Ciega

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Annapolis, seis años antes.

El orgullo de las personas suele ser uno de los sentimientos más destructivos a largo plazo. Sarha, se negaba a escuchar. Detrás de ella aun podía escuchar el llanto desesperado de su madre, había intentado una vez más, convencerle de que esa maldita historia de ciencia ficción era cierto. Unos años atrás, casi le creyó, hasta que descubrió que ella y su padre le había estado mintiendo todo el tiempo. Se había enterado por pura casualidad de que su madre había sido diagnosticada hacía ya años con esquizofrenia paranoide, sufría de episodios de alucinaciones. Ella solo era una ex interna psiquiátrica a la que el demente a quien había llamado padre todos estos años la ayudó a escapar.

-¡Sarha!-. Podía escuchar el trotar de su padre tras suyo. No se detendría; para que? no valía la pena, ni el esfuerzo. Una mano le tomo su brazo y sujeto antes de entrar a su auto y marchar de vuelta a la academia. No había sido fácil para ella entrar allí. Su abuelo, un ex marine condecorado le había hecho la carta de recomendación y alguno de sus amigos retirados también lo hicieron. Había aprobado el instituto con calificaciones perfecta y sobresalió en las pruebas físicas y psicológicas, prueba de actitudes y demás..., fue aceptada en la academia naval de Annapolis solo una semana después de haber enviado su solicitud cuando tuvo la edad suficiente para hacerlo; se había graduado a los 16 del instituto, tuvo que esperar todo un año para obtener una respuesta, lo cual invirtió en su primer año en ingeniería informática, para cuando fue aceptada en la academia, ya había logrado llegar a un segundo año tomando clases extra. Ella era un diamante en bruto y al parecer todos se habían dado cuenta de ello. Se especializaba en desarrollo y creación de los nuevos sistemas de defensa de los barcos de la marina. Fue un prodigio, un genio, solían decir. A ella nunca le había costado sobresalir y era una de las razones por las cuales sus jefes, machos con orgullo de llevar un pene entre las piernas, siempre quieren fastidiarle.

No, ella no perdería todo su trabajo y logros por hacer de loquera con su madre..., no lo haría.

-Ya está bien papá. Tienes que entender que ella no está bien. Llévala de vuelta al hospital, sus alucinaciones son cada vez peor y eso te está afectando. No es posible que simplemente te cierres y le creas cada una de sus locuras. Ya basta. Si tú quieres escucharle y creerle bien, ¡pero yo no estoy dispuesta a soportar más! Tienes que conseguirle ayuda profesional. No la estás ayudando en nada alcahueteando sus divagues, papá ¿Es que no lo comprendes aún?-. Dijo en tono altanero e iracundo. Sus padres cada vez le avergonzaban más.

-Ella dice la verdad Sarha. Tienes que escucharla ella...-. El hombre se detuvo tras el grito de su hija.

-Creer ¿Que? Papá. ¿Que ella fue una de esas mujeres secuestradas por científicos locos para un fin perverso?, ¿Que en algún lugar del mundo hay unos niños perros que son mis hermanos, ah no, perdón, Eran dos niños perro y un gato. ¡Por el amor de Dios papa! Mamá está loca, ella no se encuentra bien. Ya son dos ocasiones en este mes que tengo que volver a casa porque ella llama por una emergencia. He trabajado muy duro para estar donde estoy; el abuelo ya está muerto, no tengo a nadie quien dé la cara por mí ya que tú le diste la espalda y decidiste jugar al enfermero para al final echar eso también por la borda al sacarla a ella...-. Dijo señalando hacia la casa. –...De allí. De un ¡Manicomio! Papá. Solo estoy yo y mi capacidad para superar a todos. No la desperdiciare porque la loca de mi madre me dice que tengo que ir tras el rastro de una de las empresas más prestigiosas de esta jodida nación, para rescatar a sus bastardos imaginarios...-. El hombre se quedó viendo a su hija por un momento. Ya había crecido. Ella llegaba a un metro setenta y tres de altura, sus ojos marrones y su cabello negro y liso; ya no era la pequeña niña que lo veía con orgullo. Tanto su madre como él sabían que crecerá rápido y que serían mejores que muchos, ella tenía mucho más de lo que aparentaba. Pero, la mujer que tenía enfrente no era la que el necesitaba en este momento.

Cold. Nuevas Especies. Libro 1Where stories live. Discover now