Capitulo 7

5K 538 41
                                    


A finales de Enero regresamos a casa. No había llevado mi celular, necesitaba olvidarme un poco de todo, y cuando lo prendí tenía muchos mensajes, llamadas, chats; mamá dijo que había tenido que informar a muchos de mis amigos dónde estaba porque habían llamado a casa, o incluso se habían acercado a preguntar por mí.

Flo fue la primera en llamar cuando terminé de ver todos los mensajes y respondí algunos. Estaba furiosas y exigió verme de inmediato, me reí un poco y la cité en la plaza cerca de mi casa en media hora: era un día lindo y hacía mucho que no tomaba un helado.

Cuando llegué ella corrió a mis brazos y se prendió a mi cuello exageradamente para terminar por plantar un beso en la comisura de mis labios, debería hablar con ella sobre nuestra relación, no quería que se confundiera innecesariamente.

Nos sentamos luego de pedir el helado y ella comenzó a alabarme logrando que me sonrojara: yo había crecido ese verano, tanto que seguramente ya alcanzaba a los muchachos a pesar de haber sido siempre 10 o 15 centímetros más bajo; me había cortado el cabello y ya no parecía un muchacho gótico, de hecho todos decían que me veía "guapo", y también había ido de compras con algo de dinero que me habían dado mis padres. Ese día llevaba una camisa clara y antes de salir noté que por primera vez podía encajar a la perfección con Tomás, Nano e Ignacio.

–Me parece de mal gusto que te pasees con otro tipo cuando Rocco anda de viaje –oigo tras de mí y veo la cara de Flo quedarse paralizada. –Él se va a enterar Flo.

–Vamos Nano... –otra voz, las conocía a ambas.

Me giré con cuidado y me encontré con mis tres amigos que se quedaron viéndome fijamente; al principio se veían furiosos, luego abrieron sus bocas y se quedaron mirándome incrédulos.

–Rocco... –suspiró Tomás trayéndolos a los otros dos a la tierra.

Les sonreí poniéndome de pie y les dí un saludo mientras comenzaban a reírse tontamente admitiendo que no me habían reconocido. Efectivamente estaban tan altos como ellos, excepto por Tomás, él seguía siendo el más alto de todos; él me miraba fijamente, ni siquiera estaba pestañeando, hasta que lo miré y dio un salto tomando su teléfono para alejarse.

Flo se unió a nosotros y recibió sus disculpas correspondientes tras una nueva aclaración de mi parte de que nosotros sólo éramos amigos. Unos minutos después los muchachos se despidieron, llamaron a Tomás que seguía con su teléfono en su oreja y se marcharon.

Flo y yo nos quedamos hasta tarde paseando por el pueblo, cuando comenzaba a oscurecer la acompañé a casa y regresé a la mía disfrutando de una tarde calma. Doblé la esquina vi una figura en la vereda frente a casa; estaba sentado con el celular en sus manos. En un principio creí que era Fidel aunque era casi imposible porque estaba de vacaciones en la gran ciudad y no tenía fecha de regreso hasta dentro de un mes.

–Tardaste bastante –dice Tomás poniéndose de pie y apretando mi mano. Eso se sentía horriblemente incómodo.

–La acompañé a casa ¿Qué haces aquí?

–Habíamos quedado en hablar algún día... –dice distraídamente rascando su nuca. –Tú te fuiste y no tuvimos la oportunidad, creí que era un buen momento.

–No creo que sea el lugar.

–Oh, no te preocupes, tus padres ya me conocen –continúa bajando sus ojos al suelo, hay un pequeño sonrojo en su rostro y se ve mucho más hermoso de lo que en realidad es. –Vine algunas veces a preguntar por ti, creo que hasta les caigo bien. Y Dixon me ama...

–Eres imposible –digo largando una carcajada e invitándolo a pasar. Yo sabía que no había nadie en casa, irían a comer a casa de Roxy pero ella y yo no nos llevábamos bien y sinceramente no tenía ganas de verla.

Efectivamente Dixon, mi gato, fue corriendo a él en cuanto lo vio y Tomás lo alzó en sus brazos para darle cariño. ¿Era normal sentir celos de mi propio gato? Supongo que no...

