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Era una cena tranquila, silenciosa e incómoda. Simple. Como siempre.

Sólo tres personas se encontraban comiendo: el señor Ted, la señora Helen y Reachell. Zarek permanecía sedente en el sofá, observando la televisión y tratando de no mirar hacia la mesa.

—Hay una silla vacía —observó Reachell—, Zarek debería sentarse ahí.

—Él no pertenece a ésta familia —respondió su madre a la defensiva.

—Es el hijo de mi padre, mi medio hermano. Y vive aquí. Merece que lo traten como tal.

Zarek se sentía incómodo y culpable por la discusión que estaba presenciando. Fingía tener toda su atención en la televisión e ignorar lo que pasaba en el comedor, pero la verdad es que escuchaba todo incluyendo en cómo Helen dejó caer el tenedor sobre el plato.

—Tú no decides quien merece qué, ¿de acuerdo? Ése chico está aquí por tu padre, y lo digo en todos los sentidos. De ser por mí ya viviera en la calle o en algún hotel barato.

—Helen, basta. Es suficiente —habló por primera vez Ted con brusquedad.

—No, no lo es. Y ya te lo advertí, tienes quince días para deshacerte de él.

—No es el momento de hablar de esto.

—Quince días —repitió.

La silla hizo un ruido sordo al ser desplazada con brusquedad después del tono cortante y amenazador con que había hablado Helen. Zarek no pudo evitar sentir un nudo en la garganta, sabía que no encajaba en aquella familia pero el sólo hecho de escucharlo lo hizo sentir peor.

Al parecer la discusión ya no era entre Reachell y su madre, y el tema del asiento vacío había quedado en el olvido.

Ahora Ted tenía que deshacerse de él en un máximo de quince días, y entonces, ¿a dónde o con quién iría? Su madre había muerto, no tenía a ningún familiar más que al hijo perdido del que no tenía idea quién podría ser. Tuvo ganas de llorar y enfrentar a su padre junto con Helen, de descargar su frustración e ira sobre ellos. Pero no podía, lo echarían de inmediato y necesitaba tiempo para arreglárselas sobre qué haría después de que se acabaran los quince días. Y tal vez irse era lo mejor... Para Reachell, no para él.

—Me gustaría decir que me sorprende la actitud de mamá, pero no es así —dijo Rachell al cabo de unos segundos tocando la asquerosa comida con su tenedor.

Ted le lanzó una mirada de irritación sin decir nada.

—¿Está molesta porque Zarek está aquí? —Habló nuevamente segundos después— ¿O porque la engañaste dos veces? Y con la misma mujer, supongo.

Su padre se atragantó con el agua provocando que tosiera repetidas veces, mientras que Reachell sólo estaba inmóvil esperando una respuesta.

—¿Engañarla dos veces? ¿Quién te dijo eso? —Preguntó tratando de sonar ofendido por la acusación.

—Entonces es cierto... Al igual que el hecho de que tengo otro hermano, ¿verdad?

La chica lo miró por primera vez y su padre se dio cuenta del evidente odio en aquellos ojos verdes. Trató de tranquilizarse dando un suspiro, pero le fue imposible.

Reachell sabía que intentaría mentirle, evadir el tema con comentarios como "no es tu asunto", "¿qué cosas dices?", "No te atrevas a acusarme de esa manera". Ambos sabían que ella no era estúpida, así que engañarla sería como afirmar lo que dijo. Sin embargo, se preparó para escuchar las falacias que saldrían de su boca.

Adam [¡DISPONIBLE EN FÍSICO!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora