CAPÍTULO 13: LAS PRUEBAS (1) SELECCIÓN FÍSICA

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Peter estaba absorto en sus pensamientos, pero el agotamiento hizo que pronto se quedara dormido.

Lo despertó una música que sonó por un pequeño altavoz que había en la habitación.

Después de unos segundos musicales, se escuchó un mensaje: «Les recordamos que en veinte minutos deben de presentarse en el comedor. Sean puntuales, por favor».

—Uff, creo que he dormido más de lo previsto, así que a... ¡Correr! —pensó Peter.

La realidad es que se había hecho un experto en esas carreras contra reloj, pero la verdad es que no siempre las ganaba y llegaba tarde de todas maneras.

Tomó una ducha rápida y se vistió con la ropa que tenían reservada para cada uno de ellos. Era una especie de chándal, de color blanco, algo holgado que, al apretar un botón que había en el cinturón, se adaptaba perfectamente al cuerpo de cada persona. En su traje había un numero, el 45.

Peter dio un vistazo a la imagen del reloj que estaba implantada en su muñeca, había tardado dieciséis minutos.

—¡Perfecto! Me quedan cuatro minutos para llegar al comedor —se dijo a sí mismo—. Entonces abrió la puerta de su habitación y se encontró con Rash, que salió al mismo tiempo que él de la habitación que ocupaba al lado de la suya.

—Hola, vecino —dijo Rash—, veo que tú también vas de blanco. Cuidado, no te manches, porque me han dicho que han hecho para comer espaguetis con salsa de tomate... Ja, ja.

—Permite que me presente; soy Rash, de la ciudad de Gablu.

—Y yo soy Peter de Mignoug, mucho gusto en conocerte —le contesté.

—Aún estoy alucinado con todo lo que nos está pasando, y con todo lo que nos han explicado. Ayer estaba tan tranquilo en mi ciudad, en mi casa, con mis amigos, y hoy me encuentro a centenares de kilómetros de casa. A primera hora de la mañana, sentí la necesidad de venir a este lugar, y cuando llegué al aeropuerto, y pedí un pasaje para venir a Dreams, justo se acababa de anular una plaza —le contó Rash.

—A mí me ha pasado exactamente lo mismo —respondió Peter.

—Bueno, ya hemos llegado a los ascensores, el comedor han dicho que está seis plantas más arriba —dijo Rash.

Las puertas se abrieron y ellos entraron con otros chicos y chicas, y subieron al comedor. Al llegar, tenían que hacer fila, y la persona que estaba en la entrada del comedor, le daba una tarjetita a cada uno, con un número de mesa y de asiento.

—No pierdan la tarjeta, o memoricen la mesa y su asiento, pues mientras estén aquí, estarán sentados en el mismo lugar —les dijo el hombre que les dio la tarjeta.

A Peter le tocó la mesa 12, asiento 3; y a Rash la mesa 8, asiento 2.

Había veinte mesas en total, con cinco asientos cada una, un total de cien localidades para todos los chicos y chicas.

Cuando llegó Peter, ya había dos ocupantes en su mesa, y al cabo de pocos minutos, ya estaban todos, en sus respectivos lugares. Se presentaron los integrantes de la mesa: Había tres chicos y dos chicas. Las chicas se llamaban Dharanna y Malviss, y los chicos Alex, Niel y, desde luego, Peter.

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Dharanna era morena de ojos negros y pelo muy corto, era una chica creativa, fiel a sus amigos y emprendedora en sus proyectos, no le asustaba nada.

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Malviss era castaña de pelo largo y ojos claros, ella era más reservada, más bien era espectadora que creadora, por lo que solía tomar buenas decisiones, meditadas; era culta y cuando se interesaba en algo le ponía todo el corazón.

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