Capítulo 91

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—Gravedad Aniquilada—

¡Imperio! —Gritó Mulciber echándose un lado preparado para un duelo.

Aquello no hizo más que colmar la gota del vaso que había en la mente de Julius. Ese hombre se atrevía a restregarle por todo la cara la misma maldición que habían usado en Hesper al punto de haber llegado a llevarla a una muerte directa. Bloqueó el rayo azul con el hechizo protector debido, y echó a andar hacia ellos igual de rabioso que el mismísimo diablo encarnado. Avery intentó retorcerle el pescuezo con un conjuro taladro, que fue a dar en la pared de atrás, perforándola en un agujero limpio.

¡Crucio! —Ordenó Septimus encolerizado apuntando a Mulciber, que cayó al suelo retorciéndose como la sabandija que era. Los aullidos no tardaron en huir del pecho con problemas del viejo mortífago.

Julius no perdió un segundo, y al mismo tiempo que iba cayendo Mulciber al suelo, desarmó a Avery de espaldas, antes de girarse hacia el hombre rubio, coger su varita en el aire, y partirla en dos con una sola mano frente a sus narices sabiendo que para los sangre pura esa era la mayor atrocidad jamás cometida por uno de los suyos. Julius inspiró con pesadez, lentamente, cerrando los ojos, antes de abrirlos y acercarse a Avery en dos pasos, cogerlo con fuerza por las solapas de la túnica oscura y estamparlo sin duda alguna contra la pared sucia donde estaba el otro mortífago aún inmovilizado. Julius miró el miedo en los azules ojos de Avery fijamente.

—¿Me temes, Avery? —Preguntó Septimus sin soltarlo.

—¡J-jamás, Kennedy! —Tartamudeó éste mirándolo desafiante.

Julius lo atrajo hacia sí mismo, antes de empujarlo con demasiada fuerza contra la pared. Lo soltó al instante echándose un paso atrás para intentar recuperar el control sobre sus nervios. Avery se dobló al tocar suelo para recuperar la compostura mientras los desgarradores gritos de Mulciber resonaban como el eco.

Julius caminó rápidamente hacia Edrien, semi muerto en la silla en la que lo habían atado. A Septimus se le cayó el alma a los pies al ver el estado en el que habían dejado a su hijo mayor, a su primogénito, al hombre que llevaba cuidando tanto tiempo para que esos desgraciados llegaran y le causaran todo el daño que habían impregnado en él. Se agachó, y levantó con delicadeza y preocupación el caído rostro de su hijo, para encontrárselo en muy mal estado. Colocó rápidamente, con el corazón en un puño, dos dedos en el cuello de Edrien. Cerró los ojos con fuerza al darse cuenta de que aún le latía la vena de la vida. Julius se puso en pie, pasó una mano suavemente por el cabello sucio de su hijo con cariño, y se giró hacia el rastrero de Avery que había cogido las dos mitades de su varita del suelo y estaba dispuesto a largarse de ahí por patas.

Julius apuntó a Mulciber.

¡Crucio! ¡Crucio! ¡Crucio! —Repetió Julius sin un solo remordimiento mientras la sangre bullía en sus oídos como un enjambre. Avery se sobresaltó en el suelo.

En tres zancadas, Julius lo tuvo enfrente, cruzándole el rostro de un puñetazo limpio. El mortífago jadeó tambaleándose hacia atrás por el inesperado golpe, pero Septimus no iba de buenas esa vez, no después de haber visto como le habían dejado a su hijo mayor. Con la misma fuerza bruta de un gorila, cogió a Avery por el cuello, levantándolo del suelo y adhiriéndolo a la pared de un compacto golpe. Avery llevó las manos instantáneamente a la intrusa que ejercía fuerza para reventarle la garganta. Julius lo vio boquear en busca de aire, y fue ahí cuando apretó más aún taladrándole con la mirada mientras los persevantes bramidos de Mulciber se hacían más opacos.

Las venas no tardaron en hincharse bajo la piel arrugada del rostro enrojecido de Avery al verse éste entre la vida y la muerte. En cuanto Julius vio que Avery empezaba disminuir la fuerza con la que le clavaba las uñas en la mano, lo lanzó entero hacia el suelo sin ser para nada precavido. Elevó la varita y lo apuntó al pecho mirándolo desde arriba con ojos furiosos, pero en el fondo bastante dolidos. Cualquier cosa que le sucedía a su familia le pasaba factura por doble a él.

Oblivion |Época De Los Merodeadores|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora