Capitulo 44

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La sala estaba inundada por un silencio tortuoso sólo cortado por el Tic-tac del reloj cucú de mi madre. Me había opuesto a que compre aquella reliquia, desde el principio le dije que era molesto y que en situaciones como la que estábamos viviendo en ese momento lo único que haría sería ponerle suspenso, algo que por supuesto no estaba disfrutando.

-Tomás.

-Sí papá –respondí de inmediato con voz temblorosa. Muchas cosas estaban pasando por mi cabeza, pero la que me estaba dificultando respirar involucraba a Rocco.

-¿Cuántos años tienes Tomás? –quiere saber a pesar de que él lo sabe. Me había regalado la camioneta para mi cumpleaños número 18. Mi madre a su lado movió su cabeza con cansancio.

-18.

-Oh... 18. Plena adolescencia –suspiró antes de continuar consumiendo su abano. Tragué saliva, quería agua pero lo único que había sobre aquella mesa eran los vasos de vino y whisky que estaban compartiendo mis padres antes de que yo arribara. -¿Cómo vas en la escuela?

-Bien.

-¿Estás haciendo actividades deportivas por fuera como te pedí aquella vez? –miré a mi madre que sólo se encogió de hombros.

-No.

-No... ¿Por qué?

-¿Estoy tratando de salir bien del colegio?

-¿Estás siendo sarcástico?

-No señor –digo de inmediato apretando mis manos. Mi padre nunca me había golpeado, pero sus castigos solían ser bastante terribles porque te quitaba lo que más apreciabas.

-Oh, había sentido un poco de tu sarcasmo, mis disculpas –dice apagando el abano sin dejar de mirarme. -¿Por qué estás nervioso Tomás?

-Papá pareces un detective del FBI tratando de obligarme a confesar un crimen. Por eso estoy nervioso. Sé que algo va mal pero no sé qué es.

-Porque evidentemente algo estás ocultando ¿No?

-No. Porque tú piensas que estoy ocultado algo.

Sostiene su mirada en la mía durante un poco más y me libera sólo para poder tomar su vaso y darle un trago. Respiro profundamente buscando la ayuda de mi madre y ella sólo me sonríe con tranquilidad, como diciendo, "no te preocupes, no es nada", pero sé que sí pasa algo. Sé que algo va mal.

-Tomás ¿Conoces a los Di Girolamo? –consulta y aprieto mis manos en mi regazo antes de asentir una vez.

-La familia de Rocco.

-¿Sabes que su padre trabaja con nosotros? –le doy una negativa porque no tenía idea de eso. –Oh... sí, él trabaja en las oficinas y es un gran dolor en el trasero.

-Sí, eso lo puedo suponer.

-Supongo que Rocco te ha contando algunas cosas –dice y el nombre de Rocco suena ácido en su boca. Él ya lo sabía, dios... mi padre ya sabía lo que estaba pasando entre nosotros.

-Él suele ser muy reservado con esas cosas, pero este pueblo es chico y he oído rumores. También la hermanita más pequeña suele hablar mucho y por eso lo sé.

-El hombre es alcohólico –comienza acomodándose relajadamente en su asiento. –Tiene problemas con su mujer, que por lo que he oído se ha acostado con varios de sus compañeros de trabajo. Sus hijos no viven con ellos, los menores quiero decir –le doy un asentimiento. –De eso no sé mucho pero se rumorea que era por los maltratados que sufrieron. Su hijo mayor es un profesor vago y fracasado, su hija del medio es una oportunista porque está con aquel abogado al que conquistó para sacarle todo su dinero. De la mayor, la que tiene aquella criatura que molesta todos los domingos, no dice mucho, salvo que nunca se hace cargo de ellos, pero de la pequeña dice que no le espera más que trabajar en la calle –hace un corte y me mira entrecerrando los ojos, yo apenas respiro porque él no había dicho nada de Rocco y eso era lo que iba a hacer a continuación. -¿Sabes qué dice de tu amigo?

-No.

-Él siempre comenta que la muchacha oportunista tuvo una adolescencia difícil pero que Rocco la ha superado, él está incontrolable. Se droga, bebe y le va pésimo en el colegio: no ve un futuro para ese muchacho.

