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La luna se alzaba en el cielo y las estrellas brillaban haciéndole compañía. Corría un frío viento que entumecía las manos si no se llevaba algo con qué abrigarse. El invierno se acercaba así que cada vez el clima era más helado, y peor aún en las noches.

Dean no estaba del todo abrigado, sólo traía puesto un suéter de lana blanco, jeans y remera negra. Sus manos estaban calientes debido a la taza de café que sostenía pero aun así sentía que el frío lo calaba. Se encontraba en una cafetería lejos de su casa. Era un lugar pequeño con no más de cuatro mesas puestas al aire libre donde el viento le alborotaba el cabello, el cual no se molestó en acomodar.

Miró la hora en su reloj desesperado por que llegara su acompañante. Habían pasado quince minutos desde la hora acordada, pero conociendo al chico, había una posibilidad de que hubiera mentido. No es que lo considerada un mentiroso, pero sí un bromista.

Unos minutos más tarde, a lo lejos identificó una silueta con cabello platino.

Conforme iba acercándose se percató de que el frío no le afectaba en lo absoluto ya que iba vestido con unos simples jeans negros, chaqueta de cuero del mismo color y una simple camiseta roja con un logo de la letra "S" en gris.

Al sentarse, el viento le revolvió su plateada cabellera haciendo más visible su rostro.

—Creí que no vendrías —habló por fin Dean fulminándolo con la mirada— ¿Tienes idea cuanto tiempo he estado aquí, aguantando éste maldito frío?

—Relájate Dean. Pudiste haber traído ropa más abrigada. Además, no hace tanto frío...

—Estás demente si crees que no —lo cortó y dio un sorbo a su taza de café.

Dean fue interrumpido en su próximo insulto cuando el mesero llegó a pedir la orden, pero Scott lo alejó diciendo que no pediría nada.

—Scott —dijo el joven Coleman con un suspiro—, necesito tu ayuda.

—Sí, eso ya dijiste por teléfono —contestó posicionando sus brazos detrás de la cabeza y mirándolo con una sonrisa divertida—. Antes de que digas nada, recuerda que dije que te escucharía, más no que ayudaría. Aunque depende de la situación, claro.

—Se trata de Reachell, tu prima.

—Sé quién es. ¿Acaso quieres un consejo para conquistarla? Lo único que te diré es que jamás le vas a gust...

—¡Cállate! —gritó dando un puñetazo a la mesa que tembló con el impacto. Los presentes voltearon a observarlos y Dean de inmediato se relajó y entrelazó sus manos tratando de aparentar estar tranquilo. Scott tenía esa increíble habilidad de sacar de quicio a quien sea con ese tono burlón propio de él— No se te olvide que tienes una deuda conmigo ¿o es que ya no recuerdas que soy el único que sabe lo que te pasó? Sabes que te puedo delatar, y lo que pasará si lo hago ya te lo imaginas —por primera vez desde que llegó, Scott dejó de sonreír dándole una apariencia siniestra y aterradora. Sin embargo, no dejaba de ser hermoso aunque mirara al chico con intenso odio—. Reachell está desaparecida —confesó por fin y él lo miró perspicaz—. Sus padres llevan un par de semanas buscándola y no hay rastro de ella, he hecho lo que he podido pero simplemente parece que se hubiera esfumado.

—¿Y qué esperas que haga? ¿Encontrarla? Si ustedes no pudieron, ¿qué te hace creer que yo sí?

—La conoces desde siempre, sabes más de ella que yo o su familia. Estoy seguro que puedes encontrarla.

Scott sonrió mostrando unos blancos dientes, cruzó los brazos sobre su pecho y suspiró antes de responder. Casi al instante Dean se adelantó interrumpiendo sus palabras que aún no eran dichas.

Adam [¡DISPONIBLE EN FÍSICO!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora