Capítulo 37

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Animagos—

Evan se quedó estático donde estaba, mirando. Decidió mentalmente que vería lo que iba a suceder. «Piper no es tonta» se dijo a si mismo, en un intento de convencerse. Realmente le dolía pensar que lo iba a dejar humillado de esa forma, para ser la primera chica en la que se fijaba realmente.

Hesper, que había conseguido engañar al idiota de Sirius, no se había fijado en Evan que la miraba desde el otro lado del pasillo. Sirius volvió a sonreír como un gato sabiendo que después de ese beso, él podría molestarla cuando quisiera. Y es que nadie se resiste a los besos del Gran Sirius Black, nadie excepto Hesper Kennedy, una manipuladora de primera categoría. Hesper, continuó con su fingido nerviosismo y cerró los ojos como diciéndole “te estoy esperando”. La sonrisa del melenas solo aumentó y se fue acercando a esos finos labios, tan finos que casi no parecían estar ahí. Sirius cerró los ojos al momento que Hesper los abría y sonreía maléficamente. Evan en el otro lado se quebró dolido, pero se aguantó.

Sirius siguió acercándose, y entonces, Hesper ladeó la cabeza hacia la derecha, como intentando ver detrás del chico, pero ella no apartaba la mirada de él. Sirius sintió que el caminó se hacía más largo que de costumbre, y se dijo que era debido a la menuda estatura de la chica, pero no reacción hasta que sus labios dieron a parar en la pared. Entonces abrió los ojos confundido y Hesper soltó una carcajada de la suyas, pero esta vez era burlona. Lo había dejado más mal...

—¿Pero qué...? —Dijo él girando la cabeza hacia la ladeada de Hesper.

Hesper no perdió el tiempo, y lo empujó lejos de ella y su espacio personal. Sirius trastabilló hacia atrás por el inesperado empujón, y la miró con el ceño fruncido y con cara de no entender absolutamente nada. Cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo, recuperó la compostura y fingió que no había pasado nada, todo todo, menos su orgullo. Tal vez recuperó su postura elegante, pero sus ojos decían otra cosa. Le había apetecido besarla, y no solo para poder joder con ello después, se había sentido tentado a besar a esos finos labios rojos.

—No soy como las demás que se te echan al cuello. —Le dijo apretando su coleta.— Créeme Sirius, tus encantos no funcionan conmigo.

—Por favor, Kennedy, sé que te había apetecido. —Le dijo él moviendo la cabeza a los lados, u sonriendo burlón, otra vez.— Tú no has visto como te has puesto.

—Claro que no lo he visto, Sirius. Ya sabía lo que quería hacer, y como hacerlo para que tu pícaras el anzuelo. —Le comentó tranquilamente, como si hablaran del tiempo.

—¿Por qué no? McKinnon también decía lo mismo al principio, y mira como estamos. —Se burló.

—Porque yo no necesito de una multitud para sentirme bien, Sirius. Me conformo con lo que tengo, y lo aprecio. —Le dijo duramente.

Sirius no lo mostró, pero esas palabras le dolieron en parte, y se olvidó de ellas en otra parte. Miró a Hesper con indiferencia fingida, y se encogió de hombros.

—Bonitas palabras.

—Adiós. —Le comentó la chica girándose justo, para ver a Evan al final del pasillo.

Se quedó sin aire al momento. El rostro de Evan era impasible y parecía enfurecido, pero esa furia no iba dirigida hacia ella, sino hacia el chico que estaba detrás, justo detrás de ella. Pero eso ella no lo notó. No quería que Evan malinterpretara lo sucedido, y por lo visto el miedo se le dibujó en la cara, porque Sirius se rió y se acercó por detrás.

—¿Qué pasa? ¿Te gusta Rosier? —Se mofó.

El chico de la melena, se dio la vuelta y caminó opuesto a donde de situaba el Slytherin, completamente asqueado y aburrido. En cambio, Evan comenzó a caminar firmemente hacia Hesper, que ahora miraba hacia el castaño a la espera de una reacción, o de que le dijera algo.

Oblivion |Época De Los Merodeadores|Where stories live. Discover now