Fui por unos refrescos a la cocina y lo invité a mi habitación mientras él se despedía de mi mascota. Yo estaba nervioso, era la primera vez que alguien iba a mi alcoba, y a eso se sumaba que era Tomás quien no dejaba de ver a todos lados sin intentar disimular siquiera.

–Me gusta –dijo sonriéndome brillantemente. Asentí y me apoyé en mi escritorio mientras él seguía recorriendo el lugar. –Es tú estilo, me gusta... –sus ojos me recorren de pies a cabeza mientras mi corazón comienza a latir con fuerza, tanto, tanto que creo poder escucharlo en mis oídos. –O por lo menos lo era antes... ¿Qué te hiciste?

–Sólo corté mi cabello –respondí bajando la mirada.

–¿Por qué? –me encogí de hombros y lo oí acercarse a mí. Cuando levanté la mirada él simuló que corría mi cabello inexistente tras mi ojera. –Me gustaba hacer eso...

"Lo sé, por eso lo corté" quise decirle, pero simplemente corrí mis ojos de los suyos. Su cuerpo estaba demasiado cerca al mío y me afirmé del escritorio para no caerme.

–Te extrañé Rocco –continúo robándome una carcajada nerviosa. Sentía el aire pesado, apenas estaba respirando; él tomó mi mentón para obligarme a verlo. –Nunca más te vayas sin avisar ¿De acuerdo?

–Fue todo muy rápido Tomás, no le dije a nadie –respondí tratando de liberar mi rostro de su agarre.

Lo logré, pero no me salvé de su abrazo; su cuerpo se pegó al mío con fuerzas y me encerró entre él y el escritorio. No quería responder, no quería que él notara mi corazón desenfrenado en su pecho, mis manos temblorosas en su espalda y mi rostro ardiente en su hombro. Pero lo hice, mi cuerpo reaccionó a él y me sostuve fuertemente de su cuerpo suspirando una pregunta. –¿Todo bien?

–Bien –respondió apretándome más a él. –Ahora está todo bien.

Se separó de mí y besó mi mejilla, cerca de mis labios, pero a diferencia de Flo no pensé en decirle nada, de hecho me tuve que frenar de no tomar su rostro para besarlo. Dios... terminaría por volverme loco.

–¿Vamos a ver alguna película o algo?

–¿No querías hablar? –consultó con sorpresa siguiéndolo a la cama donde me siento a su lado apoyando la espalda en la pared.

–No creo que haga falta... está todo bien así –dice mirándome de reojo mientras prendo mi ordenador que descansaba sobre la cama. –¿Si prometo no volver a besarte como ese día, tú prometes no dejarme de lado nunca más?

Siento mis mejillas arder y asiento. No me importa mucho, está oscuro allí de todas maneras pero mis dedos tiemblan cuando intento escribir en el buscador.

–¿Tanto te molestó el beso?

–Tomás, por favor –pido con voz temblorosa. –Dijiste que no era necesario hablar.

–Lo sé... pero ¿Te molestó?

–Supongo... –susurro encogiéndome de hombros –me molesta que juegues conmigo.

–¿Y si no es un juego?

–¿De qué hablas Tomás? No me jodas, no quiero pelear contigo –lo corto antes de seguir con eso. Él respiró profundamente y no dijo más. –¿Cómo has estado tú?

–Bien, tú sabes, demasiado aburrido. Los muchachos están en eso de las fiestas y yo no soy muy de salir, te extrañé bastante –insiste y apoya su cabeza en mi hombro.

–A mí me gusta salir también.

–Pero te gusta más pasar tiempo conmigo –dice con confianza. No le digo nada, porque tiene razón y él aprovecha mi silencio para acercarse más a mí.

Me acomodé más cerca sin mencionar una palabra, no quería que se alejara, no quería dejarlo ir. Quería que permanezca allí, conmigo, para siempre; sin preguntar nada, sin decir nada, sólo allí a mi lado mientras su calor inundaba mi cuerpo y su aroma descontrolaba mi corazón.


1. Permanece a mi ladoWhere stories live. Discover now