♙30.

3.1K 355 151
                                    


—No me siento bien.


Klaus escucha y dirige su mirada por un momento hacia Aisha a través del espejo retrovisor cuando rompe el silencio que se mantenía desde que dejaron Nueva Orleans.


Habían salido al amanecer de la ciudad y para esos momentos, el sol estaba empezando a ponerse de un tono anaranjado, anunciando que muy pronto anochecería.


Hayley se gira en su asiento para observar hacia la ventana, haciendo oídos sordos a las palabras de la pelinegra. Aisha tenía el ceño ligeramente fruncido, mientras su lengua lamía sus labios. No de veía nada mal, sin embargo, llevaban ya mucho tiempo sentados en las mismas posiciones y Klaus pensó que vendría bien el detenerse en alguna gasolinera para estirar las piernas y llenar el tanque de gasolina -aunque este todavía no estuviera vacío -.


Pone las direcciónales para que Stefan, quien venía siguiéndolo en su propio auto, supiera que iban a desviarse camino por un momento.


— ¿Por qué nos detenemos? –Hayley pregunta cuando el auto se estaciona frente a un pequeño restaurante de paso.


Klaus le mira mientras se desabrocha el cinturón de seguridad. —Tu hermana no se siente bien. Aparte, hemos estado sentados por casi dieciocho horas, nos vendría bien estirar las piernas y comer algo.


—Que considerado de tu parte –murmura con sarcasmo, sin embargo, lo imita y sale del auto primero.


Aisha resopla hacia la puerta que Hayley cierra con fuerza. — ¿Cuál es su problema? –inquiere a la defensiva mientras talla sus sienes.


—Está un poco amargada, amor –responde con burla–. Tiene el corazón roto por dejar a mi hermano, déjala, está sufriendo.


—Puedo oírles –la castaña golpea el auto, abriendo la puerta trasera tan rápido como Klaus le quita el seguro para niños–. Si van a hablar de mí, procuren estar a la distancia necesaria para que no pueda escucharlos.


Las mejillas de Aisha se sonrojan y sus manos caen a los lados de su cuerpo. —Lo siento.


Hayley rueda los ojos. —Seguro que sí.


Klaus sale del auto para abrirle la puerta a Aisha y ayudarla a bajar. La pelinegra mueve las piernas para sacarlas, pero al deslizar su cuerpo y tocar el suelo, sus piernas tiemblan y tiene que agarrarse fuertemente del brazo de Klaus para no caer al suelo.


— ¿Estás bien? –pregunta.


Asiente con la cabeza. —Sí, mis piernas estaban entumidas –miente.


La verdad era que no se sentía para nada bien. Su cabeza dolía como si alguien le hubiera pegado con un martillo, se sentía demasiado débil y las voces llevaban más tiempo inquietas como usualmente estaban. Pero eso no tenía que saberlo Klaus, porque no quería preocuparlos y que dieran retorno hacia Nueva Orleans.

GHOST ➳ The Originals.Onde as histórias ganham vida. Descobre agora