CAPÍTULO 9: LA BÚSQUEDA DE JOEL

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Joel se sentía muy angustiado con todo lo que había pasado. Cuando se serenó un poco volvió a su casa, y se encerró en su habitación. No quería ver ni hablar con sus padres en esos momentos. Ya no salió en el resto del día de su cuarto.

Pasó cuatro días sin hablar con ellos, apenas solo lo imprescindible.

Al quinto día, empezó a recapacitar sobre cómo plantear otra vez el asunto a sus padres, con más calma, a lo mejor así, tendría más éxito.

Cuando volvió a casa del instituto ese día estaban sus padres, por lo que aprovechó para hablar con ellos.

—Mira, supongo que tendréis vuestros motivos para haber puesto al abuelo en una residencia, pero no es justo que no me dejéis ir a verlo al menos. Ya sabéis, que el abuelo y yo siempre hemos estado muy unidos, y no creo que por ir a visitarlo le vaya a hacer algún mal, aunque aún esté adaptándose a su nueva vida. Al contrario, quizás le ayude a aceptarlo mejor, si ve que no nos olvidamos de él. ¿En cuál residencia está para ir a visitarlo?

—Hijo —dijo Pau su padre—, ya te dije hace unos días, que hasta que no pasen varias semanas, no se le puede ir a ver.

Mi amigo el doctor que también es el gerente de la residencia en la que está tu abuelo, me dijo, que por experiencia, las personas mayores que están allí, se adaptan mucho mejor, si no se les visita al principio en varias semanas, o hasta que no pasan unos dos o tres meses. Así, no echan tanto de menos su hogar y sus parientes que dejaron, y más pronto se integran a medida que hacen nuevas amistades.

Esa explicación no convenció en absoluto a Joel.

—¡Menuda tontería! —le respondí—. Yo no sé cuál es la razón, por la que no me dejáis ir, pero no os saldréis con la vuestra.

Intenté mantener la calma, mientras ideaba algún plan, a fin de poder ver a mi abuelo.

Al día siguiente, fingí ir al instituto. Me preparé como todos los días, desayuné y me marché.

Entonces, esperé cerca de casa, hasta que mis padres se fueran a trabajar. Cuando ya se marcharon, regresé a casa.

Empecé a buscar en los cajones, estanterías, por todos lados, en busca de algún nombre, alguna dirección, algún catálogo de residencias, algo que me diera alguna pista.

Al fin encontré algo, en un bolsillo de una chaqueta de mi padre, que estaba colgada en el armario. Había una tarjeta con un nombre: «Dr. Pol Riba». Gerente Residencia Els Jardins, y también ponía la dirección del centro.

¡Perfecto! —pensé—. Entonces, tuve cuidado de dejar todo cómo estaba, para que no sospecharan nada de que había estado registrando la casa. Entonces, salí pronto de casa pues mi madre venía al mediodía a comer, y ya no faltaba mucho.

Cogí algo de dinero que tenía guardado, y busqué un taxi, indicándole al conductor la dirección de la tarjeta.

En aproximadamente veinte minutos, me dejó en el lugar indicado. Después de salir del taxi, me dirigí al edificio que tenía el letrero: «Residencia Els Jardins». Este tenía varias plantas. Fuera del edificio, había un par de palmeras y una zona ajardinada con césped. Se veía un lugar agradable y tranquilo.

Entré dentro del edificio con paso firme, y me dirigí a la señorita que estaba atendiendo a los visitantes en la recepción.

Cuando hubo acabado de hablar con unas personas se dirigió a mí.

—¿En qué puedo atenderlo? —me preguntó.

Le dije que quería que me indicara la habitación donde se encontraba mi abuelo. Le di su nombre y apellido, y ella me preguntó mi nombre también.

Los Conectores 1: Descubriendo Aurin (Completa)Where stories live. Discover now