-Rocco ha cambiado mucho ahora que está viviendo con sus hermanos –digo inconscientemente, pero no me arrepiento porque es la verdad. Veo a mi madre sonreír con amabilidad pero baja su mirada con tristeza. –Solía ser así, cuando lo comencé a frecuentar él salía todo el tiempo, le iba pésimo en el colegio y se metía cosas en su organismo. Pero él ha cambiado, incluso es tan responsable como lo somos Ignacio y yo.

-Oh... ya veo –continúa inspeccionando mi rostro. –Su padre dijo que se había ido con su hermano para tener una vida más liberal porque aquel profesor no podía controlarlo.

-Eso no es cierto.

-Dijo que ahora estaba peor que antes, que estaba enfermo –vuelvo a tragar saliva porque sé a dónde quiere llegar y él está esperando a que flaqueé. –Tomás ¿Rocco es gay?

Me derrumbo porque si mi padre sabe eso ya ha sacado sus conclusiones y él nunca se equivoca. Ya no podía pretender que todo iba bien, tratar de aparentar que no sabía porque mi rostro ya le había dicho todo.

-Sí –largué un suspiro y tendí mi mano a su vaso para llenarlo del licor y tomarlo de una vez.

-Sí... su padre dijo eso. ¿Cómo pueden pretender que haga bien mi trabajo si ahora tengo un hijo que es un marica? Eso dijo –continúa el hombre con una calma tortuosa. -¿Qué piensas tú al respecto?

-¿Sobre qué?

-Del hecho de que él sea homosexual –me encojo de hombros. -¿No te molesta?

-¿Por qué habría de molestarme papá? –Oh... esa había sido una pregunta defensiva. –Rocco no deja de ser un buen chico a pesar de que sea gay ¿No crees?

-Supongo que no –se estira para mostrarse relajado pero sé que en realidad él está muy nervioso. Toma la mano de mi madre y aprieta con fuerza. –Hay algo que quiero pedirte hijo.

Él pocas veces me llamaba "hijo", cuando quería hacerme un alago o cuando me daba una orden. Contuve la respiración y esperé a que continuara mientras por mis extremidades sentía cosquilleos, mis ojos picaban y mi garganta estaba cada vez más seca.

-Quiero que dejes de frecuentar a ese muchacho.

No. No lo haría. Haría todo menos eso.

Quería decírselo, gritárselo, pero no podía porque mis palabras se atajaban en mis labios cerrados ante la mirada suplicante de mi madre. Papá aún me miraba pacientemente esperando mi respuesta pero no sabía qué decir.

-Tomás.

-¿Por qué? –fue lo primero que pude soltar. Mi voz salió débil, ni siquiera podía mostrarme enfadado ante semejante petición porque sentía que me faltaba el aire.

-¿Por qué? –repite como si la razón fuera más que lógica. Asiento porque ciertamente para mí no lo era. –Para empezar para preservar tu reputación Tomás, él chico no sólo se droga y es un mal ejemplo, sino que también es gay.

-Germán... -susurro mi madre acariciando su mano, pero ella no se veía como si estuviera tratando de calmarlo, ella estaba avergonzada por sus palabras.

-No quiero que el día de mañana seas conocido por ser el amigo de aquel marica drogadicto.

Lo miro imposibilitado de creer lo que estoy escuchando y muerdo la parte interior de mi labio hasta que siento el gusto a la sangre en mi boca. ¿Cómo él podía ser así? ¿Cómo mi padre con todos los valores que me había inculcado podía hablar de alguien a quien apenas conocía?

-No me importa si la gente dice esas cosas.

-A mí sí –me interrumpe aunque claro que no había mucho más que pudiera decir. Mi garganta estaba completamente cerrada. –No quiero que te comience a relacionar con él, no quiero oír ni un rumor de que tú andas metidos en drogas, no quiero que nadie de esa familia tenga que ver con nosotros. Todos ellos están enfermos, empezando por su padre y terminando por Rocco.

-Rocco es mi amigo y no voy a dejar de verlo a pesar de que tú lo me lo prohíbas –aseguro poniéndome de pie luego de encontrar mi voz y poner seguridad en ella.

-No quiero que la gente diga que eres amigo de ese maricón Tomás.

-¿Qué te parece que digan que soy su novio?

0O

1. Permanece a mi ladoWhere stories live. Discover now