Capítulo 81

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—Amortentia Caducada—

La Sala Común estaba vacía, exceptuando algunos alumnos desperdigados de cursos inferiores. Hesper no se percató ni de su presencia, y si lo hizo, no le dio la más mínima importancia, sobre todo cuando sintió los ojos seguirla como un perritos falderos y los murmullos, igual. No iba con ganas de aguantar murmullos ese día, tenía planeado hablar con su primo para calmarlo, y luego pondría su plan en marcha, empezando por Mulciber, quien se había creído que podría tener dominio sobre ella. Iba a saber lo que era el dominio.

No le preguntó a nadie por Rick, porque todo aquel que la veía se le quedaba observando o cuchicheando. «Que asco de gente Pensó para sí misma sin ninguna expresión en el rostro. En ese momento que andaba por los pasillos de aquel lúgubre castillo (pues seguía lloviendo con una tormenta tremenda), se daba cuenta de lo bien que había hecho en abandonar toda relación social. Ese año casi no había alumnos, y era notable. Hesper sabía que la guerra en la que estaban no era ni por asomo parecida a la muggle, en aquella podrías sobrevivir a un disparo por casualidad, pero en la mágica, ni siendo transparente te librabas de la Maldición Asesina.

Julius le había hablado ese verano acerca de las tres maldiciones imperdonables, que ella desconocía. Eran tres: La maldición asesina, el maleficio tortura, y la que Mulciber había usado en ella. Cada una tenía un nombre, y ninguna sonaba bien. Su abuelo le había explicado la función de cada una de ellas, igual que le había enseñado a evadir el Veritaserum, cosa que ya dominaba, pero aun así seguía practicando con él, era algo impredecible, y que le hubiera salido una vez, no le garantizaba nada.

Bajó las escaleras hacia el vestíbulo, para encontrarse de nuevo con la persona que había hecho correr la noticia de su muerte. Sirius, nada más verla, dejó involuntariamente que un repentino brillo le iluminara los ojos, a pesar del semblante serio. En ese momento le pareció ver a dos personas distintas, la Hesper de la noche anterior que se había mostrado tal cual era, y la que tenía delante, eran como dos caricaturas opuestas en todo sentido. Remus, al reconocerla, sintió un vuelco en el estómago y se quedó atónito en su sitio, clavado en el suelo cual árbol. Llevaba desde la noche anterior pensado en ella, horriblemente culpable, y verla ahí delante... Era imposible, no estaba loco, Hesper había caído desde la torre, y la vio en el suelo. Se giró hacia Peter, y no supo como descifrar el careto de horror que tenía su amigo plasmado, posiblemente pensado lo mismo que él. Peter había visto el cuerpo inerte de Hesper, lo había visto. Un miedo creciente, hizo a Peter situarse algo más detrás de James, que miraba a Hesper atento, analizándola.

Hesper en cambio, los vio, pero no pensaba detenerse. Fue a pasar por su lado, pero Remus le bloqueó el camino con estupefacción, como si hubiera actuado sin pensar. Eso sí, sus ojos del color de la miel la miraban inquietos, como si estuviera observando un muerto viviente.

—Pensaba que... Yo te había... —Tartamudeó incapaz de contener su asombro, y su miedo. Miedo, al haber reparado en el cardenal y las heridas del rostro, cosa que quería decir que sí que había caído, que sí la vio en el suelo.

—Creíste ver. —Dijo Hesper seca, rodeándolo y pasando por por el lado de James yéndose de ahí hacia la biblioteca por su primo, sin interés en seguir hablando de algo que no quería revivir. Bastante tenía con sentir que caía al cerrar los ojos.

Remus no entendía absolutamente nada, había estado destrozado por no haber hecho nada pensando que esas dos serpientes la habían tirado por un balcón acabando con su vida. Se había abrumado.

 Se había abrumado

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Oblivion |Época De Los Merodeadores|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora