♙18.

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¿Cómo te sientes, cariño? –Freya murmura entrando a la habitación.


Aisha aprieta las sábanas en sus manos, soltando un leve murmullo que la bruja apenas logra escuchar. Su mirada se dirige a la bandeja que yace sobre el mueble a un lado de la cama. Freya aprieta los labios, sentándose en la cama para tomarle la mano.


—No has comido nada, Aisha.


La pelinegra alza la sabana hasta taparse la nariz. —No tengo hambre.


—Pero tienes que comer. No lo has hecho en tres días.


Aisha sólo suelta un sonidito en señal de negación. Ciertamente no había comido en tres días pero simplemente no tenía apetito. Y ¿quién lo tendría después de lo que vivió?


—De acuerdo, hay algo que quiero decirte –Freya suspira, dándose por vencida–. Voy a salir a arreglar unos asuntos fuera de la casa...


— ¿Qué? ¡No! –con rapidez se destapa para abrazar a la rubia, el miedo invadiéndola–. No te vayas, Freya. ¡No me dejes sola!


El corazón de la contraria se reprime dolorosamente cuando la sorpresa se esfuma de su cuerpo. Mira como Aisha se aprieta a su cintura y aguantándose las ganas de echarse a llorar por lo asustada que está la pelinegra, la abraza contra su cuerpo. Aisha creía que iba a dejarla sola, suponía que tenía miedo de que los mismos hombres aparecieran para hacerle daño, pero eso jamás pasaría. No mientras ella y sus hermanos estuvieran vivos, ósea, nunca.


—Oh, cariño. No voy a irme para siempre –besa su cabello–. Jamás te dejaría sola.


Aisha alza la mirada, sus ojos azules llenos de lágrimas.


—No te creo –susurra–. Todos me dejan siempre.


¿Alguna vez sienten como el dolor ajeno les lástima más a ustedes que a los duelos demás? Pues ese es el caso de Freya. Desde que conoció a la pelinegra sintió esa chispa y buena química entre ambas, eso la incitaba a cuidar de la chica como si fuera una niña pequeña. Pero con el paso del tiempo se había dado cuenta que Aisha era más que una niña inocente odiaba por su hermana. Aisha era la hija que siempre, siempre quiso tener y que le arrebataron hace mil años.


Por eso mismo era que sentía como su corazón lo estrujaban con manos invisibles, porque a ninguna madre me gustaba ver a sus hijos mal. Ninguna madre quería que sus hijos sufrieran.


—Pero yo no soy todos –sonríe de lado, limpiándole las lágrimas–. Soy Freya, la que te prepara nuggets, te peina el cabello y siempre te va a proteger.


Aisha parpadea. — ¿Prometes que nunca vas a dejarme?


Freya sonríe más grande. —Lo prometo.


—No puedes romperla, las promesas son inquebrantables.

GHOST ➳ The Originals.Where stories live. Discover now