente tras oír que mi aya entraba a mi alcoba-. ¡Nana, por amor de Dios, ¿a caso has pretendido matarme de un susto?!

Oculté la nota entre mis faldas y dejé a la vista la piedra azul en el buró, esperanzada a que nana la mirase y me dijese algo por sí sola que me ayudara a descubrir su procedencia. Claro que no lo hizo, por el contrario, ni siquiera la miró.

-Me figuro que tendrá una respuesta elocuente que responsa al por qué se quedó dormida antes de disponerse a cenar, Anabella -me reprendió, envuelta en su habitual vestido gris. Con las manos en la cintura, me dirigió una mirada severa que destacó entre su arrugado rostro-. Y por lo que veo ni siquiera se puso su camisón, sino que se acostó con todo y ropa. Anoche cuando vine a verla, usted estaba tan profundamente dormida que ni caso tenía haber intentado despertarla: otra cosa que no me ha parecido es que durmiera con las ventanas abiertas, ¡ambas estaban de par en par! De no ser por mí, y con el frío que hizo toda la noche, habría pescado una enfermedad. ¡Mire nomás esos pelos, niña! Parece gallina clueca. Estoy segura que ni siquiera se limpió la cara y mucho menos hizo sus oraciones nocturnas antes de irse a la cama.

-Nana, dispénsame -le dije contrariada, arrastrando mis pies temblorosos hasta mi guardarropa, de donde saqué una capa morada que me eché en la espalda para que me aguardase del frío-. No me reprendas, que bastante he tenido con los reproches de madre. Mejor cuéntame si has visto a padre, ¿está bien?

Sabía que no debía preocuparme de más por la salud de mi progenitor puesto que estaba segura de que mi demonio me prevendría si a caso él llegaba a estar en peligro de muerte como lo había hecho en otras ocasiones. Mientras nana me trenzaba el cabello me explicó que padre gozaba de buena salud, aunque parecía un tanto ausente de pensamiento como para asegurar que estaba mejor que antes: también me externó su preocupación de que mi madrastra me impidiese verlo y que no dejara que nadie le diese sus alimentos además de ella.

LETANÍAS DE AMOR Y MUERTE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora