Los menesteres para el viaje a la ciudad de Nueva Lisboa comenzaron con mucha antelación. Desde la madrugada comenzó el rumor de los caballos y los dos carruajes que estaban acondicionando para que estuviesen listos antes del mediodía. Poco después del desayuno mi aya me dispuso la bañera con agua caliente y esencias y, posteriormente, me ayudó a elegir ropa cómoda para el viaje.
Mi única mortificación de aquél día fue que padre se quedaría solo en casa bajo los cuidados del doctor Gallaga, así que, entre preocupaciones y súplicas al cielo para que todo saliera bien, se dieron las doce del día y partimos. Para mi buena suerte, mi madrastra dispuso que yo me fuese en la segunda diligencia con Victoriano, Azucena, Marieta y tía Migdonia, ya que en la primera iría Madre, nana Justiniana y nuestros baúles. Todo el camino me la pasé mayormente dormida, puesto que las conversaciones de mis acompañantes eran más aburridas que los sermones del Señor Cura Bernardino.
—¡Hemos llegado al París de América! —me despertó la exclamación de Victoriano más tarde—. ¡Bienvenidas a la ciudad de Nuestra Señora de la Asunción de Nueva Lisboa, queridas damas!
Marieta se echó a llorar enseguida como la más tonta de las párvulas, Azucena asomó la cabeza asombrada y tía Migdonia, enjugándose las lágrimas, habló sobre lo gratificante que sería comprar una finca en aquella ciudad, pero lamentó que los terrenos ahí fuesen más caros que en cualquier otra parte del reino.
—Yo no le veo la majestuosidad por ningún lado —mentí, tratando de ocultar mi gesto de deslumbramiento. Tenía cierta afición a llevarle la contraria a mi hermano Victoriano y a todas aquellas personas que no estaban en mi gracia—. Me parecen más impresionantes las pecas de Marieta que toda esta ciudad junta.
Por la emoción, mi prima ni siquiera puso aprecio a mis comentarios.
—Hermanita, querida hermanita —cantaleó Victoriano antes de descender del coche—, tú siempre tan soez y simplona. Me pregunto qué vio en ti el conde de Lisboa para encapricharse contigo. ¿Te ha dicho madre que Luis César va a pedirte en compromiso delante de todos al finalizar el banquete de la noche?
Por poco se me sale el corazón por la boca. No es que no supiera que iba a ocurrir tal cosa, pero había albergado la esperanza de que, dado nuestros últimos desencuentros, el asqueroso conde hubiese decidido terminar con su ridícula fantasía. Lo cierto es que no parecía haber forma más eficiente para arruinarme la vida que casándose conmigo.
—Toda la aristocracia de Guanajuato y alrededores han sido invitados a la fiesta de máscaras, incluso personalidades influyentes de Valladolid —anunció tía Migdonia animada mientras se bajaba del carruaje—, se dice que incluso invitaron al gobernador de Guanajuato, don Juan Antonio de Riaño y Bárcena.
—Dados los problemas que enfrenta Guanajuato, tía, dudo mucho que el intendente Riaño venga —comentó mi hermano cuando ayudó a bajar a Azucena.
—También tengo entendido que asistirá el conde de Valenciana, don Antonio Alonso de Obregón y de la Barreda y familia: incluso el conde de la casa de Rul —siguió ella.
Y es que no cabía dudas de que la condesa, doña María Augusta Victoriana Alejandrina Téllez de Córdoba, se había asegurado de que la crema y nata de la región estuviese presente en el encumbramiento de su querido unigénito. Me pregunté si ella era igual de detestable que su hijo, pues supuse que a alguien tendría que haber heredado tan mezquinos sentimientos.
Tras apear del carruaje, nos hospedamos en la hostería de Santa Úrsula de Nueva Lisboa, una hermosa edificación de piedra blanca de cuatro niveles, cuyas puertas de madera bañadas en estaño estaban abiertas de par en par a nuestra llegada. Las habitaciones eran amplias, alfombradas púrpuramente y decoradas con ricos ornamentos de plata y oro. No mucho rato después de haberme instalado, Enrique y Fernando (nuestro cochero provisional) subieron nuestros respectivos baúles y enseguida me dispuse a descansar.

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LETANÍAS DE AMOR Y MUERTE ©
Romance"Yo era Tormenta y él un Ángel que amaba las tempestades..." A sus 17 años de edad, Anabella solo espera una cosa; que durante la fiesta de máscaras llegue el diablo y se la lleve, a fin de evitar que la codiciosa de su madrastra la entregue en co...