Cold

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Instalaciones de industrias Merceli

El hombre camina seguro hacia una de las jaulas en el pasillo del diablo. Los técnicos habían nombrado aquel lugar por lo que allí había. El pasillo de puertas de metal plateado no denotaba ningún ruido. El hombre tras la puerta se colocó unos lentes de mira nocturna y se aseguró que su arma estuviese lo suficientemente lista para todo, inspeccionó su beretta 9 milímetros y procedió a abrir la antesala del pasillo. En menos de un minuto una segunda puerta se abría tras cerrarse la anterior develando un conjunto de cuatro jaulas pegadas a las paredes.

Él era el carcelero de esas bestias y eso lo complacía. Para el aquel recorrido no tenía nada de diferencia con ir a buscar un conejillo de indias a su jaula. Su objetivo estaba en la última jaula del pasillo. Allí era donde estaba en número 34, sonrio con malicia. Pronto aquella bestia estaría muerta por lo que los doctores les estaban haciendo. El único problema era que al parecer ese día, no era su día. Primero la puta a la que había pagado una sección a la hora del almuerzo se había retrasado y tuvo que entrar atender la maldita erección que se formó por la pura anticipación de imaginarse a la perra suplicándole que parara y ahora ese animal le mostraba los dientes como advertencia. No. Ese no era su día. 39 estaba delante de la colchoneta de 34 en forma protectora. Ese maldito animal le ponía los pelos de punta sin estar encabronado y cuando lo estaba hacia que su columna vertebrar temblara. Lo odiaba; Más que a cualquiera de los otros cabrones allí encerrados.

-¡Muévete, estúpido animal!-. El macho conocido como numero 39 reconoció la voz del técnico Gardner. Él era uno de los únicos hijos de puta que se atrevían a insultarle...; desde la seguridad de las rejas y con un arma apuntando, claro está. Con el tiempo los técnicos habían aprendido a no confiar mucho en su pasividad. El haría cualquier cosa por mantener a los suyos con vida. Sabía que tarde o temprano todos morirían, incluyéndole, pero eso no significaba que dejaría que nadie los dañase mientras el pudiese evitarlo.

34 estaba en la colchoneta acostado de un lado, su respiración era pesada y ya hacía mucho tiempo que no despertaba. Había escuchado y sentido ese estado antes y también había olido la droga que le habían dado en esta ocasión. Por lo general los médicos los drogaban hasta que ya no podían regresar sus cuerpos a un estado normal y morían. A 34 no le quedaba mucho tiempo. 39 gruño, se pudo escuchar el sobresalto del humano y el olor a su miedo y nerviosismo emanar de su pútrido cuerpo. Él sabía que a pesar de ellos tener el control, le temían. A diferencia de Gardner, 39 no necesitaba aparatos para poder saber dónde estaba y que hacía. Él podía percibir la más mínima variable en su ambiente. Ellos habían querido máquinas de matar perfectas y con ellos la habían conseguido. Lo único que había fallado era que nunca habían podido tener el control de ellos a menos que no fuese con las drogas y en ese momento no eran conscientes de ellos mismos. Él era impredecible. Gardner lo sabía por experiencia propia. Los demás machos eran irritables y demostraban más de lo que deberían. Los técnicos nunca se atreverían a entrar a su celda y había escuchado que no podían sedarle ya que tenía que ir a prueba en poco tiempo.

39 rugíos y mostro los colmillos a Gardner.

-¡Mierda! Doc. Tenemos un problema con este animal. No podremos llegar a otro, no sé qué diablos le pasa hoy al 39-. Hubo una pausa 39 sabía que Gardner estaba esperando instrucciones. –Entendido...-. El 39 pudo sintió el cambio de poción del técnico, aun olía a miedo-. Felicidades bestia desgraciada. Iras a pruebas por 34, espero que mueras más rápido que los otros-. Sintió el pinchazo del dardo en una de sus piernas y luego los sonidos se apagaron.

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39 despertó desorientado. Sus pulmones le dolían si trataba de respirar profundamente ocasionando que una intensa tos. Logro ponerse de pie e ir hasta la manguera con el agua, tomo agua hasta hartarse pero pocos segundos después todo el contenido de su estómago estaba desparramado en el suelo de la jaula. Su mente estaba confundida. Los olores eran confusos. Esas drogas le habían jodido más de lo que pensaba que harían.

Cold. Nuevas Especies. Libro 1Where stories live. Discover now