Arreglando Viejos Malentendidos

18.7K 1.7K 1.2K
                                    

Pov Draco



Esperaba a Potter sentado en la biblioteca. 

Yo le había pedido reunirnos ahí, principalmente porque sabía que se encontraría vacía - siempre que el Trío de Oro no estuviese ahí intentando romper las reglas como usualmente hacían - pero ahora me arrepentía.

Hacía calor y no me podía remangar ambas mangas de la túnica sin revelar mi más grande secreto; ese que me avergonzaba y me robaba el sueño, eso que estaba en mi brazo izquierdo.



Había llegado varios minutos antes de lo acordado y, aunque había pasado todo ese tiempo intentándolo, no podía calmarme. 

Había actuado despreocupado al momento de preguntarle a Snape qué días tendría que dar estas clases, pero lo cierto era que no estaba para nada tranquilo.



Seguía absorto en mis pensamientos cuando a lo lejos escuché unas suaves pisadas y, consciente de que sólo Hermione entraba aquí por decisión propia, supuse que quién se acercaba era a quien yo esperaba.


Abrí el libro de Pociones que había traído, pero... ¿Qué le diría? 

¿Se supone que lo saludara? 

¿Tendría que intentar platicar con él? 

¿Y de que platicaríamos? 


Llevábamos más de cinco años molestándonos e insultándonos cada vez que nos veíamos en los pasillos como para poder hablar de temas tan triviales como el clima. Más importante, estaba seguro de que Harry me detestaba.




-Así que el gran San Potter no puede llegar puntual a sus clases –dije.

¡Idiota! Quería intentar ser su amigo y lo primero que había hecho era tratarlo de esa manera. 

Supongo que las viejas costumbres no mueren tan fácil, pero, pensándolo bien, sí había algo que quería decirle a Potter. 


Sabía que mi padre había sido uno de los responsables de la muerte de su padrino y, si lo que Pansy me había contado era cierto, Black era el único familiar agradable que le quedaba a Potter.

 Y mi padre lo había arruinado.


-Ni lo menciones, Ginny me entretuvo y no podía simplemente dejarla hablando sola.


Esperen un momento, Harry Potter no se había enojado y me estaba dando explicaciones. ¿Era esto normal? 

No, claro que no lo era.


-¿Entonces tuviste que correr de tu noviecita, Potter? –pregunté en un tono burlón. 

En serio que no quería hablarle así, pero la pura mención de la Weasley - y saber que se preocupaba por ella - me hacía enojar. 

-Es imposible intentar mantener una conversación contigo, –dijo molesto –eres un idiota.


Hasta yo estaba de acuerdo en eso.


Harry se sentó frente a mí. Le entregue mi libro en la página donde estaba la poción que había causado estas tutorías, y Potter se puso a leer sin hacer ningún otro comentario.

Amor entre enemigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora