d i e c i n u e v e

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Una mujer lloraba desconsoladamente a mi lado, sollozando sonoramente, con la cara entre las manos. Un médico, agachado para quedar a la altura de la mujer, que estaba sentada un par de asientos más allá, le contaba algo con el tono más tranquilo que alguien encargado de comunicar la muerte de una persona podía adoptar. Agaché la cabeza al notar que el médico me miraba con cierta pena. Imité a la mujer y hundí mi rostro en mis manos, suspirando para intentar retener las lágrimas.

Noté una mano sobre mi hombro después de un tiempo, después de escuchar unos pasos que sonaron cada vez más cerca. Alcé la cabeza, con brusquedad, sorprendiendo a Jimin.

— ¿Estás bien? — Preguntó con voz melosa. Hice una mueca a modo de respuesta. Jimin apretó con suavidad mi hombro y señaló con un gesto desganado la puerta de la sala oscura de urgencias. — Ve a tomar el aire, ya no tienes por qué estar aquí.

Volví a suspirar entrecortadamente. Jimin se acuclilló como el médico que comunicaba a las familias, amigos o novios las muertes de los pacientes. Puso las manos sobre mis rodillas y trató de mirarme a los ojos. Yo apoyé la cabeza en la fría pared de mármol que tenía detrás, derrotada, al borde del llanto.

— ¿Por qué ha sido tan rápido?

— No puedes quedarte aquí toda la noche. — insistió Jimin, posando su barbilla sobre mis piernas y mirándome como un cachorrito. — Yo también estoy un poco... — desvió la mirada para buscar una palabra acorde a cómo se sentía, pero no la encontró. El pelinegro también exhaló, agotado y triste. — Vámonos. Ya no tenemos nada que hacer aquí, y prefiero irme cuanto antes... Estoy sitios me dan mala espina.

Jimin se retiró para dejar que me levantara del incómodo asiento de la sala de espera. Enjugué rápidamente las pocas lágrimas que se habían conseguido escapar de mis ojos y rodar por mis mejillas. Me fallaron las rodillas al andar, por eso Jimin decidió pasar su brazo por mis hombros. Intentaba consolarme a pesar de que en el fondo él también estaba devastado. Salimos del hospital por la puerta de urgencias, por donde una camilla con Yoongi había entrado tiempo atrás. Jimin y yo caminamos en silencio hasta llegar al parque que se encontraba al lado del enorme edificio de trece plantas. Allí, entre los árboles, el aire estaba menos cargado que en aquella sala oscura donde había esperado tanto tiempo una buena noticia, sola, pero esperanzada. 

Después de pasear sin mediar palabra, Jimin y yo nos dejamos caer en uno de los bancos de madera oscura. 

— Sigues llevando su chaqueta. — comentó él. No podía decir mucho, así que sólo asentí, cabizbaja. — Lo... siento.

Me encogí de hombros. — Al menos puede descansar...

— ¿Qué vas a hacer? ¿Irás a clase?

— Jimin, — bufé.— sé que intentas distraerme, pero no quiero hablar ahora. De todas formas, gracias. — supe que había sonado extremadamente cortante. Jimin hizo un puchero.

Él dejó de sentarse con esa postura tan recta y perfecta, apoyó la espalda en el respaldo oscuro del banco y se resbaló hasta quedarse casi tumbado, apunto de caerse del asiento. Se quedó callado durante un buen rato, con los dedos entrelazados sobre sus piernas. Pensaba en algo, aunque estaba segura de que Jimin no le daba vueltas a qué había salido mal para que Yoongi volviera a atiborrarse de barbitúricos, o a que era un estúpido por confiar tan ciegamente en él. Seguramente, Jimin no pensaba lo mismo que yo. 

— ¿Quieres un café? 

— No, gracias. — respondí, intentando sonreír para que Jimin no se preocupara mucho por mí, aunque al mirarle y verle bastante afligido, la que me preocupé por él fui yo. — No deberías haber venido.

Hold me tighter (HMT2)  » Suga;BTS✔Where stories live. Discover now