Capitulo 23

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Subí al vehículo en completo silencio evitando la mirada de Tomás. Comenzamos a movernos y a poco andar noté que íbamos a su casa; no le dije nada, no quería pelear con él y tampoco es que quisiera volver a mi casa, así que lo dejé hacer lo que él quisiera.

Lo seguí al interior de su casa y recibí el agua que me tendió mientras iba a la heladera y sacaba comida para poner al microondas.

–Ya comí, gracias –aseguro con voz rasposa. Carraspeo e intento una sonrisa.

–¿Estás seguro?

–Sí, estoy bien.

–¿Quieres darte un baño? –consulta y asiento. –Te prestaré ropa, luego te llevaré a casa.

–No quiero ir a casa por hoy –susurro mientras lo sigo a la parte superior. –Sólo puedes llevarme con Nano o Ignacio.

–¿Por qué no quieres ir?

–Sólo no quiero ir.

–Pensé que iba todo bien en casa ahora que se mudaron.

–Todo va bien –recibo la ropa, los toallones y voy a baño sin esperar respuesta. La ducha es rápida y cuando salgo de ella me doy cuenta que el aroma de Tomás está por todos lados: en mi cabello, en mi cuerpo, en la ropa que llevo puesta, en su habitación. –Debo irme.

–¿Qué? No –dice rápidamente parándose frente a mí para impedir mi salida. –Recién acabas de llegar, estás con el cabello mojado y se nota que estás cansado. Descansa un rato, seca tu pelo y luego te dejaré ir.

–En serio, tengo que irme –insisto y toma mis brazos para detenerme. Me estremezco por completo al sentir sus manos frías en mi piel caliente; él nota eso y da un paso más cerca de mí.

–¿Qué va mal? –quiere saber tocando mi frente. –¿Estás enfermo? –niego –¿Estás drogado?

–Probablemente... –retrocedo un paso liberándome de su agarre, él baja la mirada al suelo y veo un sonrisa triste en su rostro.

–Lo lamento.

–No tienes porque pedir disculpas –me apresuro a decir. –Es mi culpa.

–¿Qué cosa?

–Sentir.

–¿Sentir qué?

–Cosas por ti Tomás –largo de una vez y veo sus ojos sorprendidos en mí. –A pesar de todo lo que dije, te extraño y no quiero extrañarte y te quiero y no quiero quererte y...

–¿Estás jugando conmigo Rocco? –consulta con enojo. Claro, yo también me enfadaría. Un día lo quiero, otro día no.

–Lo lamento.

–¿Rocco? –se acerca y toma mi mentón. Dios, cómo había extrañado eso. –¿Estás jugando conmigo?

–No.

–¿Tú?

–Me gustas ¿De acuerdo? –confieso liberándome de él. –Lo lamento, pero me gustas. Desde el principio. Siempre me has gustado, incluso antes de que supieras quién era yo. Pero me convencí que lo nuestro nunca sería porque tú eres heterosexual ¿Entiendes? Y entonces tú llegas un día y me besas y luego dice que te gusto y todo se puso incluso más complicado y yo simplemente ya no quiero estar lejos de ti pero cuando estoy cerca todo es confuso –largo de una vez y lo miro a los ojos. Él está pálido pero hay una sonrisa en su rostro, una bastante incrédula mezclada lo que parece ser felicidad.

–¿Te gusto?

–Me gustas y te odio por eso.

–Rocco... –se acerca y me acera a su cuerpo. Está temblando. Sus manos se afirman a mí pero se sienten dudosas. –Rocco... ¿En serio te gusto?

1. Permanece a mi ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora