❝- ¿Por qué hiciste eso? Pudiste lastimarte o romperte un hueso.
La oji-azul hace morritos con su boca antes de contestar.
-Tu dijiste que era un ángel. Y yo quería volar.❞
La primera parte de la canción había em...
Cuando la mañana llegó y Aisha les contó lo sucedido en su habitación, nadie en la casa podía creerle. Después de todo, los fantasma no existían y mucho menos había uno en su casa.
Nadie le dijo nada y no hablaron más del tema con la oji-azul. Lo dejaron pasar y Aisha fue a parar a la habitación que antiguamente era de Rebekah, ya que;
—No quiero regresar a la habitación de terror, Klaussie había pedido todavía pegada a él.
Hayley, por otra parte, les había explicado lo poco que recordaba de los trastornos de su hermana, diciéndoles que era normal que actuará así de infantil o hablará sola. Incluso les dijo que Aisha tenía muchas personalidades y más valía tenerla vigilada para cuando la peor de todas saliera. Porque tal vez no hubiera dado indicios de aparecer, pero tarde o temprano iba hacerlo.
—Prefiero que pase más tarde que temprano –les dijo antes de ir a ver a Hope. Después de eso todos habían desaparecido para hacer sus cosas.
Había pasado una semana desde entonces y tal como pidió la loba, todos le tenían un ojo puesto a la oji-azul. Trataban de no dejarla sola mucho tiempo y escondieron cualquier arma mínimamente peligrosa que hubiera en la casa. Aunque no era de más que cualquier objeto podría dañar a la chica.
—Freya.
La rubia alza la mirada del grimorio, mirando el pelo castaño de Aisha asomarse por la puerta.
— ¿Si, cariño? –inquiere cerrando el libro.
— ¿Puedo tomar una de las manzanas que hay en el frutero? –la pregunta le saca una sonrisa a la bruja.
—No tienes que preguntarle, Aisha. Te lo he dicho muchas veces –se pone de pie y camina hasta ella, acariciándole el pelo.
— ¿Si puedo agarrar una?–sus ojos brillan, pero no como lo hacen siempre.
—Sí–sonríe.
—Gracias–lo dice tan quedito que Freya tuvo que forzar sus oídos para lograr escuchar.
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Aisha se da media vuelta y Freya la ve desaparecer por el pasillo hacia las escaleras. Frunce un poco el ceño por la actitud tan extraña de la chica, generalmente siempre era brillitos y arcoíris, no suspiros y apaciguidad. Se encogió de hombros un poco cohibida e hizo un hechizo de protección rápidamente hacia la oji-azul para después regresar a leer el grimorio.
